ENTREVISTA

Quan Zhou, romper la narrativa 'oficial': “No he conocido ni una mujer racializada sin el síndrome de la impostora”

Marina Benítez

16 de noviembre de 2023 22:49 h

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En la historia oficial se entraman los discursos de las sociedades occidentales. En ellas los privilegios son tan comunes para la mayoría de la población que son imperceptibles en nuestro día a día. Esa historia es la que se relata en libros y películas, pero ¿qué pasa cuando tu relato no forma parte de ese hilo narrativo oficial?

Es a ese escenario al que Quan Zhou (Algeciras, 1989), que ahora vive en Villanueva del Rosario (Málaga), nos permite desplazarnos a través de su nueva novela gráfica, La Agridolce Vita (Astiberri, 2023), para conocer cómo es estar en un mundo en el que su ancestralidad se encuentra al otro lado del planeta. La sociedad que habita tampoco se lo pone fácil, debido a que Occidente tiende a desdeñar el pasado de quienes migran a él, aun conformando una parte poblacional determinante en su historia.

La Agridolce Vita comienza con una Quan Zhou que necesita cambiar su vida de Madrid. Es así como relata un viaje iniciático en el que se convierte en una nómada para recorrer diferentes países como Islandia, Colombia o Estados Unidos. En su viaje no solo conocerá a otras personas, también comenzará a descubrir la historia de los migrantes chinos alrededor del mundo y cómo han sido y son percibidos en la actualidad. Un viaje que la lleva a redescubrirse conociendo los lugares que visita.

En el libro destacas que no es común percibir que las personas, al nacer, partimos de lugares distintos. ¿Cómo de importante ha sido esto para deshacerte de la presión vital?

Yo creo que es una ayuda y se relaciona con el síndrome de la impostora que conocemos todas. Desde fuera hay gente que simplemente percibe el éxito: “Ya tienes ciertos libros publicados, ya estás en radio, ya estás bien, ¿no?”. El síndrome de la impostora me viene al preguntarme si es suficiente lo que publico, por ejemplo. Yo creo que no he conocido mujer racializada que no lo tenga. También hay un dicho que es 'ojalá nacer con la autoestima de un hombre blanco mediocre' (risas). No todas partimos del mismo sitio y este reconocimiento ayuda a paliar este síndrome. Ese “no valgo suficiente” o “quizás lo que cuento no es tan importante o tan válido”. En Estados Unidos se llaman identity politics o creaciones identitarias. Me pregunto si yo valgo porque soy china. A mí me sirvió de mucho el mirar con amor mi camino.

¿Es plausible a la larga sostenerse compaginando el trabajo creativo y el trabajo alimenticio?

A la larga depende de cuánto te absorba cada trabajo. En el libro cuento que lo que yo hacía era altamente demandante. Si hubiera sido un trabajo alimenticio mentalmente, menos demandante y con menos horas hubiera sido plausible mantener dos a la vez, pero yo llegué a un punto en el que tuve que elegir. Es decir, si tú tienes 10 de energía creativa y esa energía se la dedicas a una tesis doctoral, no te va a dar tiempo a otra cosa. Si tienes otro trabajo que es más físico y son menos horas, quizás sí se pueda alargar en el tiempo. Si tú quieres crecer en algún lado, al final tienes que hacer una apuesta o tener mucho dinero, eso es lo que pienso. También hay muchas fórmulas y dentro de ellas hay personas que pueden sostenerse más o menos.

Hablas de cómo, a veces, el temor por pertenecer a la cuota de diversidad te ha hecho no creerte válida en tu trabajo creativo. ¿De qué manera te sigue afectando?

Ahora ya lo veo. Antes, al principio de mi carrera, no veía eso de la diversidad o el tokenismo. El tokenismo es que tú tienes presencia, pero no tienes ningún tipo de poder o tu discurso no es realmente escuchado y estás ahí por tu cara, tu fenotipo. En el tema de cuota de diversidad, cuando ves un sitio en el que la mayoría es blanca y tú eres la única racializada, dices: “Aquí soy cuota fijo. Aquí la gente viene a escucharme para sentirse bien. No vienen porque crean en lo que digo”. Ahora lo sé percibir y digo que no a ese tipo de propuestas, pero hay cosas a las que echando la vista hacia atrás diría que no. Es difícil porque al crecer sin referentes, ni ninguna hermana mayor que te diga “oye, por aquí no tires porque te la van a jugar”, pues estás sola.

