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De cómo los mapeos participativos sirven hoy para el activismo, la política institucional, el arte o la empresa

Mapeando y dibujando en un proceso participativo en Tetuán

Luis de la Cruz

4 de junio de 2025 01:00 h

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Desde hace ya un par de décadas, no hay movimiento ciudadanos ni reflexión sobre la ciudad que no lleve adosado un proceso de mapeo. El advenimiento digital de la georreferenciación ha sido tal que una de las consecuencias del gran apagón del pasado mes de abril fue la repetición del comentario “¡me he orientado sin Google Maps!” Y esto se tenía que notar, por fuerza, en el debate sobre la ciudad.

A este respecto, se presentó el pasado 20 de mayo el libro Cartografías críticas de las periferias urbanas en el Círculo de Bellas Artes. El acto estuvo auspiciado por el Club de Debates Urbanos, lo que resulta muy apropiado pues es un foro en el que se dan cita el formalismo académico y la mirada de intervención. Es decir, un lugar en el que se pueden sentar a hablar personas a las que les sale la palabra cartografiar con otras que, sin duda, preferirán el literal contemporáneo mapear.

El trabajo está coordinado por las geógrafas Ángela García Carballo y Elia Canosa, que condujo el acto de presentación en el Círculo de Bellas Artes. El libro es un catálogo coral de prácticas diversas pegadas al plano, en el que unas veinte personas hablan por muchas otras más.  Durante la presentación se repitió una y otra vez que el territorio es una realidad compleja que precisa de otras cartografías –artísticas, populares, imaginativas– que intenten reflejarla. Mapas que contengan emociones, la memoria o las prácticas sociales que, entrelazadas entre sí, construyen el espacio.

Acudieron tres de los autores del libro, dando voz a una terna de perspectivas de entre las que la obra aborda. Decir Paisaje Transversal es hablar del urbanismo participativo –adicto a dibujar las aristas del espacio urbano– y habló por boca de Ángela Peralta de la metodología participativa al servicio de su trabajo. Lo hizo también María Tula, (Hiedra Estudio) que tiene un capítulo acerca del dibujo como aproximación a la representación de la ciudad. “El mapa es mirar el territorio desde arriba y el dibujo puede ser mirarlo desde dentro”, dejó dicho. Y, por último, estuvo presente Esaú Acosta del Vivero de Iniciativas Ciudadanas, veterana oficina urbana con un pie y medio en los movimientos sociales que ha participado en experiencias tan estimulantes como el mapa Los Madriles, que llevó en 2015 al papel un mapeo colectivo de iniciativas vecinales que llegó a estar en las marquesinas madrileñas.

Para el caso de nuestra ciudad, cabe señalar que el volumen rescata el recuerdo de acciones pioneras como las de Todo por la praxis. En 2009 llevaron a cabo una campaña de agitprop llamada Anti-Triball, un mapa que denunciaba la acción gentrificadora de esta asociación-empresa en el malasañero triángulo de Ballesta. Al año siguiente, la denuncia se extendió al Ayuntamiento de Madrid por incluir Triball en, sí, un mapa turístico comercial. Su cartografía activista continuó en 2013 con el Itineraro de la represión, que denunciaba la instalación de cámaras en las calles de Lavapiés.

Fueron los años anteriores y posteriores al 15M los de la eclosión del mapeo activista y colaborativo. El libro –particularmente en el capítulo escrito por sus editoras junto a Pablo Bermúdez– avanza en el tiempo poniendo el foco en un aspecto poco tratado hasta la fecha. La llegada en 2015 de Ahora Madrid al gobierno municipal supuso una oportunidad para la participación en el análisis institucional de la ciudad para empresas de jóvenes urbanistas, ávidos mapeadores. Intermediae y Medialab Prado fueron los espacios institucionales donde más intensamente se vivió esta eclosión. De la colaboración de muchos de estos grupos junto con el asociacionismo vecinal salió el ya mencionado Los Madriles. Atlas de iniciativas vecinales.

De esta época aparecen también experiencias a nivel de distrito, como el proceso participativo en Tetuán para rediseñar los pequeños Jardines de Carlos París en 2018, para el que se organizaron talleres, paseos críticos y dibujos sobre mapa del contiguo colegio público Doctor Federico Rubio y Galí.

Un epígono de aquel momento de los ayuntamientos del cambio podría ser el Museo Situado del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, un foro de colaboración de la institución con asociaciones y colectivos de Lavapiés que en 2020 parió Co-cuidándonos. Una cartografía colectiva de redes y prácticas en Lavapiés.

El debate posterior a la presentación vino al presente y sus urgencias. El turismo –los mapas turísticos, tan previsibles ellos– coparon el interés del público preguntante. ¿Hasta qué punto queremos hacer mapas que den a conocer los secretos de los barrios no turistificados aún? El mapa puede servir, se dijo, también para inventar el territorio además de para reflejarlo. Así lo hace Google Maps y así pretenden hacerlo nuestras políticas públicas generando ítems de consumo turístico como un Chinatown ex novo en Usera.

La reflexión no es baladí y está siendo objeto de debate, por ejemplo, en el Grupo de Estudios Críticos Urbanos (GECU) y su disección de cómo la ciudad de la plataforma se construye con los mimbres de lo físico y lo digital. O, dicho de otro modo, el mapa de las viviendas turísticas de nuestro barrio lo representa, pero también lo produce y ayuda a la expulsión de los vecinos.

Cartografías críticas de las periferias es un interesante compendio de experiencias que invita a pararse a recapitular después de unos años de jugar frenéticamente con los mapas. Tiene la pega de que, al estar publicado por una editorial científica y tener abundante material gráfico, el precio del volumen no es más apto para las bibliotecas universitarias que para las de los espacios activistas con los que, al menos en parte, dialoga.

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