Enamorarse después de los sesenta

Existe en nuestra sociedad la idea generalizada de que el amor de pareja es algo propio de la juventud. Al igual que ocurre con las relaciones sexuales, pareciera que, después de los sesenta años, el enamoramiento es algo que “no debiera pasar”. “De hecho, cuando los mayores muestran abiertamente un interés sexual o amoroso por alguien, en ocasiones los vemos como algo 'que ya no toca', o ridículo, o anormal, propio de 'viejos verdes'”, explica Feliciano Villar, doctor en psicología y coordinador del Grupo de Investigación en Gerontología (GIG) de la Universidad de Barcelona.

“Sin embargo, hoy sabemos perfectamente que los mayores son perfectamente capaces de enamorarse y continúan teniendo deseos e intereses sexuales”, añade Villar. “Son fenómenos que no dependen de la edad”. Más allá de esa certeza científica, los tabús siempre son difíciles de erradicar. Por ello, la duda acerca de si “es posible” enamorarse después de los sesenta todavía es, en cierta medida, un punto a considerar.

“No por su realidad, sino por su construcción mítica: deberíamos pensar qué pasó con una cultura que negó esta posibilidad, como si el amor a esta edad se volviera solo de una manera tierna o infantil, y no ligado a lo sensual”, propone Ricardo Iacub, también doctor en psicología, especializado en gerontología, autor de Erótica y vejez y una docena de otros libros sobre problemáticas vinculadas con los adultos mayores.

¿Cómo es enamorarse después de los sesenta?

Si bien desde un punto de vista científico el enamoramiento después de los sesenta no es muy distinto del que ocurre a los veinte, hay varias y notorias diferencias. La primera es que, mientras en la juventud la expectativa de enamorarse es una presencia casi permanente, para los adultos mayores a menudo resulta un hecho inesperado. Saben que la posibilidad existe, pero, como provienen de la misma sociedad que lo ve como algo más bien extraño, “se sorprenden de su propia posibilidad de enamorarse”, apunta Iacub. 

Luego es la propia experiencia la que lleva a vivirlo de otra manera. Los adultos mayores “son más conscientes de la relatividad de los sentimientos, de que con el tiempo las cosas pueden cambiar”, apunta Villar. Como consecuencia, estas personas “no van con una actitud tan ciega como quizá sí van los adolescentes o jóvenes, sino con una actitud más prudente”.

Y sin embargo esa prudencia no le quita intensidad al amor. Todo lo contrario. Iacub, que para sus trabajos recogió numerosos testimonios de personas que han vivido esta experiencia, cuenta que la sensación que muchas expresan es: “Ahora es más intenso que en otro momento”. Esto se debe a varios motivos.

Por un lado, una buena parte de los miembros de esa generación se casaron para salir de sus casas y no tuvieron matrimonios felices. Por otro, haber sufrido la soledad, que puede ser muy apremiante. “A esta edad lo valoras más porque sabes lo que es el vacío”, es otra de las respuestas recurrentes citadas por el investigador.

Es cada vez más frecuente, por cierto, que las personas mayores formen parejas pero no dejen de vivir por separado, cada uno en su casa. “Son capaces de compartir emociones y pasarlo bien juntos, incluida la dimensión sexual, pero al mismo tiempo valoran mantener ciertas esferas de privacidad y cierto espacio personal”, detalla Villar. De este modo, acceden a “lo mejor de los dos mundos: aprovechar lo bueno que tiene estar en pareja y no tener que ceder en modos de hacer cotidianos con los que ya se está a gusto”. 

Diferencias de género

Montserrat Celdrán, también doctora en psicología y miembro del GIG de la Universidad de Barcelona, destaca que, según algunos estudios, las parejas entre adultos mayores son más habituales entre los hombres que entre las mujeres. Por su parte, una investigación de 2004, realizada en Estados Unidos, señalaba que solo los hombres viudos con poco apoyo social por parte de sus amigos mostraban más interés que las mujeres en volver a estar en pareja.

Existe, además, para el caso de las personas heterosexuales, un problema cuantitativo: a partir de los sesenta años de edad, hay más mujeres que hombres. De acuerdo con los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en la franja de 60-75 años la diferencia no es tan grande, pues del poco más de 7 millones de personas que constituyen esa población, el 53 % son mujeres y el 47 % hombres. Pero a partir de los 75 años se hace más importante: las mujeres son el 61 % del total de 4,3 millones de personas. Esto quiere decir que, entre los mayores de 75, hay casi un millón de mujeres más que de hombres.

Las mujeres también sufren con más frecuencia las presiones de los hijos, por lo general los hijos varones, quienes suelen tener “reacciones más bien paternalistas”, dice Celdrán. Esos hijos se oponen a las nuevas relaciones y en ocasiones incluso interceden para intentar que esa historia se termine. Por supuesto, se debe procurar que eso no ocurra. “La clave es la comunicación clara entre las partes -explica la psicóloga-, exponer los temores y las oportunidades que plantea la nueva relación, y siempre intentar poner la decisión y el bienestar de la persona mayor en primer lugar”.

Consejos para romper los tabús y animarse

¿Qué consejos se pueden dar para tratar de romper los tabús y los obstáculos sociales y ayudar a que los adultos mayores se den la oportunidad de enamorarse? Feliciano Villar destaca la importancia de “vivir la vida de acuerdo con los propios criterios y prioridades, especialmente en la vejez, cuando quizá se es más libre en cierto sentido, tras haberse liberado de compromisos laborales y de crianza”. También pone énfasis en la capacidad de “valorar el presente y aprovechar lo que uno tiene hoy”. Y en atreverse a llevar el control de la propia vida y “evitar que otros decidan por ti”.

Las palabras de Ricardo Iacub van en el mismo sentido: “Aquellos que puedan encontrar una pareja, que no le tengan miedo a lo que puedan decir los demás”. Y, como una forma de animar, recurre una vez más a los testimonios recogidos durante su trabajo: “Es como empezar la vida de vuelta”, “Tener amor y no tenerlo es una de las diferencias más fuertes que puede haber”.

“No hay compañía como la compañía de una pareja -subraya Iacub-. Debemos tenerlo claro. Uno puede hablar de redes de apoyo y de un montón de cuestiones que por supuesto son importantes, pero ni los hijos ni nadie da el apoyo que da una pareja que medianamente funcione”. Y es que en la pareja interviene una cuestión clave: el deseo.

Es lo que hace que alguien se sienta acompañado, saber que hay alguien que se interesa por uno, que lo espera, que lo quiere. Es algo a lo cual, señala este especialista, “la sociedad debería dar muchísimo más valor, porque tiene que ver con la salud, con el bienestar, con la vida, con todo”.

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