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Diez mitos sobre el aluminio que conviene aclarar

Foto: Ricardo Stuckert

Jordi Sabaté

El aluminio es el tercer elemento más abundante en la corteza terrestre junto con el sílice y el oxígeno. Se encuentra, por tanto, presente en numerosos objetos con los que tenemos una relación cotidiana y por sus propiedades -es muy estable ante la oxidación y la corrosión, salvo en ambientes ácidos- ha sido profusamente utilizado en numerosas industrias, incluida la alimentaria.

Ahora bien, recientemente se ha descubierto que el aluminio no es tan inocuo como se pensaba para los seres humanos, si bien para causar toxicidad debemos referirnos a altas dosis de contaminación, sobre todo en el ámbito de los profesionales industriales. Este hecho ha generado en las últimas décadas una creciente controversia sobre su empleo masivo, con estudios científicos e interesantes documentales que cuestionan ya no tanto su nivel de virulencia como el hecho de que esté demasiado presente en su día a día.

Pero más allá del debate se han deslizado, de manera más o menos interesada, algunas leyendas urbanas, hechos no demostrados científicamente y mitos sobre este elemento que conviene aclarar y poner en su sitio. Una cosa es replantear la intensidad de la presencia del aluminio en los objetos y productos que nos rodean y otra tildarlo directamente de veneno.

1. El aluminio de los alimentos proviene de actividades industriales

Es falso, ya que la mayoría de alimentos lo contienen, pues es un metal omnipresente en el medio ambiente. Los vegetales, el té o las especias tienen el índice más elevado en aluminio, mientras que la carne apenas contiene restos. Otra vía de presencia de aluminio en los alimentos es el agua, que puede contener en condiciones normales, es decir si no está contaminada, cantidades no relevantes según la OMS y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).

2. Nuestro cuerpo no es capaz de expulsar el aluminio

Aunque pueden acumularse ciertas cantidades en diferentes vísceras e incluso en los huesos, lo normal es que expulsemos el aluminio por la vía renal sin mayores problemas, a no ser que ingiramos cantidades desproporcionadas o tengamos algún problema que fije las formas de aluminio solubles en agua. Para el común de los mortales, la expulsión de las dosis de aluminio ingeridas en condiciones normales no es problema.

3. La cara no brillante del papel albal puede contaminar los alimentos

La cara brillante y la mate del papel de aluminio son exactamente iguales y el brillo solo es cuestión del acabado de fabricación. En condiciones normales, y dado que se trata de aluminio fijado o insoluble, es muy difícil que ninguna de las caras pueda contaminar un alimento. 

4. Cocinar con papel de aluminio es peligroso

Podría serlo si se cocina alimentos ácidos, pues el aluminio fijado reacciona a PH por debajo de 4,5 y puede liberarse al medio. Ahora bien, la peligrosidad de usar el método 'papillote' -pescados en su jugo- o el horneado dentro de papel de aluminio -por ejemplo en patatas y otros vegetales- dependerá de la frecuencia con que lo hagamos. Si es de modo eventual, no debemos preocuparnos; el uso frecuente, aunque no hay estudios que demuestren la liberación masiva de aluminio, no se recomienda

5. Los instrumentos de cocina de aluminio contaminan la comida

En un caso similar al anterior, si están en contacto permanente con soluciones, salsas o alimentos de PH bajo, pueden liberar partículas al medio. Pero se calcula que por su tiempo medio de contacto, esta liberación es muy pequeña cuando no improbable.

6. Las sartenes y ollas de aluminio son peligrosas

El aluminio se utiliza en cocina por ser un excelente conductor de calor, además de ser muy estable a la oxidación. En el caso de las sartenes, el teflón antiadherente protege el alimento del aluminio. En el de las ollas, no hay protección pero a no ser que se cocinen con frecuencia productos altamente ácidos -algo muy inusual- la probabilidad de liberación de partículas es muy baja.

7. Las latas liberan aluminio

Las latas de conserva, así como las que contienen refrescos, se hacen con aluminio, pero llevan una capa de resina que protege el contenido del continente, por lo que no es probable la liberación de partículas. Esta, además, solo de daría en casos de productos realmente ácidos, como el zumo de limón.

8. El aluminio provoca el mal de Alzheimer

En algunas personas que murieron de Alzheimer se ha encontrado que acumulaban grandes cantidades de aluminio en la zona occipital del cerebro, es decir en la parte trasera. No se sabe realmente si este acúmulo es producto de la enfermedad o lo que podría causarla y no se tienen evidencias en ningún sentido.

Existe la evidencia que una mujer, Carole Cross, que en 1988 sufrió junto a otras 20.000 personas una contaminación con aluminio del acuífero que abastecía Camelford, Inglaterra, murió de una forma muy rara de Alzheimer. Pero no ha habido, de momento, más casos similares entre los afectados de aquella contaminación, aunque se tiene noticia de algunos profesionales que trabajan con objetos de aluminio, como dentistas, que han sufrido un cuadro similar.

Se trabaja con la hipótesis de que estas personas presenten problemas en la expulsión del aluminio de su cuerpo y que por tanto este se fuese acumulando hasta ir a parar al cerebro, donde causaría esta rara forma del mal de Alzheimer. De todos modos, no hay evidencias científicas en este sentido.

9. El aluminio de las vacunas infantiles puede llevar al autismo

Es cierto que algunas vacunas llevan aluminio para que actúe de coadyuvante a la reacción de la vacuna. Es decir, el aluminio provoca una inflamación local que hace que los anticuerpos viajen a la zona y por tanto se desencadene la inmunidad al antígeno que se desea prevenir con mayor rapidez. Fuera de este efecto, no existe ninguna evidencia de que el aluminio intoxique o no pueda ser expulsado por la orina.

10. Los antiácidos y analgésicos con aluminio pueden ser peligrosos

El hidróxido de aluminio está presente en muchos medicamentos que previenen la acidez estomacal y también algunos analgésicos lo comprenden en fórmulas parecidas. En principio, esta forma molecular puede ser gestionada sin problemas por el cuerpo y expulsada, pero es mejor consultar a un médico en caso de que se haga uso diario de ellos. 

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