Diez razones en contra de la moda de tomar suplementos vitamínicos

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Jordi Sabaté

¿Sabías que los norteamericanos se gastan cada año casi 12.000 millones de dólares en suplementos de vitaminas sintéticas? ¿Que en Nueva York hay tiendas completamente dedicadas a la suplementación con vitaminas? Los estadounidenses, sobre todo los culturistas, son unos auténticos fans de estos productos a pesar de que sus científicos ponen cada vez más el grito en el cielo respecto a su abuso. Bien, podemos pensar que esto son cosas de Estados Unidos y que aquí somos más selectivos.

En parte es cierto, ya que no alcanzamos ni de lejos la cifra de un 40% de la población consumiendo habitualmente tabletas de color marrón que contienen complejas moléculas que emulan a las vitaminas naturales. Pero lo cierto es que hemos pasado de un consumo regular de estas sustancias por parte del 5,2% de las mujeres y el 1,7% de los hombres en 1999, a una tasa del 8,7% de las mujeres y el 4% de los hombres en 2009. No hay datos actualizados a 2015, pero es posible que los porcentajes hayan aumentado.

Así que sí: nos empieza a afectar el problema de la vitaminomanía. Pero, ¿consiguen las vitaminas sintéticas los efectos que proponen? ¿Son inocuas en todo caso? Aclaremos estas preguntas.

1. No previenen ni el cáncer ni las enfermedades vasculares

Un estudio de 2013 titulado Suplementos vitamínicos y minerales en la prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, coordinado por la 'Agency for Healthcare Research and Quality '(AHRQ), una de las 12 agencias de salud de Estados Unidos, demostró que no es así. El estudio concluía que no hay evidencias que señalen que los suplementos de vitaminas o minerales tengan un efecto en la prevención de los eventos cardiovasculares, del cáncer o de la mortalidad en población sana.

2. No mejoran ni tu memoria ni tu capacidad de pensar

Fuera de los grupos en riesgo de padecer carencias vitamínicas -niños, ancianos, mujeres embarazadas o personas con alimentación deficiente- las vitaminas sintéticas no tienen efecto alguno. Tampoco el de ayudar al cerebro a trabajar mejor. La Universidad de Harvard llevó a cabo un estudio en 2013 con 5.000 personas mayores de 60 años del que concluyó que no había diferencias cognitivas entre los individuos que tomaron vitaminas durante la duración del estudio y los que ingirieron un placebo.

3. El cuerpo no siempre expulsa exceso de vitaminas que tomamos

Hay un grupo de vitaminas que son liposolubles, es decir que se disuelven en grasas y que tienden a acumularse en nuestra capa lipídica. Entre ellas están la vitamina D (calciferol), la vitamina E (tocoferol), la vitamina K1 (filoquinona) y K2 (menaquinona) y la vitamina A (retinol), además de su precursor, el beta-caroteno. Tampoco se puede decir que todas las vitaminas hidrosolubles, como los folatos o la vitamina B en sus variantes, no se acumulen. Es cierto que se expulsan con la orina, pero al parecer esto no ocurre de forma inmediata y se producen cúmulos temporales de estas sustancias que dependerán de las cantidades ingeridas y el funcionamiento del sistema renal del individuo.

4. Algunas vitaminas aumentan el riesgo de padecer cáncer de pulmón

En concreto el beta-caroteno. Es importante porque se sitúa en la piel y es un potente protector de esta ante la radiación solar al neutralizar los rayos ultravioleta. Según algunos estudios, una suplementación con esta vitamina podría ser útil cuando vamos a la playa como filtro solar. Se sabe que el beta-caroteno sintético aumenta en un 20% la probabilidad de cáncer de pulmón en fumadores. El estudio citado en el primer apartado de este artículo incide en que es muy frecuente la ingesta de esta sustancia en complejos vitamínicos durante la época estival y lo desaconseja expresamente.

