Diez razones para no tener báscula en casa

La tecnología de las básculas ha avanzado notablemente a lo largo de décadas y, en consecuencia, ha afinado una enormidad en el arte de medir nuestro peso. Los que nacimos en los sesenta del siglo pasado comenzamos pesándonos en las pedestres básculas de muelles y ahora, por contra, lo hacemos en las sofisticadas de sensores de presión y con indicador electrónico. El progreso avanza que es una barbaridad.

Y sin embargo, ¿qué nos dice la báscula que no sepamos ya antes de pesarnos? Algunos profesionales de la nutrición opinan que su efecto puede ser positivo para materializar una señal de alarma sobre los excesos que podamos estar cometiendo -esto es, ver el sobrepeso en números nos hace tomar conciencia-, si bien otros advierten que corremos el peligro de simplificar con la báscula el complejo problema de nuestros malos hábitos de salud.

Y como veremos, la báscula es caprichosa, variable, engañosa y a veces imprecisa, por lo que fiarlo todo a ella puede llevarnos a estar peor de lo que estábamos. A continuación te enumeramos diez razones por las que no te hace ninguna falta tener una báscula doméstica, a no ser, claro está, que haya razones de salud y recomendación médica.

1. El peso ideal es un mito

El peso ideal es una invención de una compañía aseguradora norteamericana Metropolitan Life Insurance CompanyM, la cual en 1943 elaboró unas tablas que relacionaban el peso de hombres y mujeres con su riesgo de mortalidad a partir de los datos que la compañía había recolectado a lo largo de los años. A las mismas las llamó tablas de peso ideal y las usó para ajustar las cuotas de los asegurados.

Tuvieron un gran éxito e inmediatamente se relacionó el concepto de peso ideal con la salud, pero a su vez hicieron que muchas personas fuera de estos patrones se sintieran estigmatizadas, muchas veces sin motivo, pues estaban perfectamente sanas. La manía del peso ideal llegó a tal punto que en 1959 la compañía cambió el nombre de su populares tablas por el de “peso deseable”.

Sin embargo los estudios científicos demostraron que tampoco los pesos que se exponían eran siempre los más deseables y, a medida que la conciencia de lo que era saludable fue evolucionando -menos tabaco y alcohol, más dieta mediterránea, más ejercicio, etc.-, se hizo evidente que las tablas estaban bastante desenfocadas.

Finalmente, la compañía a partir de 1983 dejó de dar nombre a sus tablas. Así que no hay un peso ideal estándar sino que cada persona tendrá el suyo en función de su estructura ósea, sus actividades, su dieta y muchas otras circunstancias. Ni siquiera existe una correlación absoluta entre la altura y el peso, pues el tipo de metabolismo que tengamos también interviene.

2. Puede servir para tapar malos hábitos

En efecto, fiarlo todo a la báscula, que nos dé un peso que entre dentro de lo aparentemente sano, no quiere decir llevar una vida saludable ni esquivar el riesgo de diabetes o enfermedades cardiovasculares, por ejemplo. Podemos tener un peso acorde a nuestra estructura corporal pero en cambio fumar, beber en exceso o abusar de los azúcares refinados. Sin embargo, el efecto psicológico de la báscula será engañosamente satisfactorio y no hará que dejemos nuestros malos hábitos. 

3. Nuestro peso varía según la hora y día de la semana...

Si tenemos báscula en casa, es posible que nos pesemos constantemente y nos desesperen los resultados que nos arroja, ya que serán tremendamente variables. La razón es que nuestro peso oscila según la hora del día, lo que comemos y bebemos, si vamos al baño o no. Lo ideal es pesarse siempre a la misma hora, preferiblemente por la mañana antes de desayunar.

Pero nuestro peso también puede variar a lo largo de la semana; por ejemplo durante los días laborables tiene tendencia a descender y, en cambio, el fin de semana sube por los ágapes más cuantiosos y la menor actividad, aunque esto por supuesto dependerá de cara persona.

4. ...e incluso según la semana del mes

Las mujeres retienen líquidos durante la etapa premenstrual, con lo que aumentan su peso y por tanto, durante la semana antes de la regla el dato del peso idóneo estará especialmente distorsionado.

5. Lo que hemos comido y bebido condiciona nuestro peso temporalmente

Por otro lado, no es lo mismo comer solo proteína animal que ingerir mucha fibra vegetal, que retiene más agua en el bolo alimenticio. Por ejemplo, si comemos brócoli, nuestras heces vendrán más hinchadas, lo cual es bueno para la limpieza y la regulación intestinal, pero pesaremos más. Si bebemos sopas en lugar de agua, también tendremos tendencia a retener líquidos y pesar más. Ahora bien, en absoluto estaremos más gordos.

6. El IMC es un índice tonto

No quiere decir que el índice de masa corporal sea inútil, puesto que a los dietistas y nutricionistas, les sirve de referencia y les orienta sobre los hábitos de una persona. No obstante, este índice, que mide la relación entre el peso y la altura -medida en metros al cuadrado-, es papel mojado en manos de los no profesionales.

La razón es que no mide la cantidad de grasa corporal, que sí nos puede dar indicaciones de la existencia de obesidad o sobrepeso y malos hábitos de salud. Para medir el porcentaje de grasa corporal existen varios métodos, pero el más sencillo es la cinta de medir de sastre. Con ella circundaremos el diámetro abdominal y después aplicaremos determinadas fórmulas matemáticas, o directamente iremos a calculadoras como esta. Es siempre más efectivo y realista perder dos centímetros de cintura que dos kilos de peso

 

7. Ganar peso puede ser saludable

Muchas personas se deciden a tomarse en serio la práctica de deporte con el fin de equilibrar su peso, pero resulta que en lugar de perder peso lo ganan, porque desarrollan musculatura y queman grasas. El músculo pesa más que la grasa y ello se refleja en la báscula. No engordamos, nos desarrollamos, pero si nos obsesionamos con el peso tendremos la sensación de que hacemos algo mal. Y no es cierto.

8. Perder peso puede ser no saludable

De la misma forma, en cuanto dejamos de hacer activamente deporte nuestros músculos se deshincharán y perderemos líquido por la orina. Como resultado perderemos peso, pero transitoriamente, pues seguramente no dirigiremos hacia la obesidad y el aumento del porcentaje de grasa corporal.

9. Las básculas caseras pueden ser muy imprecisas

La extrema sensibilidad de las modernas básculas hace puedan dar resultados tremendamente variables -dos o tres kilos arriba o abajo- si no están perfectamente asentadas en un suelo completamente horizontal, o bien si alguno de sus sensores de presión no funciona correctamente. Sus datos no son todo lo fiables que deberían.

10. Su efecto psicológico puede ser muy contraproducente

No son pocos los estudios que constatan que la báscula hace más daño que bien para la salud de las personas por la presión psicológica que añade a aquellas más receptivas al juicio estético social, sobre todo chicos y chicas adolescentes y mujeres cerca de la menopausia, que es cuando ambos grupos tienen menos control sobre los cambios que acontecen en su cuerpo. La ruleta de la báscula no nos habla de hábitos sanos, dieta equilibrada, ejercicio o deporte recomendable, sino que solo nos da un número que nos puede deprimir o poner eufóricos. 

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