Frío o calor: ¿qué es mejor para el dolor?
¿Frío o calor cuando hay dolor? Esta es una duda que suele asaltarnos muchas veces cuando sufrimos algún tipo de dolor provocado por un golpe o una lesión. Tanto el frío como el calor son dos formas de terapia fáciles de aplicar que nos aportan analgesia y, aunque no son un tratamiento por sí solos, sí son de gran ayuda en algunos casos.
Tanto el frío como el calor nos ayudan a dar un contraste de sensaciones en el cuerpo porque activamos una serie de receptores de temperatura que contrarrestan la información. l
Pero, ¿cuál me irá mejor, el frío o el calor? La respuesta es que depende del tipo de dolor que sufrimos, del motivo del dolor y de la tolerancia y preferencias de cada persona.
Cuándo es mejor aplicar el frío
El tratamiento con frío, o crioterapia, tiene un efecto analgésico y antiinflamatorio. Se encarga de reducir el flujo sanguíneo y evitar que la zona se infle más. Por tanto, relaja y reduce la inflamación.
Es común usarlo después de darnos algún golpe porque es efectivo en cualquier situación articular o muscular que provoque dolor y también inflamación.
El frío alivia el dolor al momento y ayuda en el caso de una “lesión aguda que va acompañada de inflamación como un esguince, una contusión, un tirón muscular, una contractura o tras un proceso post-operatorio, explica Clara Bergé Ortínez, vocal del Colegio de Fisioterapeutas de Cataluña.
Lo que hace el frío en estos casos es ayudar a evitar una inflamación exagerada. El frío ayudará a frenar la inflamación y, con ello, disminuirá la percepción del dolor.
Pese a esta norma general, y que el efecto antiálgico puede ayudar a que no haya una inflamación exagerada, Bergé puntualiza que, “si no es necesario actuar contra la inflamación, es mejor no aplicar hielo”. Aunque parecería algo contradictorio, lo cierto es que la inflamación es necesaria para la curación de los tejidos, pero duele, y el frío suaviza este dolor.
Sobre cómo y cuándo aplicar el frío, lo más recomendable es aplicarlo en las primeras 48-72 horas después de sufrir una lesión y el tiempo justo porque, como advierte Bergé, “aplicar durante mucho tiempo frío puede producir una vasodilatación, es decir, una inflamación”.
El tiempo recomendado de exposición con el frío no debe superar los 10-15 minutos, aunque también dependería de la parte del cuerpo. “Ponte el frío hasta que te des cuenta de que está frío”, recomienda la fisioterapeuta porque, cuando deja de estar frío, ya ha hecho el efecto que tenía que hacer.
A la hora de aplicar frío lo más común es hacerlo con hielo, pero sin que este entre en contacto directo con la piel, porque podría provocar quemaduras. Puede utilizarse un apósito, un paño, un gel pack que venden en farmacias e, incluso, una bolsa de guisantes.
Para la experta, “la forma más homogénea de aplicar frío es usar agua con hielo”, útil sobre todo en el caso de los pies. Es una buena forma de obtener un efecto anestésico y antiinflamatorio.
Cuándo es mejor aplicar calor
El uso de calor, o termoterapia, aumenta la temperatura de la piel y la de los tejidos subyacentes, lo que permite dilatar los vasos sanguíneos, como las arterias, y que fluya más sangre en la zona donde se aplica.
En líneas generales, este incremento de flujo ayuda a eliminar productos de desecho de las células y a que lleguen más nutrientes. Esta subida de temperatura de la sangre aumenta la flexibilidad de los tejidos blandos.
El calor suele aconsejarse en el caso de problemas de origen muscular que se mantienen con el tiempo. Hablamos de dolores recurrentes, una situación crónica o persistente.
Para enfermedades como la artritis o la artrosis, que provocan inflamación de las articulaciones, “es recomendable el calor”, matiza Bergé. También puede darse el caso de una rodilla con dolor continuo porque hay artrosis en la que aplicaríamos calor.
Pero, si se trata de un post-operatorio, se recomendaría el frío. “Si ponemos calor en una inflamación aumentaríamos esta inflamación”.
El uso de calor suele ser más común en las partes centrales del cuerpo, como la zona lumbar o cervical. Puede utilizarse una esterilla, una bolsa de agua caliente o un saco de semillas que se ponen en el microondas y que se adaptan a la zona. Es recomendable que el tiempo de exposición de calor no exceda los 15 minutos.
Aunque estas serían las indicaciones generales, pueden variar en función de cada persona. La especialista insiste en que muchas veces los efectos son comunes con el frío y el calor.
Por ejemplo, en los casos crónicos pueden tenerse en cuenta “las preferencias de la persona, porque al no haber inflamación no tenemos que actuar sobre ella sino que buscamos el efecto antiálgico y, como tanto el calor como el frío lo son, podríamos escoger entre uno u otro”, puntualiza Bergé.
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