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“Los cambios no llegan leyendo frases motivacionales”: los peligros del positivismo tóxico que prolifera en redes

La cuenta tiene 10 millones de seguidores en Instagram. Una de las últimas frases publicadas dice que cuando “nos rodeamos de gente que sonríe mucho y tiene muy buena vibra, la vida empieza a cambiar para mejor”. Parece imposible que, en este rincón de Internet donde proliferan los perfiles —hay decenas de ellos— que rezuman positivismo y “buena vibra”, pueda pasar algo remotamente malo. Y sin embargo, los psicólogos alertan que tanta positividad puede llegar a ser perjudicial porque ahoga la necesidad natural que tiene el ser humano de vivir, experimentar y aceptar una emoción negativa. Uno de los comentarios que responde a la frase mencionada reza: “Un día sin sonreír es un día perdido”. Y ahí empieza el problema. 

“Lo llaman positivismo tóxico, aunque yo prefiero llamarlo positivismo desadaptado, porque no se adapta a nuestra realidad”, dice María Dolores Delblanch, psicóloga catalana especialista en terapia infantil y juvenil. El nombre deriva del sentimiento que se produce después de haber leído esas frases: “Al principio notas un subidón y piensas que te vas a enfrentar a la vida de forma diferente, pero eso no sucede y hay un momento de decaída, porque no has tomado conciencia de lo que sientes”. En muchas ocasiones, la gente se rodea de frases positivas como mecanismo para rechazar las emociones difíciles y crear una falsa ilusión que puede derivar en cuadros de depresión y ansiedad. “El cambio no llega leyendo frases motivacionales, sino entendiendo los factores externos que provocan esos sentimientos negativos”. 

Vanesa Fernández, doctora en psicología por la Universidad Complutense de Madrid, lamenta que “hay personas que se sienten auténticos perdedores por tener miedo, por ser inseguros o porque no les apetece enfrentarse a ese trabajo o a esa situación difícil. Se sienten incompetentes, y ese tipo de mensajes positivos consiguen el efecto contrario al que buscan”. Fernández lo ilustra con un ejemplo visto en su propia consulta, donde acompaña psicológicamente a un paciente con cáncer que, además de hacer frente a la enfermedad, tiene que lidiar con mensajes que —aunque se lanzan habitualmente con buena intención— acaba generándole más frustración: “Le dicen 'hay que luchar', 'hay que seguir adelante”, pero él no quiere entrar en ese discurso en el que, en el fondo, se reduce la superación de la enfermedad a una cuestión de actitud y además se exige de manera indirecta que esto se haga sin perder la sonrisa. “Tenemos derecho a no querer hacer algo, a no enfrentarnos siempre a nuestros miedos”, dice la psicóloga.

La realidad es que cuando esos objetivos irreales, sin sustento, no se cumplen en un periodo muy corto de tiempo, las personas “se desmotivan, se genera frustración, baja autoestima, bajada de la autoconfianza, ansiedad o depresión”, asegura Fernández. “Tenemos que aprender a ajustar nuestras expectativas en base a lo que podemos hacer, tomar decisiones mesuradas y ajustadas”, propone. Pero las redes sociales, que se han convertido otro espacio vital en el que relacionarse y acompañarse, están repletos de estos mensajes creadores de expectativas inalcanzables. Están ahí en forma de frases y en forma de coaches motivacionales, entrenadores a los que pagas por una masterclass en motivación para salir del hoyo.

Cuentas con nombres como Cultura positiva, Eres inteligente, Espíritus positivos o Amor de un café son omnipresentes en redes sociales con millones de seguidores que cada día se levantan con una frase 'para empezar bien el día'. “Comienza tu día con el corazón y la mente llena de amor y gratitud”, “por un día lleno de noticias positivas”, “todo sucederá de repente y agradecerás no haberte rendido”. Pero el fenómeno trasciende a las redes sociales y se cuela en las pizarras de cafeterías y oficinas, y en librerías, donde se mezclan títulos como El poder del pensamiento positivo, Piensa en positivo o Vive en positivo con otros que tratan de derrocar el mito, como Hasta los cojones del pensamiento positivo o Positividad tóxica, felicidad real en mundo obsesionado con las “good vibes”. 