5. Otras aumentan la probabilidad en los hombres de sufrir cáncer de próstata

En Estados Unidos, más del 50% de las personas mayores de 60 años toma suplementos que contienen vitamina E y, en muchos casos, dosis excesivas. El estudio denominado SELECT, publicado en 2011 y referente a más de 35.000 hombres de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico, reveló que la vitamina E sintética, lejos de prevenir el cáncer de próstata incrementa su riesgo. Sus autores destacaron que algunas moléculas liposolubles acumuladas en exceso pueden tener reacciones paralelas oxidantes a pesar de ser antioxidantes.

6. También las hay que pueden inducir a la osteoporosis

La hipervitaminosis por vitamina A se considera tóxica a largo plazo, tal como destacó el estudio citado en el primer apartado, que desaconsejaba la ingesta de moléculas sintéticas. Se sabe que es capaz de provocar efectos nocivos en los órganos que la metabolizan, como son ojos, los huesos e incluso el hígado. La abundancia de este componente se relaciona con visión borrosa, pérdida de peso, falta de apetito o la osteoporosis, sobre todo en mujeres postmenstruales.

El motivo es que la vitamina A en forma de precursor, el beta-caroteno, inhibe la creación de la capa ósea mineral y el aumento de su grosor y aumenta el riesgo de fractura del hueso. Si bien un estudio de 2004 de la universidad de Wisconsin concluyó que los tratamientos a corto plazo no tienen esta incidencia sobre la construcción osea, el mismo desaconseja tratamientos prolongados con altas dosis de esta vitamina para enfermedades como la retinitis pigmentaria, un conjunto de enfermedades degenerativas oculares.

7. Por el contrario, otras pueden implicar calcificaciones de los riñones o los pulmones

Un consumo elevado y mantenido de vitamina D sintética puede provocar un aumento serio de los niveles de calcio en el plasma celular, lo que tendría consecuencias severas como la elevación de la tensión arterial o la calcificación de los riñones, y otros tejidos blandos como los pulmones, o el endurecimiento de las paredes arteriales. Como la vitamina D se fabrica en el propio cuerpo por la acción sobre la piel de los rayos solares, que dividen el colesterol en dos moléculas de vitamina D, es prudente no tomar complementos de vitamina D durante los meses de verano.

8. Y hay una que puede provocar piedras en el riñón

El citrato urinario, que es un potente inhibidor de la formación de piedras en el riñón, sería a su vez inhibido por altas dosis de vitamina C, de modo que anularían su potencial efecto protector e incrementaría el riesgo de formación de nuevas piedras o el crecimiento de las ya conocidas. Además, el producto de la degradación de la vitamina C es el oxalato que es uno de los principales componentes de las piedras de calcio en la orina.

9. Otra puede generar urticaria y problemas estomacales

La cianocobalamina o vitamina B12 es un compuesto que interviene en numerosos procesos fisiológicos y que se presenta en estado carencial en población anciana, así como en mujeres embarazadas, por lo que los médicos pueden recomendar una suplementación a pacientes con carencias. También es eficaz cuando se bebe para prevenir la resaca e incluso para aminorar los efectos del síndrome pre-menstrual. Ahora bien, un exceso de esta vitamina puede provocar reacciones alérgicas transitorias con cuadros de urticaria, así como complicaciones digestivas, dolores de cabeza y otros síntomas como la trombosis vascular periférica. Se han dado casos de muerte súbita.

10. Puedes conseguir resultados que buscas en ellas con una dieta equilibrada y hábitos saludables

La mayoría de las vitaminas son fabricadas por nuestro propio cuerpo, o bien se adquieren sobradamente de muchos de los alimentos que tomamos, como las verduras, los lácteos o las carnes. Si mantenemos una dieta variada y equilibrada, y si no tenemos ningún problema especial, no necesitamos aportes sintéticos. Solo en casos de vegetarianismo estricto se han detectado, en niños en principio sanos, deficiencias importantes de vitaminas como la D o varias formas de la B12 (enlaces).

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