Te levantas y, mientras te haces el desayuno, escuchas un pódcast. De camino al trabajo, te pones otro. Vuelves a sintonizarlo en la pausa para el café, en el viaje de vuelta a casa, cuando sacas al perro, mientras preparas la cena. Al hecho de tener constantemente una pantalla delante, últimamente le hemos sumado el llevar todo el día los oídos ocupados.
Es la gran paradoja de un mundo en el que se venden a millones los libros de autoayuda que ensalzan el mindfulness e invitan a desconectar y estar presente en el día a día para ganar bienestar. De hecho, cabe preguntarse: con el input constante de contenido de redes sociales, series, noticias, e-books y ahora pódcast (un formato que consumimos con mucha más fruición que la radio convencional) en nuestro cerebro, ¿cómo es posible seguir teniendo ideas cuando, aparentemente, no tenemos la mente 'en blanco' ni un segundo para reflexionar?
La respuesta es que, efectivamente, tenemos menos ideas. David Sales, psicólogo especializado en adicciones tecnológicas y salud digital, cuenta a elDiario.es que este universo de 'conexión' constante a los contenidos empieza a mostrar sus consecuencias en nuevos estudios que reflejan que “cada vez pensamos menos, que tenemos una menor capacidad de reflexión, de introspección, de analizar por qué sentimos lo que sentimos”. El trabajo La abundancia de información reduce nuestra capacidad de atención colectiva, publicado en 2019 por la Universidad Técnica de Dinamarca, es un claro ejemplo de ello.
“Nuestro cerebro, ya habituado al dopaminazo [el chute de dopamina que nos proporciona consumir nuevo contenido], encuentra estas formas de pedir discretamente que le des su nueva dosis. Y cuanto más saturados estamos de información, más complicado resulta concentrarnos. Entonces es más difícil despejar la mente para tener ideas frescas y también para recordar cosas. De ahí la importancia de ser conscientes de nuestro consumo de contenidos”, escribe Roger Casas-Alatriste en Tu atención, por favor (LID Editorial, 2023).
Nuestro cerebro, ya habituado al 'dopaminazo' [que nos proporciona consumir nuevo contenido], encuentra estas formas de pedir discretamente que le des su nueva dosis. Y cuanto más saturados estamos de información, más complicado resulta concentrarnos
Es fácil sentirse identificado con ese 'chute': “Mi propio consumo de pódcast obedece a un impulso difícil de ignorar: tal y como, frente al momento en blanco, abrimos Instagram casi como por instinto, así le doy al play para llenar cualquier momento de silencio que se abra ante mí”, cuenta a este medio María F., periodista y consumidora habitual de este formato.
Para Casas-Alatriste, el hecho de que haya crecido el número de personas con problemas de ansiedad a nivel mundial (aumentó un 50% entre 1990 y 2013, en un período de poco más de 20 años, según la OMS) puede estar relacionado precisamente con esa “cultura del check-in”, que nos tiene constantemente 'chequeando' nuevos contenidos. “Podemos plantear la hipótesis de que existe una correlación entre el aumento en el consumo de contenidos y esta cultura del check-in con la disminución de nuestra atención y el aumento de enfermedades mentales como la ansiedad o la depresión”, explica en el citado libro.
Por su parte, Sales añade: “A nivel psicológico, el problema está en buscar siempre algo para 'rellenar' esos huecos de tiempo que tenemos; lo ideal es adquirir las herramientas necesarias para aprender a convivir con nosotros mismos y nuestros pensamientos, que nos generan esa ansiedad que mucha gente siente cuando está sola. En su lugar, lo que hacemos es apartar esos pensamientos, silenciarlos con un pódcast para no encontrarnos solos, para sentir que tenemos a alguien hablando con nosotros continuamente”. Esta acción se podría equiparar, en su opinión, a ese 'dejar la tele de fondo' de las personas mayores –aunque, como veremos a continuación, el 'efecto antisoledad' es mucho más intenso en este nuevo formato digital–.
