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Hacia otras políticas urbanas

La innovación social se sostiene en tres patas: el cambio debe mejorar las condiciones de vida de las personas a las que afecte; debe plantear una forma distinta y alternativa de hacer las cosas; y que ello cambie las relaciones de poder, es decir, que sirva para hacer partícipe y dar más responsabilidad a a la ciudadanía. Es una de las conclusiones planteadas en la investigación Políticas Urbanas en el escenario 2015. Tras 30 años de democracia local análisis y propuestas sobre resiliciencia y nuevas políticas urbanas, cuyos resultados finales se han presentado recientemente.

Dirigida por el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Subirats, la investigación ha sido llevada a cabo por un equipo multidisciplinar formado por nueve universidades, que durante los dos últimos años ha analizado lo que ocurría en las ciudades durante la crisis.

Para ello, estudiaron en una primera parte las urbes más pobladas de las 17 comunidades autónoma -desde Barcelona, Madrid, Vigo, Gijón, Bilbao, Badajoz o Sevilla. El objetivo de la investigación consistía en saber cuáles eran las vulnerabilidades en todas ella en función a cuatro patrones: la cohesión social, el desarrollo económico, el habitat urbano -desde la movilidad a la producción de energía- y la gobernanza. “Cuanto más grande es la ciudad la desigualdad es mayor”, explica Subirats, experto en gestión y políticas públicas.

Grandes vulneralibilidades

Las grandes vulnerabilidades en todas las urbes tenían que ver con la adaptación al cambio climático, el envejecimiento de la población o la dependencia del sector inmobiliario. Vieron que la huella ecológica tenía un “alto grado” en Murcia, Logroño y Bilbao frente a “los sorpresivos buenos resultados” de Las Palmas de Gran Canaria, Madrid, Sevilla o Málaga como detallan en la investigación .

La segunda parte del proyecto pretendía analizar cómo estaban respondiendo ante la crisis y ver qué alternativas urbanas “estaban emergiendo en el cambio de época”. En esta segunda parte se tomaron como referencia las 10 ciudades más pobladas. Realizaron 150 entrevistas -entre 15 y 20 en cada una de las urbes- a políticos, técnicos municipales, expertos y miembros de movimientos sociales.

Se encontraron con tres formas de entender y ver la crisis. “Había una mirada más continuista, es decir, los que creen que esto solo es una etapa y que cuando pase se volverá al ladrillo; los que creen que hay que hacer una mejor redistribución de los recursos y unos terceros que afirman que estamos ante un cambio de época y que no se puede seguir haciendo lo que se ha hecho hasta ahora”, explica el catedrático. Los investigadores concluyen que “los indicadores ponen de relieve el agotamiento de las respuestas diseñadas con anterioridad. No es solo una crisis en diversos ejes sino que se trataría de una agotamiento del ciclo anterior”.

Innovación social desde la ciudadanía

La tercera parte tenía como objetivo analizar la innovación social urbana a través de diferentes ejemplos. Analizaron las experiencias de la Plataforma de Afectado por la Hipoteca en Madrid, la ocupación vecinal de una de las naves de Can Batlló en Barcelona o la corrala Utopía en Sevilla, entre otras experiencias impulsadas desde la ciudadanía. Y en esta tercera pata acotaron su definición de innovación social como aquellas iniciativas iniciadas o dirigidas por actores sociales con el apoyo o no de instituciones públicas y privadas que tienen por objetivo satisfacer y mejorar necesidades sociales básicas, que suponen una alternativa a lo ya establecido y que aspiran a transformar las relaciones de poder.

En muchas de estas iniciativas hemos visto cómo se ha pasado de la transgresión a la transacción”, subraya Subirats. Y pone como ejemplo la ocupación vecinal de Can Batlló en Barcelona y cómo luego el Ayuntamiento cedió a los colectivos el uso de una nave que permanecía abandonada. Para el catedrático, la crisis ha traído unas nuevas formas de hacer política que han llegado para quedarse. “Estamos ante un cambio de ciclo y la ciudadanía exige una gestión desde la participación”, concluye.