“¿Qué hacemos todavía aquí?” Testimonios desde X, una red social en decadencia
La gente está desencantada con el antiguo Twitter (ahora X). “¿Qué hacemos aún en esta putrefacta red social?”, escribe en la plataforma la cantante Miren Iza (Tulsa). Le lanza la pregunta a los que todavía merodean por sus esquinas intentando encontrar algo útil que llevarse a la mente. “Pues la verdad es que antes me gustaba informarme, conocer otros puntos de vista. Ahora opino igual que tú”, contesta alguien con el nombre de Lila Rico. “Esta cuenta queda relegada a una mera herramienta de promoción”, anunciaba hace unos días la escritora Alana Portero en un tuit que ha fijado en lo alto de su feed. “No voy a aportar contenido activo alguno a esta red cuyo dueño ha convertido en una máquina de propaganda ultraderechista y de odio”. Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, también ha salido: “Cuando me uní, en 2008, Twitter era un espacio abierto donde compartir información y opiniones. Ahora, sin embargo, se ha convertido en un lugar lleno de odio, intolerancia y mentiras”.
Cuando entras en el navegador y escribes “twitter” en la barra superior, todavía aparece, por un brevísimo instante, la dirección web de “https://twitter.com/home”. Luego, como si la aplicación intentara esconder su verdadera naturaleza, cambia muy rápido, casi automáticamente, a “https://x.com/home”. Es difícil conseguir que Twitter deje de ser Twitter. Ahora, el nombre de la “plaza pública de Internet” —así la definió Elon Musk antes de comprarla hace dos años— es técnicamente X, así, una letra, y las cosas que contiene parecen más propios de una habitación cerrada con pestillo que de cualquier lugar público. Por nombrar algunas: altavoz de su único propietario, vómito de vídeos virales, asidero de fake news, máquina ahuyentadora de anunciantes, quebradero de cabeza de los académicos que la usaban para compartir y aprender de otros, y un herramienta cada vez más rota que algunos hasta ahora usaban para cultivar contactos laborales o comunidades de intereses con los que difícilmente consiguen reencontrarse en otras plataformas.
Hubo un tiempo pasado en el que Twitter era mejor. Auxi Barea fue de las primeras usuarias de la red social en España, hace más de 15 años. “Siempre me ha gustado mucho”, cuenta por teléfono. “Pero la verdad es que cada vez es un sitio menos amable. Cada vez cuesta más entrar en la plataforma y disfrutar, ya no es ese lugar donde conversar, reírse y tener otro tipo de experiencia, conocer otras perspectivas”, explica. Todavía no ha perdido la esperanza: “Creo que si sabes trabajar bien el algoritmo, Twitter todavía tiene perfiles interesantes, porque hay gente aportando valor de forma diferencial”. Uno de los que le permite mantener esa esperanza es @leyendoenmetro, un perfil que publica fotos de gente leyendo en el metro y el nombre de los libros. “Pero no sé qué será del futuro de la plataforma, porque cada vez es menos disfrutable”.
La llegada de Elon Musk fue un punto y aparte en la historia de la empresa. Tras la adquisición, despidió a la mitad de la plantilla y empezaron los problemas con el sistema de verificación, que terminó siendo de pago. La moderación de contenidos está en declive y el algoritmo parece que busca maximizar el número de visitas, y poco más. El resultado es palpable: “X se ha visto afectado por un estancamiento en el crecimiento de usuarios”, aseguraba el Financial Times hace un mes. El número de usuarios activos diarios en el segundo trimestre del 2024 ha sido de 251 millones, un 1,6% más que en el mismo periodo del año pasado. El crecimiento es mínimo comparado con los dos dígitos que caracterizaban a la plataforma antes de la compra de Musk en 2022.