En España, cuatro de cada 10 personas valoran de forma negativa el estado de su salud mental, según el informe 'La situación de la salud mental en España'

Esta forma de pensamiento basada en enfrentar la vida siempre de manera positiva, sin matices ni lugar a reflexión, casi acaba con Mahmoud Khedr, estadounidense creador de FloraMind, una empresa que en la actualidad provee servicios de salud mental en los colegios del país. Así explica el fenómeno del positivismo tóxico a partir de su experiencia en una charla TED: “Hubo una época en la que durante todo el día iba por la ciudad sonriendo y dando charlas inspiracionales, pero me dormía llorando y pensando que no merecía vivir (...) ¿Por qué esta desconexión? Porque al nivel más fundamental, el estándar que nos exige la sociedad de ser positivos a toda costa no encaja con la naturaleza humana”.

El empresario, que trabajó en grandes tecnológicas como Google y Facebook previamente, destaca una consecuencia perniciosa de este bombardeo positivista: “Bloquea de forma instantánea la oportunidad para tener una conversación sobre los sentimientos negativos que está teniendo la otra persona. Nos impide pedir ayuda”. El resultado de esta cultura, asegura Khedr, son las cifras de problemas de salud mental que persiguen a los jóvenes y a los no tan jóvenes. En España, cuatro de cada 10 personas valoran de forma negativa el estado de su salud mental, según el informe La situación de la salud mental en España, presentado en marzo de este año por la Confederación de Salud Mental española y la Fundación Mutua Madrileña.

El estándar que nos exige la sociedad de ser positivos a toda costa no encaja con la naturaleza humana

El informe señala también que un 40% de las personas diagnosticadas con un problema de salud mental ha sentido rechazo social por parte de su entorno después de compartir los problemas con los que estaba tratando de lidiar. Además, el 15% de las personas encuestadas habían tenido ideas suicidas en los últimos años, el 42% admite haber sufrido depresión a lo largo de su vida y un 47% ha experimentado ataques de ansiedad o de pánico. Los jóvenes son de los de los más afectados por esta crisis de salud mental. Estos, que hacen más vida online, son el público objetivo de una nueva serie de perfiles de influencers que hacen de la “motivación” y el “coaching” —según autoproclaman— su negocio. Se enfrentan así a hombres y mujeres supuestamente ricos y muy musculados que insisten en sus vídeos en tener las claves motivacionales para que la gente llegue a ser como ellos (si quieres, puedes).

Iván Pico, psicólogo gallego especializado en la rama deportiva, lo ve en su trabajo: “Una frase motivacional te hace liberar dopamina, eso acaba generando una dependencia a ese tipo de mensajes, y cuando empiezas a hacer scroll en esa red social entras en un bucle pernicioso”, explica. El algoritmo detecta la necesidad que tiene la persona de ese tipo de mensajes y empieza a mandar más imágenes y vídeos del mismo talante, “pero nunca llegan a profundizar, no van a la raíz de los problemas”. Los más afectados por estas tendencias acaban siendo las personas más vulnerables, aquellos “que no han desarrollado pensamiento crítico, personas vulnerables económicamente, con falta de habilidades sociales. Ese es el nicho de estos mensajes”.

Una frase motivacional te hace liberar dopamina, eso acaba generando una dependencia a ese tipo de mensajes que nunca llegan a profundizar, no van a la raíz de los problemas

La positividad tóxica crea un discurso lleno de trampas. “El lenguaje que utilizamos para describir nuestra situación y la de los demás crea realidades”, explica Delblanch. “El cambio no depende de leer frases motivacionales, sino de entender los factores externos que provocan la ansiedad o las emociones negativas. Tiene que haber un proceso de encajar ese positivismo con la realidad y crear objetivos alcanzables. Está bien no sentirse bien todos los días. Hay que conocer esas emociones y canalizarlas de forma adecuada”, recomienda la psicóloga. “Hay días que no sale sonreír porque uno no está contento y está bien sentirse cada día de una forma diferente, contento, triste o enfadado”.