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Olvidar cosas de vez en cuando es normal. A todos nos ha pasado dejarnos las llaves, no recordar dónde hemos aparcado el coche, no encontrar las gafas, olvidar el nombre de alguna persona o que se nos pase por alto alguna fecha señalada como un cumpleaños.
Todos pasamos por momentos en los que se nos olvida el título de una película, lo tenemos en la punta de la lengua pero no sale. Se calcula que un 56% de la información que recibimos se olvida al cabo de una hora, el 66% después de un día y el 75% a los seis días.
El cerebro, pese a su valiosa labor, tiene una capacidad de almacenaje y de recordar detalles limitada, lo que hace que tengamos pequeños olvidos. ¿Cómo podemos diferenciar entre simples deslices de algo que puede ser más serio? ¿Qué es normal y qué no?
Cuando los olvidos son normales
Hay olvidos y olvidos. No todos son iguales. Para Daniel Shater, profesor de psicología de la Universidad de Harvard y autor del libro “Los siete pecados de la memoria”, los olvidos normales que podemos tener son:
- Transitoriedad: se refiere a la tendencia que tenemos a olvidar cosas con el paso del tiempo. Esto suele ocurrir porque la memoria recuerda la información más reciente que usamos; la que no, la descarta.
- Distracción: suele ocurrir cuando no prestamos mucha atención a lo que estamos realizando. Olvidamos, por ejemplo, qué íbamos a buscar en la nevera o dónde hemos dejado las llaves del coche. Esto puede ser una señal de que el cerebro no fijó los detalles probablemente porque estábamos distraídos.
- Bloqueo: inaccesibilidad temporal de la información almacenada, como el síndrome de la punta de la lengua.
- Atribución equivocada: es posible que recordemos parte de un evento, pero no todo, suele ocurrir que recordamos un suceso pero de manera parcial, no en su totalidad. Puede que se nos olvide, por ejemplo, el lugar donde se celebró.
- Sugestión: todo lo que recordamos está sujeto a la sugestión, lo que significa que algo que aprendemos puede cambiar la forma en la que la recordamos un tiempo más tarde.
- Prejuicio: la experiencia de la propia persona influye en cómo recuerda determinados episodios de su vida.
- Persistencia: en ocasiones puede ocurrir todo lo contrario al temor a tener un olvido y sucede que no podemos olvidar algo que sí desearíamos hacerlo. En muchos casos se trata de eventos traumáticos y experiencias negativas.
El estrés, tener un día muy ajetreado, la falta de sueño e incluso la ingesta de algunos medicamentos son factores que pueden interferir en la creación y la recuperación de ciertos recuerdos.
Cuándo preocuparnos por la falta de memoria
En la mayoría de los casos, olvidos como perder las llaves no son signos de nada grave. El problema está cuando los lapsus de memoria interfieren con las tareas diarias como pagar facturas, cepillarse los dientes o vestirse, o si olvidamos algo rutinario. Es importante buscar un cambio persistente en nuestra capacidad para pensar y funcionar.
Con la edad es normal que se produzcan pérdidas de memoria, como olvidar el nombre de una persona que vemos de vez en cuando. Forma parte de los cambios esperados con el envejecimiento en algunas personas. Como hemos indicado antes, el hecho de perder las llaves de vez en cuando no interrumpe la capacidad para realizar cualquier otra tarea con normalidad.
Pero sí hay olvidos a los que debemos prestar atención y es recomendable acudir al médico para que pueda descartar problemas de demencia como la enfermedad de Alzheimer.
Algunos de los más evidentes son:
- Poner objetos en sitios que no les corresponden: aunque en ocasiones puede ser normal poner una caja de galletas en la nevera, también lo es recapacitar y encontrarla de nuevo. No lo es, en cambio, ser incapaz de averiguar dónde están y pensar que son los otros que lo esconden.
- Hacer las mismas preguntas una y otra vez u olvidar palabras habituales al hablar.
- Olvidar el nombre de alguien que vemos con frecuencia, todos los días.
- No recordar la ruta o el camino para llegar a un lugar al que solemos ir de forma habitual.
Los estudios han demostrado que las personas que hacen ejercicio físico, se mantienen activas mentalmente, socializan con regularidad y llevan una alimentación saludable pueden minimizar la pérdida de memoria.
Debe tenerse en cuenta que el deterioro cognitivo no tiene por qué ser una parte del envejecimiento, como confirma un estudio publicado en Lancet Neurology. Tras evaluar cientos de estudios, los expertos han determinado que hasta la mitad de todos los casos de Alzheimer están relacionados con factores de riesgo modificables como obesidad, depresión o inactividad cognitiva.
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