Por qué es falso que nuestra firma revela nuestra personalidad

La grafología es la supuesta disciplina que, mediante el análisis de la escritura manuscrita, pretende describir la personalidad de un individuo y determinar así rasgos generales de su carácter, su estabilidad mental y emocional, grado de inteligencia o aptitudes profesionales. Entre los defensores más destacados de la grafología, encontramos a Augusto Vels, quien volcó su conocimiento sobre el análisis de la escritura en dos obras consideradas fundamentales en el desarrollo del controvertido estudio grafológico: Tratado de Grafología (1945) y Escritura y personalidad (1961).

Según la Sociedad Española de Grafología, “la grafología nos puede ayudar a conocernos a nosotros mismos así como a las personas que nos rodean”, pero además a nivel profesional puede ayudarnos a detectar “las aptitudes y posibilidades de cada sujeto para un puesto de trabajo determinado ofreciendo la posibilidad de medir los niveles de honestidad”. Sin embargo, y pese a las bases teóricas de la grafología, cabe la pregunta de si estamos ante una ciencia.

Una relación no demostrada

La respuesta no puede ser afirmativa, ya que ningún experimento científico ni estudio empírico han conseguido establecer una relación incuestionable entre la manera de escribir y la personalidad, tal como pretende la grafología. Otra cosa es la “caligrafía forense” o el peritaje caligráfico, disciplinas distintas a la grafología de las que se vale la criminalística con el propósito de comparar escritos y certificar su autenticidad y validez legal.

Así pues, la grafología sólo puede ser considerada una pseudociencia, que a partir de indicios anecdóticos más o menos sólidos ha conseguido establecer un marco teórico valiéndose de distintas escuelas psicológicas. Tuvo su momento de esplendor a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando el espíritu individualista romántico se vio beneficiado por la propagación de las teorías freudianas y psicoanalíticas.

Y ha llegado hasta nuestro días sobre todo gracias a los departamentos de recursos humanos de las empresas, que se han servido de técnicas grafológicas para evaluar aptitudes profesionales y caracterológicas de aspirantes a un puesto de trabajo, sin reparar en la debilidad de sus deducciones. Su condición acientífica, no obstante, ha sido demostrada en distintos estudios y artículos.

Por ejemplo, el publicado por Toy N. King y Derek J. Koehler, de la Universidad de Waterloo, en el Journal of Experimetal Psychology de la American Psychological Association, con el título Illusory Correlations in Graphological Inference. Más recientemente, a propósito de un tuit de Donald Trump en el que se vanagloriaba de sus dotes grafológicas, la base de datos de publicaciones académicas JSTOR recogía un artículo con el esclarecedor título “Disculpa, la grafología no es una ciencia de verdad”.

Una carta de presentación

Bien es cierto que con la escritura, concretamente con nuestra firma, pretendemos plasmar una singularidad intransferible. De manera gráfica certificamos nuestra existencia en sociedad, nuestras responsabilidades como individuos, y establecemos cierta estilización de nuestra imagen manuscrita. Puede decirse que la firma funciona como una tarjeta de presentación abierta a todo tipo de especulaciones y análisis curiosos.

Para el grafólogo A. Lecefer, “la firma puede definirse como un conjunto de gestos habituales y automatizados elegidos libremente sin restricción alguna”. En la mayoría de los casos, la interpretación “profunda y completa” de la firma (junto a la rúbrica) se integra con el análisis de un texto manuscrito de la misma persona.

Sea como fuere, el análisis de una firma sigue los patrones técnicos del estudio de la escritura, observando su forma, la presión, la velocidad, la inclinación o la longitud para intentar extraer explicaciones supuestamente lógicas sobre nuestra conducta. Dado que se trata de un símbolo pergeñado con trazos rápidos, los grafólogos han desarrollado un amplia red de supuestas correspondencias entre la escritura y la personalidad.

La personalidad a través de la firma, según la grafología

En rasgos generales, la grafología viene a establecer una serie de correlaciones que si bien ya hemos visto que no tienen sustento real claro, no dejan de ser interesantes para los curiosos, aunque sea como un mero juego.

  • Tamaño de las letras. Una firma normal acostumbra a tener un tamaño de uno o dos centímetros. Aquellas con letras de una longitud mayor responden a personas extrovertidas y sociales, mientras que las más pequeñas indican que nos encontramos ante una persona tímida o discreta.
  • Mayúsculas. Se relacionan con la importancia que nos damos a nosotros mismos. Se considera que una persona tiene una tendencia egocéntrica cuando en la firma utiliza unas mayúsculas tres veces mayores a las letras normales. En cambio, si las mayúsculas son dos veces más grandes, se considera que la autoestima es satisfactoria. La ausencia de mayúsculas se interpreta, por otra parte, como un símbolo de modestia o humildad.
  • Nombre y apellido. La presencia tanto del nombre como del apellido en la firma demuestra un equilibrio entre la independencia individual y su herencia. Si hay un predominio del nombre o una separación entre éste y el apellido se infiere que se trata de una persona independiente con deseos de autodefinición. En cambio, la preeminencia del apellido revela una dependencia familiar o una necesidad de vincularse a la tradición.
  • Formas de las letras. Las formas rectas suelen asociarse a la rectitud personal, la disciplina y el pragmatismo. Asimismo, las letras curvas denotan buen humor, empatía y buen gusto.
  • Presión. La fuerza que ejercemos a la hora de firmar también dice cosas de nosotros mismos. De esta manera, una presión liviana se relaciona con aquellas personas que se adaptan a las situaciones con facilidad, mientras que la rotundidad del trazo se considera una muestra de autoridad y firmeza.
  • Legibilidad. Las firmas que tienden a la legibilidad se vinculan a la claridad de ideas y a la satisfacción personal, así como aquellas que tienden a la ilegibilidad son consideradas fruto de la confusión, escasa capacidad de concentración o de una menor atención por los detalles.
  • Posición. Cuando la firma tiende a ascender en el papel, se interpreta como un signo de ambición y capacidad de lucha. Por el contrario, las firmas descendientes pueden estar motivadas por la falta de confianza en las propias posibilidades, la apatía, cierta tendencia al pesimismo o a cuadros depresivos.
  • La Rúbrica. Los adornos que acompañan y rematan a la firma representan el marco en el que situamos al yo y, por lo tanto, están sujetos al análisis de la personalidad. Las rúbricas sencillas denotan autenticidad y sinceridad; las rúbricas envolventes significan que la persona es cauta y toma sus precauciones; los remolinos se interpretan como la búsqueda de certezas; el subrayado muestra determinación y seguridad; el punto final, por su parte, refleja un carácter disciplinado y organizado.

Estos son los principales rasgos de personalidad que la grafología cree encontrar en cualquier papel o documento firmado. Si quieres ver cómo define esta disciplina pseudocientífica tu perfil psicológico a través de la firma, te proponemos este rápido test grafológicotest grafológico.

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