Asimismo, según Sales, este miedo a la soledad sería aún más potente entre las generaciones más jóvenes, las que han sido en mayor medida 'criadas' por los dispositivos tecnológicos. Es el típico “Me está molestando el niño, así que le pongo la tablet para que vea algo y me deje tranquilo”, en palabras del especialista. “Cuando hacemos esto en lugar de dedicarle tiempo a nuestros hijos, que es lo que desarrolla vínculos fuertes, estamos potenciando su futura soledad, pues son esos vínculos los que harán que no se sientan solos el día de mañana, a pesar de que pueda haber distancia física entre nosotros”.
A nivel psicológico, el problema está en buscar siempre algo para 'rellenar' esos huecos de tiempo que tenemos; lo ideal es adquirir las herramientas necesarias para aprender a convivir con nosotros mismos y nuestros pensamientos
Los pódcast acompañan
“Escucho pódcast por no escucharme a mí mismo”, cuenta Aitor, cineasta, resumiendo perfectamente una sensación de sobra conocida para muchos. Santy, una vecina, me dice: “Los escucho de camino al trabajo y cuando vuelvo a casa. Son 40 minutos cada vez, y la música, aunque sea elegida, me acaba aburriendo. Además, especialmente cuando vuelvo de noche, hacen que no me sienta tan sola”.
De hecho, fue en un gran momento de soledad, el encierro durante la pandemia, cuando eclosionaron los pódcast en España. “Los grandes promotores del pódcast tomaron al principio la noticia del confinamiento como un pésimo augurio, ya que se pensaba que el pódcast era un formato perfecto para la itinerancia, para el movimiento (para escuchar en un paseo, en un trayecto en coche, tren o avión) (…) Sin embargo, los meses de encierro fueron el perfecto caldo de cultivo para que la gente, encerrada, comenzase a redescubrir el pódcast”, se lee en Tu atención, por favor.
Quizá aquí, en esta 'soledad' percibida, radique una de las claves del vertiginoso crecimiento de la escucha de pódcast en España, el país europeo donde más se consume este contenido según el informe 2023 de Digital News Report, elaborado por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford y la Universidad de Navarra.
Esto cobra aún más sentido cuando leemos titulares como: “Casi el 40% de las personas que sufren soledad no deseada son jóvenes, una cifra que dobla a la de los mayores de 65 años”. Aunque tras años de constatar que la soledad es un sentimiento más persistente entre la tercera edad esto suene paradójico, los datos los arroja el Observatorio Estatal en el primer estudio que mide esta cuestión. El informe calibra los costes de la soledad no deseada, que alcanza al 13,4% de la población –más a las mujeres, y con una media de seis años en esa situación–, con efectos negativos sobre la salud física y mental y la calidad de vida de las personas que la sufren, así como con importantes costes económicos.
“Sin duda alguna, hay una inclinación generacional en la escucha de pódcast”, explican los responsables de Podimo a elDiario.es. “Por un lado, están los millennials, que ya se han hecho con la tecnología, y gran parte de los contenidos que consumen son en formato digital. Pero también tenemos a los gen Z, esa audiencia mucho más joven compuesta por la primera generación auténticamente nativa digital. A ellos, la cultura, la música y lo audiovisual les generan mucho interés, y son elementos que forman parte de los pódcast”.
El público, en general, ve los pódcast como una fuente que 'aporta información práctica y consejos' e 'información fiable y creíble', y parte de esta la reciben de personalidades, en el caso de los jóvenes, de figuras e 'influencers' que son sus referentes
Esto se ve reflejado en los datos del Estudio de Audio Digital 2023 de IAB Spain, que aporta Podimo: “El público, en general, ve cómo los pódcast son una fuente que 'aporta información práctica y consejos' así como 'información fiable y creíble' y parte de esa información la reciben de personalidades, en el caso del público más joven, de figuras e influencers que se han convertido en sus referentes. Quieren conocer sus opiniones y puntos de vista sobre diferentes temas y verlos en escenarios posiblemente distintos a aquellos en los que se suelen desarrollar y entablar esa cercanía. Asimismo, las temáticas tan definidas y al mismo tiempo amplias fomentan esas comunidades: es mucho más sencillo, por medio de la afinidad a un pódcast, encontrar a personas con las que compartas más de una cosa en común y formar parte de ese círculo”.
