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Esta es la tecnología que se está imponiendo como la mejor opción para descarbonizar la calefacción de los edificios

Tomás Muñoz M.

En primavera del año pasado, la Eurocámara aprobó una serie de enmiendas a la directiva sobre eficiencia energética de los edificios, con el objetivo de terminar con las calderas de calefacción que utilizan combustibles fósiles. La razón señalada desde el Parlamento Europeo es que dos tercios de la energía utilizada para la climatización de los edificios sigue teniendo como origen estas fuentes energéticas contaminantes y, por lo tanto, “para alcanzar las cero emisiones, la eliminación gradual de los combustibles fósiles en la calefacción y la refrigeración resulta especialmente urgente”.

Así las cosas, la normativa recoge como fecha límite el año 2028 para que los nuevos edificios sean net zero, mientras que, respecto a las calderas de gas y diésel, indica que su eliminación será paulatina desde 2035. Sin embargo, las prisas de la UE se materializarán desde este mismo año, ya que las tecnologías que basen su funcionamiento en los combustibles de origen fósil dejarán de percibir subvenciones. Como alternativa, Bruselas apunta que “existe una variedad de opciones, como el abastecimiento de energía renovable in situ, en particular mediante bombas de calor y tecnologías solares”, concreta.

Precisamente, a favor de las bombas de calor ya se han declarado algunas organizaciones europeas como la Oficina Europea del Medioambiente (EEB, por sus siglas en inglés) que recoge en su estudio Calefacción verde para todos que “con inversiones estratégicas, políticas sólidas y conciencia pública, esta tecnología puede allanar el camino hacia un futuro energético más sostenible, ayudando a Europa a alcanzar sus objetivos ambientales y climáticos”. El texto especifica que los costes iniciales de apostar por esta opción tienen un retorno total en siete años y permite un ahorro anual de hasta 900 dólares.

En la misma línea se ha manifestado otra entidad, en este caso la Agencia Europea del Medioambiente (EEA), que ha publicado recientemente su balance anual en el que precisa que “en un contexto de subida de los precios del gas natural, en 2022 se registró una reducción del 2% de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Estos datos se suman al descenso registrado en las últimas tres décadas: “La UE ha reducido las emisiones netas de gases de efecto invernadero en un 31% en comparación con los niveles de 1990”. El organismo anota estos datos en su informe Tendencias y proyecciones en Europa 2023, donde también constata que “según cifras de la Asociación Europea de Bombas de Calor (EHPA), en 2022 se vendieron tres millones de bombas de calor en Europa, un aumento del 39% respecto a 2021”.

En paralelo, desde la Comisión Europea se está ultimando el denominado Plan de acción de la UE para la bomba de calor, cuya aprobación está prevista para el primer semestre de este 2024, una vez se hayan celebrado las elecciones europeas. Esta iniciativa está basada en el informe de la Comisión de 2022 sobre la competitividad de las tecnologías de energía limpia, donde se recomienda “el despliegue de todo tipo de bombas de calor, desde casas unifamiliares hasta grandes apartamentos o edificios terciarios”. 

No obstante, desde algunos sectores no se ha visto con buenos ojos el aplazamiento hasta después de los comicios: “Europa se está quedando atrás en la descarbonización porque, en lugar de abordar el problema, lo han dejado aparcado”, según se lamentó Thomas Nowak, secretario general de la mencionada EHPA. “Esta situación afectará al sector y a sus 7.000 millones de euros de inversión, pero también a la propia eficiencia energética”, amplió el experto. En España también ha habido voces críticas con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Concretamente la Asociación para la Transición Energética denunció en septiembre que el PNIEC reduce en un 25% la contribución de la bomba de calor, mientras que en otros países europeos la apuesta por este recurso es masiva e inequívoca“.

Hasta cinco veces más eficiente

La clave para que la bomba de calor se encuentre en el centro de la transición energética de los edificios hay que buscarla en su eficiencia. Para entender su funcionamiento a grandes rasgos, la Asociación de fabricantes de equipos de climatización (AFEC) explica que se trata de una tecnología que “aprovecha los recursos naturales —aire, agua o tierra— para proporcionar no solo calefacción, sino también refrigeración y agua caliente sanitaria durante todo el año”. ¿Cómo? “Transportando calor desde el ambiente exterior —por frío que éste sea— al interior de la vivienda o local a calefactar”. De igual forma, “en el caso de equipos reversibles, no sólo calienta, sino que también puede enfriar, transportando el calor en sentido inverso, desde el local al exterior, en cuyo caso refrigera el local”. Pero desde la AFEC subrayan que el quid de la cuestión es que “la bomba de calor transporta mucho más calor que la energía que consume”, concretamente “entre tres y cinco veces más”, aseguran.

En este sentido, un estudio reciente de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) aboga por su uso, ya que “es la opción más barata para calentar un piso medio de 90 metros cuadrados, con una factura anual cinco veces inferior a la opción más cara, los radiadores eléctricos”, remarca. Además, “la relación entre coste y rendimiento de las bombas de calor alcanza el 350 por ciento y su precio de compra e instalación no es demasiado elevado, alrededor de unos 2.650 euros para una potencia de 3,5 kilovatios”. De igual forma, para los usuarios interesados en instalar esta tecnología en sus viviendas y para facilitar la puesta en marcha de proyectos de rehabilitación, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) y la propia AFEC han publicado una guía específica sobre la materia.

Finalmente, cabe destacar que la Agencia Internacional de la Energía pone cifras al ahorro que se lograría con esta tecnología: el conjunto de Europa reduciría la demanda de gas en los edificios en 21.000 millones de metros cúbicos en el año 2030 gracias a las bombas de calor. Todo indica que solo hay un camino y el Viejo Continente ya ha empezado a recorrerlo, tal y como revela el hecho de que se hayan instalado tres millones de bombas de calor en 2022 y la proyección de la UE sea aumentar esta cifra, como mínimo, en diez millones más hasta 2027.