Cada vez es un sitio menos amable. Cuesta más entrar en la plataforma y disfrutar, ya no es ese lugar donde conversar, reírse y tener otro tipo de experiencia, conocer otras perspectivas
Otras plataformas han intentado ocupar el hueco que se abría. Pero parece que no lo consiguen. Mark Zuckerberg aseguró que Threads tenía 175 millones de usuarios activos mensuales en 2023, pero la empresa de análisis Sensor Tower cree que en realidad está en torno a los 38 millones. Mastodon, otra candidata a ocupar el trono, se ha estancado en el millón de usuarios activos diarios, según Mastodon Analytics, después de alcanzar los 2,5 millones poco después de que Musk comprara a su rival. Zoe Williams, columnista de The Guardian, cuenta su intento de huida de Twitter en un texto reciente. “Me uní a Mastodon, pero rápidamente me di cuenta de que nunca conseguiría los 70.000 seguidores que tenía en Twitter. No es que quisiera la atención en sí, pero hay algo inquietante y un poco deprimente en un feed de redes sociales que no se actualiza con la suficiente frecuencia”, se lamentaba.
Brasil acaba de experimentar la migración en masa a otra plataforma. El sábado 31 de agosto, Twitter dejó de estar disponible en los teléfonos. Fue la respuesta de un juez brasileño al “reiterado incumplimiento de órdenes judiciales” de la compañía. Los 22 millones de usuarios de la plataforma se quedaron, por unos instantes, sin un lugar en el descargar sus rabias y enterarse de la realidad. Luego se mudaron masivamente a Bluesky. Cuatro días después de la prohibición, la red social había sumado 2 millones de usuarios, según TechCrunch. Elon Musk acusó al magistrado de ser “un dictador” y de dictar “órdenes ilegales para censurar a sus opositores políticos”. De nuevo, el dueño se convirtió en el centro de la polémica, y todavía no ha conseguido devolver Twitter a los brasileños.
Margot Rot, escritora y filósofa acostumbrada a reflexionar sobre la virtualidad (publicó recientemente el ensayo Infoxicación con Paidós), no está de acuerdo con este discurso tan derrotista. “Yo creo que es un cansancio coyuntural”, defiende. “Yo no creo que la gente odie Twitter. Puede que te encienda un poco lo que lees, pero bueno, también necesitamos tener algo contra lo que rebotar tus propios pensamientos”. Aunque también es cierto que la aplicación está pasando por un momento extraño. “Me salen tuits inverosímiles, fruto de un algoritmo que parece que no funciona, y eso suscita cierta gana de irse”. Pero de esa frustración momentánea a cambiar de plataforma, hay un paso. Para ella, la aplicación todavía es importante: “Si te vas de Twitter es como si te vas de una parte del presente”.
Yo creo que es un cansancio coyuntural. No creo que la gente odie Twitter. Puede que te encienda un poco lo que lees, pero bueno, también necesitamos tener algo contra lo que rebotar tus propios pensamientos
Muchos se sienten atrapados en esa tesitura. Twitter es el lugar al que uno va para actualizar su visión particular del mundo, pero cada vez tiene que pagar un precio más alto. Hasta los académicos se quejan. “Si el mundo académico de X se hunde, ¿hacia dónde irán las organizaciones dedicadas a la investigación?”, se pregunta Andy Tattersall, profesor de la London School of Economics, en un artículo publicado a principios de mes. “Para el mundo de la investigación, X puede ser un poco como la banda del Titanic, que sigue tocando mientras el barco se hunde”, lamenta. Un análisis de la Columbia Business School asegura que los usuarios de Twitter ha cambiado desde la llegada de Musk: “Están menos interesados en hechos imparciales. Las cuentas de verificadores de datos y de medios de comunicación imparciales reciben un 52% y un 27% menos de interacciones, respectivamente. Y las fuentes menos fiables están recibiendo más atención”.
Fernando López-Pita es el fundador de Sustrato, una comunidad de autores independientes. Ha entrado a la red social más por necesidad que por gusto. “No me queda otra que estar ahí. Twitter es la primera fuente de emisión de todo lo relevante que ocurre en muchos ámbitos”, analiza, “y hay que estar ahí si quieres tener esa información de primera mano”. Es consciente del precio que está pagando: la pestaña donde el algoritmo le suministra contenido se le ha llenado de “accidentes, violencia, noticias falsas y hasta contenido pornográfico”. Y termina de contar su experiencia con una frase categórica, que resume el momento actual la red social: “Cada vez hay que rebuscar más en la mierda para encontrar un diamante”.
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