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Cómo beber a morro (y en vaso) evitando virus y bacterias fecales

Beber en un vaso o directamente de la botella no conlleva riesgos significativos. Tanto una manera como otra son válidas siempre que se haga de la manera correcta. Cometer errores y tener deslices higiénicos es lo que aumenta el riesgo de que se acumulen microorganismos no deseados.

Por tanto, el peligro crece no por beber de una manera u otra, sino por no hacerlo de la manera correcta: usar el mismo envase una y otra vez, compartirlo con más personas (algo que ya hemos dejado de hacer con la crisis del coronavirus) y no lavarlo después de cada uso. Lo explicamos con detalle.

¿Es seguro usar varios días un vaso de agua que dejamos en la mesita de noche?

Beber en un vaso no tiene porqué comportar ningún problema ni ser un gesto arriesgado. Lo que sí debe preocuparnos es, como ya hemos avanzado, cometer ciertos errores a la hora de utilizarlo.

Uno de los más comunes es hacernos con un vaso de agua y ponerlo en la mesita de noche, por si a horas intempestivas, mientras dormimos, nos viene la sed. Probablemente, ese vaso esté allí no solo aquella noche, sino varios días, sin lavar. Y aquí es donde está el mayor problema.

Las bacterias y otros microorganismos, como virus y parásitos intestinales, crecen muy bien en ambientes húmedos. Cuando el vaso que usamos no lo lavamos como tendríamos que hacerlo, el vidrio puede convertirse en una verdadera placa de Petri

Además, cada vez que tomamos un sorbo de un vaso que no se ha lavado correctamente, estamos transfiriendo los microbios de la boca al vaso. Cuando compartimos el vaso, y cuantas más personas lo usen, mayor es la probabilidad de que una de las personas sea portadora de bacterias que pueden transferirse a otras a través del vaso. 

Los patógenos que nos enferman no aparecen de la nada; alguien o algo tienen que introducirlos. Si somos los únicos que usamos ese vaso, lo más probable es que no suceda nada porque no es probable que nos perjudiquen nuestros propios microbios. 

Pero no está de más tomar algunas precauciones:

  • Usar un vaso de vidrio: cuando este material se seca por completo, se detiene el crecimiento de bacterias.
  • Cambiar el vaso cada día: los microbios de la boca pueden transferirse nuevamente el vaso y, si este no se lava, se pueden desarrollar bacterias.
  • Cambiar el agua residual: El agua que queda en un vaso limpio, después de 12 horas, puede tener un sabor extraño porque el dióxido de carbono en el aire se mezcla con el agua. Aunque en este caso no supone un peligro, es mejor cambiarla cada día.
  • Lavarse bien las manos: tocar el borde del vaso con los dedos sucios puede hacer que las bacterias sucias que tengamos lleguen al agua.
  • No dejar el vaso a temperaturas templadas: los microbios se multiplican con más facilidad en entornos suaves. Por tanto, es mejor no dejar el vaso al lado del radiador o cerca de una ventana por la que entre el sol. 

Beber a morro, ¿implica algún riesgo?

Usar una botella de agua para beber, y hacerlo a morro, requiere también que prestemos atención a ciertos aspectos, sobre todo si reutilizamos el envase una y otra vez (que es lo más habitual en este caso). 

Lo ejemplifica con una clara fotografía la microbióloga Jéssica Gil Serna, con dos imágenes donde se comparan las bacterias y levaduras presentes en la boca de una botella reutilizada y una no reutilizable.

Para Pete Iwen, microbiólogo de la Universidad de Nebraska, utilizar una botella de agua una y otra vez, sin lavarla, y compartirla, es “como usar una taza de café que no se ha lavado”. Al beber a morro, dejamos un poco de saliva en el líquido del recipiente y esta proporciona los microorganismos para la transmisión y “actúa como un nutriente para que los organismos se multipliquen”. 

Como ocurre con el vaso, el principal problema está en si compartimos la botella porque los microbios presentes en nuestra boca sí pueden ser dañinos para los demás. Los expertos han comprobado además que las bacterias en una botella de agua proceden sobre todo de las manos y la boca y también de la suciedad que entra en contacto con la boca de la botella.

En un estudio realizado con niños de primaria, los expertos analizaron sus botellas de agua y descubrieron que contenían excesivas cantidades de bacterias. Eran botellas que se lavaban cada día, después de usar. ¿De dónde procedían entonces estos microorganismos? 

La mayoría eran coliformes fecales, por lo que los investigadores concluyeron que los niños no se lavaban las manos después de ir al baño. Por eso una de las mejores maneras de reducir el riesgo es la higiene. 

Podemos lavar bien una botella, tanto si es de vidrio, acero inoxidable o plástico duro, siguiendo los siguientes pasos:

  • Utilizar agua caliente y jabón para platos.
  • Fregar con un cepillo el interior, insistiendo sobre todo en cuello de la botella. 
  • Deberemos prestar especial atención a las botellas que llevan una especie de pajita (tipo deportivo) o tapa porque en estas zonas suelen acumularse más microorganismos. Podemos usar una especie de limpiapipas para lavar a fondo el interior.
  • Enjuagar y secar y, una vez a la semana, desinfectar con agua y lejía (la limpieza con agua y jabón no desinfecta).

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