Cuando ves un sitio en el que la mayoría es blanca y tú eres la única racializada, dices: 'Aquí soy cuota fijo. Aquí la gente viene a escucharme para sentirse bien. No vienen porque crean en lo que digo'

¿Rechazarías estar en ciertos sitios? 

Sí, indudablemente. Deseo que llegue el día en el que me inviten a El hormiguero para levantarme y decir “me voy”, e irme. Primo también el autocuidado porque luego te hace sentir bastante mal saber que no estás en un lugar por el talento o porque les interese. También creo que es respetable que haya ciertas personas a las que les haga falta el dinero y lo hagan. Por ejemplo, el mundo del arte dramático en España es ya muy precario, imagínate una persona racializada que solo le salen papeles por china o por negra y, encima, papeles de prostituta, por ejemplo. Pues si tú por aparecer en un sitio te coges tus 600€ y eso te soluciona el alquiler de un mes, mira, yo me callo. Sabe mal por el que te instrumentaliza. El que se tiene que buscar la vida se la tiene que buscar.

¿Crees que hubieras realizado un viaje de autodescubrimiento sin el primer paso del viaje a Canarias que cuentas en el libro? Sin ese empujón externo.

Yo creo que no, porque hacer un cambio así desde cero da mucho miedo. Y por eso ese capítulo es tan grande. Es progresivo. No es de un día para otro decir adiós. Cuando tienes medio pie fuera y ves que es posible, pues ya te animas. Hice muchas cosas de forma autónoma. Esto es una sensación de libertad increíble.

En mi libro relato historias de gente que existe y también lo hace posible. No nómadas digitales, más bien gente hippie. Me he acercado más a ese mundo que al de “estoy trabajando en marketing y gano chorrocientos miles de euros”, que también los hay, pero sí que ha habido gente viajera más amable en mi camino.

Al final, ¿qué es turismo? Porque eso lo vivimos en Málaga y lo que me parece que hay aquí es canibalismo. Ni turismo ni viajeros.

¿Cuál es la diferencia para ti entre ser turista y ser viajero?

Yo creo que la manera de estar. Sin decirlo así, creo que se percibe en el libro. Para mí se trata de cuando tú no vas al modo consumo, tú vas al modo de vida. Tú quieres ir a comer donde va la gente local. Cuando empiezas a hacer vida en un lugar concreto es muy diferente.

Hablas de consumir ropa o consumir citas. ¿Este consumismo en la vida cotidiana como satisfacción temporal te alejaba de la creatividad?

No sé si fue eso lo que me alejó de la creatividad. Eso lo que hacía era paliarme una insatisfacción. Mi psicóloga, que también sale en el libro, me dijo una vez: “estos son apagafuegos, ¿tú qué necesitarías para no necesitar esto?”. No sale en el libro, pero te lo cuento. En ese momento yo no pintaba. La energía creativa era cero y no era solo que no me gustara mi trabajo. No me gustaba nada de lo que estaba haciendo. Me obligaba a pintar y no me apetecía. Quería salir y me emborrachaba, entonces me sentía muy culpable. No fue en sí el consumismo, este fue otro síntoma más.

También hablas en el libro de la importancia de la terapia y de un momento clave para ti, cuando tu psicóloga te habla sobre los apegos que determinan tu vida. ¿Cómo de crucial ha sido en tu evolución vital? 

La terapia ha sido imprescindible. Es el mejor dinero gastado nunca, de verdad. Hay una persona antes y después de terapia. Lo de integrar tu propia historia y no ser esclava de ella es muy difícil. Otro tema crucial es el de la salud mental con perspectiva racial, que en España no tiene importancia. Que eso no tiene nada que ver con los apegos, pero es algo con lo que medito mucho. Sentirte cuota. Eso también forma parte del trauma racial. A mí me pasan cosas literalmente porque soy china.

