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La relación entre la ansiedad y la diabetes es compleja. Entre otras razones, porque es bidireccional. Por un lado, “el manejo de una afección de largo plazo como la diabetes es una fuente significante de ansiedad para algunas personas”, tal como explica el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
De acuerdo con este organismo, el riesgo de que una persona con diabetes sufra de ansiedad en algún momento de su vida es un 20% superior al de alguien sin esa enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada once personas adultas en el mundo ya son diabéticas.
Pero además, por el otro lado, la ansiedad y el estrés pueden ser un factor de riesgo para desarrollar diabetes. O para empeorarla, en el caso de que la enfermedad ya esté presente. Un estudio reciente aporta nuevas pruebas al respecto.
Más ansiedad y preocupación, más riesgo de diabetes
Los hombres con más altos niveles de ansiedad, estrés y preocupación general tienen una mayor tendencia a desarrollar -en edades más tempranas- factores de riesgo relacionados con la diabetes y también con enfermedades cardiacas.
Esa es la principal conclusión de una investigación publicada el mes pasado por científicos de Estados Unidos. El trabajo analizó datos de 1.561 hombres obtenidos a lo largo de cuatro décadas: desde 1975 hasta 2015.
Los factores de riesgo de diabetes y enfermedad cardíaca considerados por el estudio fueron datos acerca de la presión arterial, el colesterol total, los triglicéridos, la obesidad, los niveles de azúcar en la sangre y la tasa de sedimentación de eritrocitos, un marcador de inflamación.
En todas las franjas de edad, los participantes del trabajo con más altos niveles de ansiedad y preocupación mostraron un mayor número de factores cardiometabólicos de alto riesgo. En general, la ansiedad aumentó en un 13% las probabilidades de tener seis o más factores de riesgo de enfermedad cardiometabólica.
Y seis o más de esos factores sugieren que “es muy probable que un individuo desarrolle o ya haya desarrollado una enfermedad cardiometabólica”, apuntó Lewina Lee, la directora de la investigación.
“Nuestros hallazgos -añadió la especialista, quien además es profesora de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston- indican que los niveles más altos de ansiedad o preocupación entre los hombres están relacionados con procesos biológicos que pueden dar lugar a enfermedades cardiacas y condiciones metabólicas”.
Quizá más importante que eso es el hecho de que “estas asociaciones pueden estar presentes en la vida mucho antes de lo que comúnmente se cree, incluso durante la niñez o la adultez temprana”, añadió Lee.
El estrés y la glucosa en la sangre
Los científicos aclararon que los resultados de esta investigación deben tomarse con cautela, porque todos los participantes eran hombres, casi todos blancos y todos de mediana edad (la edad promedio era de 53 años) cuando se comenzaron a recabar datos.
Pero, como se ha señalado, este estudio es uno más de los muchos que desde hace tiempo muestran una relación entre los altos índices de ansiedad y la diabetes. Una revisión de estudios publicada por científicos de la Universidad de Ámsterdam en 2010 ya la destacaba.
De acuerdo con ese trabajo, las evidencias sugieren que la ansiedad -y también los problemas para dormir y para controlar la ira, la hostilidad y el estrés emocional general- “están asociados con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2”.
No obstante, no se han hallado hasta ahora las explicaciones concretas acerca de cómo es esa relación. Es decir, el mecanismo a través del cual los altos niveles de ansiedad propiciarían la aparición de la diabetes. Pero sí hay algunas hipótesis.
Una de ellas tiene que ver con la influencia de la ansiedad sobre los niveles de glucosa en la sangre. Y esto se produce porque el cortisol -la llamada “hormona del estrés”, porque sus niveles aumentan en situaciones de tensión- libera glucosa, parte de la cual va a la sangre. El exceso de glucosa en la sangre es uno de los detonantes de la diabetes.
El aumento de glucosa tiene la función de “proporcionar al cuerpo un combustible inmediato”, puntualiza un trabajo de expertos cubanos sobre la cuestión. Ese combustible resultaba clave como mecanismo de supervivencia ante situaciones de peligro para los seres humanos hace muchos siglos.
Pero se trata de un circuito fisiológico diseñado para “situaciones de estrés a corto plazo”. Cuando el estrés no aparece como respuesta a una situación puntual sino que se mantiene durante mucho tiempo, y en algunos casos se hace crónico, trae aparejadas muchas consecuencias negativas.
Algunas de esas consecuencias son unos hábitos de vida poco saludables. A menudo, las personas con altos índices de estrés y ansiedad asumen comportamientos perjudiciales, como seguir una dieta desequilibrada, realizar poca actividad física, dormir mal, fumar y consumir alcohol en cantidades excesivas.
Y no solo eso: el estrés crónico y la ansiedad también debilitan el sistema inmune. Todos estos efectos son factores de riesgo de diabetes tipo 2, además de serlo de otras enfermedades y problemas. Por eso resulta tan importante hacer todo lo posible por reducir la ansiedad y evitar que las situaciones de estrés se extiendan demasiado.
La diabetes como causa de más ansiedad y estrés
Por lo demás, como se ha mencionado, también la propia condición de diabético es causa de ansiedad, estrés u otras sensaciones como frustración, desánimo, preocupación o cansancio de todas las medidas que se deben tomar a diario contra la enfermedad.
En concreto, la mitad de las personas con diabetes, y casi la mitad de sus familiares (el 45,5%) “refieren un alto nivel de estrés emocional” asociado con la dolencia. El 13,9% de los pacientes, además, presenta riesgo de una posible depresión. Así lo establece un estudio realizado por investigadores españoles.
Las consecuencias son negativas por partida doble. En primer lugar, por el ya citado aumento de glucosa en la sangre producido por el estrés. En segundo, porque -como señala también la investigación- “el estrés emocional derivado de vivir con la diabetes puede afectar negativamente la adherencia al tratamiento”.
De ese modo, también se deterioran el control de la enfermedad y, en general, la calidad de vida. Por eso, completa el texto, “la atención a la diabetes requiere un abordaje integral que contemple tanto los aspectos biomédicos como los psicosociales”.
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