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Litiasis renal, por qué la incidencia de esta patología aumenta durante el verano

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El verano no solo es sinónimo de buen tiempo, de actividades al aire libre y de días más largos. El calor y el sudor también van acompañados de algunos problemas de piel y salud y, en medio de este buen clima, puede aumentar el riesgo de sufrir cálculos renales. Se estima que los casos de personas con esta patología aumentan en un 40% debido al ascenso de las temperaturas durante estos meses de calor. 

¿Qué son los cálculos renales?

Los cálculos renales son pequeños cristales formados por la fuerte deposición de minerales y sales en el riñón. Estos cálculos se forman cuando la concentración de sustancias formadoras de cristales aumenta en la orina y pueden viajar al uréter, el tubo que conecta el riñón y la vejiga. 

Los aminoácidos, las proteínas, el bicarbonato, el calcio, el fosfato y el potasio son algunos de los minerales comunes que llevan a la formación de cálculos. Se calcula que alrededor del 12% de la población tendrá un cálculo urinario durante su vida, sobre todo entre los 30 y 50 años. Además, las personas que forman cálculos lo hacen más de una vez en su vida

Cuando el cálculo renal empieza a desplazarse es cuando provoca síntomas como dolor intenso en la parte posterior, debajo de las costillas, dolor que se extiende hacia la parte inferior del abdomen y hacia la ingle, que viene y va y cuya intensidad fluctúa; dolor al orinar; orina de color rosa, roja o marrón, con olor desagradable; náuseas y vómitos; e incluso fiebre y escalofríos si hay una infección. 

Litiasis renal, una patología común en los meses de verano

¿Por qué ocurre esto? La principal razón del aumento de cálculos renales en verano es la falta de hidratación. A medida que aumenta la temperatura, sudamos más, lo que conduce a la pérdida de líquidos del cuerpo. 

Para compensar esta pérdida de líquidos, necesitamos beber más agua. La deshidratación puede hacer que los fluidos del cuerpo se concentren más con los minerales de la dieta, como el calcio, y puede aumentar el riesgo de cálculos renales. 

Por tanto, el motivo se debe sobre todo a la cantidad de agua que tomamos y usamos. Con el calor es posible que no estemos bebiendo tanto como deberíamos hacerlo, o que no estemos tomando los líquidos correctos, por lo que nos deshidratamos, lo que puede conducir a la formación de más cálculos.

Cuando se interrumpe este equilibrio, por ejemplo, debido a la pérdida de líquidos, las sustancias que normalmente salen del cuerpo a través de la orina se separan y forman cálculos, que pueden ser pequeños como un grano de azúcar o más grandes como una pelota de pingpong. 

Consejos para prevenir la formación de cálculos renales

Como hemos visto, en la formación de un cálculo influyen múltiples enfermedades así como factores genéticos y ambientales. Estrés, sedentarismo, escasa ingesta hídrica y otros factores dietéticos son los que más influyen. Para prevenirlo, la Asociación Española de Urología (AEU) recomienda una serie consejos básicos:

  • Tomar abundantes líquidos: como mínimo, los expertos aconsejan tomar dos litros diarios de líquido, que es lo que nos garantizará dos litros de orina al día. Cuando el calor es extremo se debe aumentar la ingesta de líquidos, sobre todo de agua, y evitar los refrescos, el alcohol o los zumos industriales.
  • Reducir el consumo de sal: la ingesta elevada de alimentos salados (pan, embutidos, galletas saladas, salazones, aperitivos o comida precocinada) contribuye a la tensión arterial alta, aumenta la eliminación de calcio en la orina y, por tanto, la formación de cálculos. No es recomendable superar la ingesta diaria de dos a tres gramos de sal.
  • Minimizar la ingesta de proteínas de origen animal: es importante reducir el consumo de carne roja, pollo, pescado o huevos como máximo en 0,8 gr/kg de peso corporal al día. 
  • Priorizar los alimentos ricos en fibra: frutas y verduras deben ser el pilar de una alimentación equilibrada. Es recomendable al menos el consumo de tres piezas de fruta al día y dos raciones de verdura. 
  • Prevalecer una dieta normocalcémica: excepto si existen motivos médicos que lo desaconsejen, la ingesta mínima diaria de calcio debe ser entre 800 y 1.000 miligramos. En adultos, esto se traduce en el consumo de dos a tres raciones de lácteos al día (una ración son 250 mililitros de leche, dos yogures o 40-50 gramos de queso).
  • Evitar el sedentarismo y controlar el peso: la obesidad es un factor asociado con la formación de cálculos.
  • Limitar el consumo de alimentos ricos en oxalato: las personas susceptibles de formar uno de los cálculos renales más comunes, el oxalato de calcio, deben limitar la ingesta de alimentos como nueces, espinacas o chocolate. 

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