Respecto al tema de los apegos, en Andalucía somos una sociedad superapegada y cuando sabes un poco de teoría de los apegos y estás en apego seguro, sabes que esa persona o esas personas van a estar ahí. Es cuando pierdes el miedo a volar, a que un domingo no te hablen.

En tu libro muestras algo que solo es perceptible cuando viajas; la lejanía con realidades que no son recogidas por la literatura oficial, pero que conforman la realidad tanto o más que los conocimientos oficiales como, por ejemplo, la verdad sobre niños y niñas indígenas canadienses. ¿Cómo crees que afecta a los migrantes esta ignorancia global sobre su propia historia?

Afecta mucho al desarraigo. A no saber sobre la propia ancestralidad. En España creo que no utilizamos nada la palabra ancestralidad y parece superexótica. Yo la digo con tono de respeto y preguntándome por ella.

Eso de las historias olvidadas me obsesiona últimamente porque si nadie las recoge, ¿qué va a pasar? Yo no tengo medios para recogerlas todas y me encantaría, aunque ya he metido un poquito la patita con las historias de distintas Chinatown en el libro.

En Tirso de Molina, donde voy a presentar el libro en Madrid, había antes una gran concentración migrante procedente de China, de las primeras, y a día de hoy ya casi no queda nada. Tampoco hay nada recogido histórico en castellano que siga esa historia migratoria. Las raíces creo que te anclan. Es bonito encontrar la pertenencia en persona. Cuando no es así te sientes como un diente de león, que vas por ahí volando. Eso supongo que es lo bonito de la palabra diáspora. Pero en lo de volar me siento un poquillo sola genealógicamente (risas).

Recoges mucho cómo te sientes cuando ves que las miradas van directamente a ti y que es persistente, en unos lugares con más intensidad y en otros con menos.

Me acostumbré a decir que yo lo que siento es cuando hay ausencia, porque estoy muy acostumbrada a ser mirada. La ausencia de ese interés constante es lo que me sorprende. Por ejemplo, comprando el pan no quiero que me digas que hablo muy bien español. Yo ya lo sé, señora. Adiós.

En España, a la salud mental con perspectiva racial no se le da importancia. Sentirte cuota también forma parte del trauma racial. A mí me pasan cosas literalmente porque soy china

¿Qué problemas te has encontrado en tu viaje siendo una mujer racializada que no has mostrado en tu libro?

En el coliving de Canadá con un tío muy insistente. El tío parecía que no sabía que le estaba dando largas. No he viajado sin sentido común. Es decir, soy consciente de que soy una mujer sola que viaja. No me voy a ir con un montón de hombres que no conozco. No me voy a ir borracha. En España tengo cuidado cuando hago ese tipo de cosas. Cuando no conozco el sitio me cojo un taxi.

En esos momentos de vulnerabilidad no soy activista, soy una mujer sola que vuelve a casa. Soy una mujer sola que viaja y por eso intento ser autónoma con mi seguridad en la medida de lo posible. Más allá de eso no tuve ningún problema, la verdad.

Volviendo a los miedos que superas durante el proceso de este viaje. De todo lo que has hecho, ¿qué ha sido lo que más miedo te ha dado cuando lo has hecho pero volverías a hacerlo?

Superar la incertidumbre. Eso ha sido lo más difícil. ¿Qué va a pasar siendo autónoma? ¿Voy a cobrar? Y después, ¿qué hago? El resto es dar el paso de decidir dejarlo todo. Una vez que empiezas a viajar, todo viene muy rodado, pero tienes un montón de dopamina, experiencias y momentos nuevos vividos. Luego van surgiendo muchas cosas y pierdes el miedo.

Antes de dejarlo todo, aparecen muchos miedos: ¿Qué hago? ¿Dejo mi casa? ¿Dejo mi trabajo? Sin paro o absolutamente nada. A pesar de ello, yo este año lo reviviría una y otra vez. Invertiría mis ahorros gastados. Me lo pasé tan, tan bien.