Intimidad y sentido de pertenencia: así te 'abrazan' los pódcast
Este sentimiento de pertenencia se evidencia, especialmente, en el caso de pódcast que tienen lugar en directo, como La Ruina o Deforme Semanal Ideal Total. Ambos cuentan con la participación del público, lo que crea una mayor sensación de comunidad, de tribu, una realidad que podría tener aún más poder a la hora de desbancar la soledad.
A esto hay que sumarle el fenómeno de las relaciones parasociales, descrito por los sociólogos Donald Horton y R. Richard Wohl en 1956. En los albores de la televisión, estos profesionales ya detectaron que se creaban potentes conexiones entre la gente de a pie y los personajes ficticios y las celebridades que salían en los medios, sin que existiese entre ellos una interacción real o directa.
Este concepto se ve multiplicado exponencialmente en la era de las redes sociales, cuando no solo conocemos la cara pública del podcaster, sino también, en muchas ocasiones, qué toma para desayunar y cuál es su marca de pijamas favorita. Ocurre de manera flagrante en casos en los que influencers se ponen al mando de programas de audio digital, como sucede con Entre el cielo y las nubes, presentado por Laura Escanes.
Pero, además, ocurre algo con los pódcast que no sucedía con la misma potencia en la radio habitual: debido a la 'informalidad' del formato (a veces, tan solo aparente), caracterizado por la naturalidad y la espontaneidad tanto de presentadores como de participantes, parece más fácil percibir a la persona que se esconde tras el personaje.
En El sentido de la birra, por ejemplo, Ricardo Moya no oculta sus opiniones y tendencias políticas frente a los entrevistados. Asimismo, son muchas las que conocen a Sindy Takanashi por su activismo y por compartir instantes de su vida en redes, lo que amplía su presencia en el pódcast feminista Queridas hermanas y el programa de entrevistas Utameda, que codirige junto a su pareja, Darío Eme Hache.
Ocurre algo con los pódcast que no sucedía con tal potencia en la radio: la 'informalidad' del formato (a veces, solo aparente), caracterizado por la naturalidad y la espontaneidad, hace que parezca más fácil percibir a la persona tras el personaje
“La escucha de un pódcast es, probablemente, una de las formas de consumo más íntimas que puede haber. Con los auriculares puestos te sumerges en el universo que te propone la narración y que es solo para ti”, reflexiona Casas-Alatriste en su libro.
Efectivamente: frente a la televisión o la radio generalistas, que han de satisfacer a un público muy amplio, los pódcast solo deben hacer lo propio con un nicho muy concreto de la población.
“Este formato está mucho más personalizado y se dirige al oyente concreto, a veces, incluso, directamente (pidiendo su opinión en algunos temas o preguntándole si quiere que profundice en ciertas cuestiones en siguientes programas)”, reflexiona David Sales. “Esto genera una falsa sensación de cercanía, que hace que nos sintamos muy ligados a estos personajes, aunque no los conozcamos directamente. Sentimos que sabemos mucho de esas personas, que, además, nos cuentan parte de su vida; parece que los conociésemos tanto como a un amigo de toda la vida. Esto genera un fuerte sentimiento de pertenencia, que es una de las necesidades básicas del ser humano: necesitamos sentirnos incluidos en algún grupo o colectivo, y todos los seguidores de un mismo pódcast se sienten claramente parte de un grupo”.
No obstante, Sales aclara que los pódcast –como sucede con el resto del software– no son nocivos per se, mientras no se haga un uso excesivo de los mismos. Aunque, teniendo en cuenta los datos que afirman que los españoles emplean el 35% de su tiempo diario (unas 5 horas y 45 minutos) en consultar ordenadores y teléfonos móviles, ¿acaso no hacemos todos un uso 'excesivo' de estas tecnologías? En cualquier caso, lo importante es, según abunda el profesional, “tener las herramientas necesarias para ser personas capaces de convivir con nosotros mismos, de estar a solas con nuestros pensamientos”.