A menudo se habla de los beneficios del sexo para la salud. Pero ¿también se cumple la regla a la inversa? ¿Acaso la falta de sexo es perjudicial? La ciencia hasta el momento no ha hallado evidencias que permitan afirmarlo de forma categórica. En cualquier caso, lo seguro es que la abstinencia sexual impide gozar de las ventajas de una vida sexual activa. Y también que puede haber ciertas consecuencias negativas a nivel psicológico.
Esas consecuencias negativas se producen cuando la falta de sexo no se debe a una decisión propia -que puede estar basada en motivos morales, religiosos o de otra índole- sino a que la persona desearía tener relaciones pero existen obstáculos que se lo impiden. Por ejemplo, porque le genera dolor. Un estudio realizado por científicos de Bélgica determinó que las mujeres con dispareunia (el dolor o la molestia ocasionada por el coito) veían afectada su autoestima y quedaban más expuestas a sufrir cuadros de depresión y ansiedad.
Otro factor importante es el estrés, que en su relación con el sexo establece una especie de círculo vicioso o virtuoso, según el caso. Es bien sabido que un elevado nivel de estrés constituye una de las principales causas de la inhibición del deseo sexual. Pero también se ha comprobado que las relaciones sexuales contribuyen a reducir los niveles de estrés.
Es decir que, si la abstinencia sexual se debe al estrés, no encontrar los momentos de relajación o de tranquilidad para tener sexo es perderse un recurso para que ese estrés se reduzca. Un trabajo científico, además, halló que son los coitos vaginales los que más contribuyen con la reducción del estrés, más que cualquier otra actividad sexual.
Deseo sexual, neurogénesis y agresividad
De la misma forma, el deseo sexual es mayor cuando se mantienen relaciones sexuales con regularidad, y cuando estas no se producen, el deseo se reduce. La razón es estrictamente química. Durante el acto sexual, el cuerpo segrega grandes cantidades de endorfinas (leer los nueve beneficios de la masturbación, más allá del orgasmo), unos neurotransmisores que producen bienestar y felicidad.
Quien practica sexo con regularidad tiene muy presentes -aun de manera inconsciente- estas sensaciones placenteras y desea volver a tenerlas. Cuando alguien, en cambio, pasa mucho tiempo sin practicarlo, esa conexión se pierde, como si el cuerpo lo “olvidara”. La libido, en esos casos, se canaliza en otras direcciones.
Algunos trabajos científicos también han llegado a la conclusión de que la actividad sexual contribuye con la producción de nuevas neuronas, algo especialmente valioso en las personas de más edad. En concreto, un artículo de 2013 sugería que -en un experimento realizado con ratas- “la experiencia sexual repetida puede estimular la neurogénesis en adultos y restaurar la función cognitiva”.
Aunque en ocasiones esto se simplifique con la frase “el sexo te hace más inteligente”, el verdadero valor estaría en la posibilidad de prevenir los problemas de memoria y otras afecciones, como la demencia y el alzhéimer. Pero también en este caso no se trataría de un perjuicio en sí mismo, sino de un beneficio del sexo que, quienes no lo practican, no pueden aprovechar.
Hay una posibilidad más: la de que la falta de sexo tienda a hacer a las personas más agresivas. Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (SEIS), dedicó su libro Sed de piel (basado en tu tesis doctoral) a la necesidad de contacto, apego y cariño del ser humano, y a cómo en ciertas culturas ese contacto se produce y en otras no. Entre sus conclusiones, apunta que las sociedades sexualmente más abstinentes o reprimidas son las más agresivas, algo que podría también trasladarse a las personas individuales.
¿Por qué no tener sexo?
Como ya se ha destacado, un motivo común por el cual algunas personas deciden abstenerse de tener relaciones sexuales son sus creencias morales o religiosas. Pero existen otras circunstancias que llevan a algunas personas a pasar largas temporadas sin hacerlo. Entre ellas se pueden destacar una ruptura sentimental dolorosa, una enfermedad (propia o de la pareja), viudez o pasar tiempo lejos de la pareja por causas laborales o de fuerza mayor.
Más allá de esas situaciones, los beneficios del sexo están ahí para ser aprovechados. Pasados los 60 años, tener relaciones con regularidad hace que las personas luzcan y se sientan más jóvenes, potencia el corazón, combate el insomnio y reduce en los hombres el riesgo de cáncer de próstata, entre otras ventajas que también se dejan de aprovechar cuando no el sexo falta.
No obstante, el psicólogo social Álvaro Tejedor destaca en un artículo cinco motivos para no tener relaciones sexuales. Se trata de situaciones específicas en que practicarlas puede contribuir con una caída de la autoestima. Desde luego, no es que en estos casos los beneficios del sexo desaparezcan, sino que en estos casos serían menores que sus posibles perjuicios.
Tales situaciones son las siguientes:
Cuando hay una infidelidad
Cuando se busca tener sexo solo como una forma de obtener cariño o de llamar la atención
Cuando es una herramienta para subir la autoestima social
Cuando se pretende que la actividad sexual sea un “parche” que oculte problemas
Cuando se padece de una adicción al sexo o hipersexualidad
En estos casos, la sugerencia es tratar el problema de fondo -si es necesario, con ayuda profesional- para que, una vez solucionado, el sexo sea solo lo que debe ser: una parte de la vida saludable de las personas.
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