Hace poco más de una semana empezó la desescalada en España tras más de siete semanas de confinamiento en casa impuesto por el estado de alarma. Durante la cuarentena, muchas personas no han salido de casa prácticamente para nada, tan solo para realizar la compra de cosas básicas y poco más. Y, de repente, se abren de nuevo las puertas (con restricciones y horarios, eso sí) y ya se puede empezar a salir un poco a pasear e ir, en algunos casos, al trabajo.
Sin embargo, puede ocurrir que esta vuelta al trabajo y cierta normalidad en las salidas muchas personas no la vivan con las ganas que se supone que deberían tener, sino todo lo contrario. ¿Por qué ocurre esto? ¿A qué responden estas reacciones? ¿Es extraña esta sensación? El mensaje “Quédate en casa”, ¿ha calado más en unas personas que en otras? ¿Se han adaptado mejor las personas que no quieren salir a la situación de confinamiento?
¿Por qué no queremos salir de casa?
Durante estos días de confinamiento hemos cambiado el ritmo de nuestras vidas, todo es mucho más tranquilo, ya no hay prisas y si no hacemos algo un día no pasa nada, lo haremos mañana. No hace falta pensar en lo que tenemos que hacer, ni enfrentarnos al estrés laboral, volver a encontrarnos con compañeros con los que no nos llevamos bien, ni hacer recados no pueden esperar o una actividad de ocio que tenemos pendiente.
Todo esto ha cambiado con el estado de alarma. Hemos activado el freno de mano por unos días, nada es urgente y todo puede esperar. A lo largo de estos días también han surgido varios aspectos que lo que han hecho ha sido aumentar la incertidumbre. Según Juan G. Castilla, psicólogo clínico y especialista en Inteligencia Emocional, “la sobreexposición informativa, las noticias del número de personas fallecidas y contagiadas, las medidas de prevención, la ausencia de EPIs, etc. hace que nos sintamos muy vulnerables”.
También que algunas personas sientan miedo a salir ahora de sus casas. En el fondo, este miedo lo que nos está diciendo es que “nuestra seguridad está en entredicho y que estamos en una situación de peligro. Muchas personas lo viven y lo sienten así”, afirma Castilla. Y esto le puede ocurrir a cualquiera porque, en condiciones y situaciones excepcionales como las que estamos viviendo, es normal que “nos pueda acompañar miedo e inseguridad”.
Es probable, sin embargo, que lo noten más “aquellas personas que tiendan a preocuparse en exceso en la vida cotidiana, que tengan rasgos de personalidad obsesivos, que hayan pasado el confinamiento solos o que piensan en exceso la información negativa que les llega, entrando así en un bucle” del que no consiguen salir, dice Castilla.
¿Qué es el síndrome de la cabaña?
Las paredes de nuestras casas se han convertido durante el mes y medio que ha durado el confinamiento en nuestro refugio, son las que nos han dado seguridad en estos tiempos en los que salir a la calle o ir a trabajar significa exponerse a un riesgo. Y ahora, en la fase de desescalada, nos dicen que podemos salir al lugar donde precisamente está el peligro. Cambiamos un entorno seguro prolongado en el tiempo con otro que no lo es.
Esto también genera miedo y lleva a hablar del síndrome de la cabaña que, aunque no es un trastorno psicológico, está “asociado a la seguridad que nos dan nuestras casas y hogares de forma atávica ante situaciones de riesgo”, reconoce Castilla. Este concepto implica una variedad de emociones negativas como miedo (al contagio en este caso), ansiedad, pereza de cambiar de entorno, alteraciones anímicas, inquietud, etc. como hemos visto, la personalidad de cada uno es un factor importante en la rapidez con la que se desarrollan este tipo de emociones.
Formas de afrontarlo
Aunque algunas personas podrían necesitar ayuda psicológica personalizada para afrontar el miedo que sienten a salir a la calle, la mayoría saldrán y les bastará adoptar y seguir ciertas pautas. La primera de ellas es abordar los sentimientos, comprender lo que nos está sucediendo y de ser conscientes de que hay un proceso para aceptarlo. En palabras de Castilla, “el primer paso es reconocer que se tiene esa emoción de miedo”, lo que nos permitirá regularla y afrontarla, reconociéndola como una “emoción normal y lógica”.
Parte de lo que nos sucede es que no sabemos cuánto va a durar, no hay una fecha límite definida, solo hay expectativas. En este contexto es importante mantener una rutina de horarios, comidas y sueño para dar a “nuestro cerebro orden y control y ayudarlo a que adquiera fuerza y seguridad”. El experto da otras pautas para afrontar de manera adecuada todos estos sentimientos y emociones.
Por ejemplo, mandarnos mensajes positivos y motivadores e ir familiarizándonos con la situación poco a poco; desconectar del coronavirus y la constante información que nos va llegando porque este no debe ser el centro de nuestra vida; debemos encontrar un equilibrio de los mensajes que recibimos y ser selectivos; salir poco a poco e ir ampliando el tiempo de las salidas siempre con las medidas de prevención básicas; acompañar todo esto con ejercicios de relajación, meditación o respiración para controlar las reacciones fisiológicas.
Poco a poco, “se irán perdiendo los temores”, admite Castilla. Pero, pese a todo lo descrito, no todo tiene que ser negativo. En el lado opuesto también puede haber las personas que, ante la adversidad, les emerge “una nueva y mejor versión de ellos mismos”, lo que en términos de psicología se conoce como “resiliencia”, reconoce el experto.
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