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La mejor luz para leer y estudiar es la luz natural. Por eso, siempre que sea posible, lo recomendable para esas tareas es aprovechar la luz del sol, aunque no de forma directa -ya que su intensidad puede ser muy alta y causar reflejos molestos- sino de manera oblicua, filtrada por una cortina o reflejada por una pared.
Pero está claro que buena parte de nuestras vidas transcurre en espacios o momentos en los cuales es necesario recurrir a la luz artificial. En esos casos, ¿cuáles son las lámparas y luces más apropiadas para la lectura y el estudio?
Pues son varios los factores que se deben tener en cuenta para procurar la iluminación más apropiada para tales actividades. Algunos de los más importantes son los siguientes:
- La iluminación debe ser lo más homogénea posible, abarcar una superficie amplia y ser estable, sin cambios bruscos de intensidad.
- En lo posible, la luz tiene que ser cenital, es decir, provenir desde arriba. En todo caso, es importante que su reflejo en la superficie de lectura no incida de forma directa sobre los ojos de quien lee. Un método sencillo para comprobar la dirección de ese reflejo consiste en apoyar un espejo sobre la página que se lee.
- Lo recomendable es que la luz proceda desde el lado opuesto al de la mano hábil de la persona. Esto es: para las personas diestras, que la luz venga desde su lado izquierdo; para las zurdas, que venga desde la derecha. Esto es para que, al subrayar, tomar apuntes o realizar otras actividades la mano no dé sombra sobre la superficie observada.
- Es apropiado que la fuente principal de luz para la lectura sea una lámpara con brazo articulado y cabezal orientable, para buscar la posición más conveniente en cada caso. Y también que permita regular la intensidad y la temperatura de la luz.
Importancia de la temperatura de la luz
Más allá de esas consideraciones generales, existen algunos aspectos técnicos relacionados con el tipo de luz que merece la pena tener presentes. Sobre todo en el caso de personas que han de pasar muchas horas iluminados por ella.
Uno de los más importantes está dado por la temperatura de la luz. En función de este parámetro, existen básicamente tres tipos de luz: frías, neutras y cálidas. Las frías son las blancas o azuladas, mientras que las cálidas son de tonos amarillentos o rojizos. Las neutras, por supuesto, las que están a medio camino entre ambas.
Diversos estudios científicos han comprobado que las luces frías favorecen la atención y la concentración, mientras que las luces cálidas ayudan a la relajación y el descanso.
Diversos estudios científicos han comprobado que las luces frías favorecen la atención y la concentración, mientras que las luces cálidas ayudan a la relajación y el descanso
Investigadores de Corea del Sur analizaron, en 2016, el rendimiento académico de niños de escuela primaria expuestos a luces frías, neutras o cálidas en función de la actividad que estaban realizando: blancas para actividades académicas, cálidas para los momentos de ocio y recreación.
Luego compararon esos resultados con los de otros niños, que trabajaron -como es habitual- siempre con la misma clase de luz. El trabajo comprobó que el tipo de luz influyó sobre sus resultados: los alumnos del primer grupo tuvieron un mejor rendimiento escolar.
A una conclusión similar arribaron también científicos del Reino Unido, en una investigación de 2015 que no solo analizó las condiciones lumínicas sino también la temperatura, los ruidos y la calidad del aire.
Por lo tanto, las luces más apropiadas para la lectura y el estudio serían las más blancas o frías. La unidad en que se mide la temperatura de la luz es el kelvin (k). Las luces se consideran frías cuando tienen unos 5.000 kelvin o más. Las luces cálidas están por debajo de los 3.300 k.
Sin embargo, es importante tener en cuenta otro factor: la luz fría se parece a la luz natural, y exponerse a ella puede reducir la secreción de melatonina por parte del cerebro, que de manera natural está habituado a percibir menos luz a medida que se acerca la noche. Como consecuencia, la luz fría puede afectar la calidad del sueño.
Es por eso que conviene que la lámpara de lectura permita regular la temperatura de la luz: para leer en las últimas horas del día, conviene una luz más cálida (por la misma razón por la cual se recomienda dejar de usar pantallas de ordenadores y teléfonos al menos media hora antes de ir a la cama).
Para leer en las últimas horas del día, conviene una luz más cálida, por la misma razón por la cual se recomienda dejar de usar pantallas de ordenadores y teléfonos al menos media hora antes de ir a la cama.
Otros aspectos técnicos de la iluminación
Existen otras cuestiones técnicas de la luz a las que conviene prestar atención. Una de ellas es el llamado índice de reproducción cromática (IRC), que mide -en una escala de 0 a 100- la capacidad de cada tipo de luz de permitir que el ojo humano vea los colores “reales”, es decir, los que ve a la luz del sol.
Aunque esa posibilidad de ver los colores “reales” parece lo óptimo en todos los casos, en general no es un factor demasiado importante para la lectura o el estudio. Y dado que los niveles más elevados de IRC pueden ocasionar distracción y fatiga visual, para estas actividades se recomienda buscar lámparas con un índice bajo.
Otro elemento que se debe tener en cuenta es la cantidad total de luz visible que emite una lámpara. Ese flujo luminoso se mide en lúmenes, y la cantidad de lúmenes por metro cuadrado generado por una fuente de luz se mide en una unidad llamada lux.
Pues bien, para la lectura se estima que lo apropiado son entre 400 y 500 lux. Una cantidad menor implicaría “poca luz” y la necesidad de forzar la vista más de la cuenta, en tanto que una mayor representaría una luz demasiado brillante, que podría representar molestias.
Para la lectura se estima que lo apropiado son entre 400 y 500 lux; una cantidad menor implicaría "poca luz" y la necesidad de forzar la vista más de la cuenta.
En definitiva, entonces, las lámparas y luces más apropiadas para leer son las frías (excepto en las últimas horas del día, cuando conviene que sean más bien cálidas), de IRC bajo y con una cantidad de luz media.
Hay que tener en cuenta que una luz inadecuada no puede acarrear solo fatiga visual, dolor de cabeza y otros perjuicios relacionados con la vista. Puede ocasionar también que la persona, de manera inconsciente, adopte posturas corporales poco saludables, con los efectos negativos derivados a su vez de esta acción.
Por lo demás, es importante recordar que todos estos aspectos técnicos no los advertimos a simple vista, pues el cerebro se adapta a cada situación y hace que percibamos los distintos tipos de luz de manera similar. Pero es un trabajo que nuestro organismo debe realizar, del mismo modo que las cámaras fotográficas o de vídeo hacen un “balance de blancos”.
En consecuencia, cuanto mejor se adapten las condiciones de la luz a la tarea que tenemos que realizar, menor será el esfuerzo necesario. Y, como resultado, también será menor el desgaste del cuerpo y mayor la satisfacción y el bienestar obtenidos.
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