Existen multitud de variantes de la frase atribuidas a diversos gurús de nuestro tiempo como Steve Jobs u Oprah Winfrey, pero la mayoría de las veces Internet liga su origen a Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. De ser así, difícilmente podría haber imaginado el filósofo chino que, veinticinco siglos después, este pensamiento se convertiría en una especie de truco de magia gracias al cual millones de nosotros realizamos cada día las tareas que nos tocan sin plantearnos hacer otra cosa. A pesar de que quizá tendríamos muchos motivos para no hacerlas o para exigir mejores condiciones para ello.
El amor hacia el trabajo se ha convertido, según explica Sarah Jaffe en su libro Trabajo. Un amor no correspondido, que acaba de editar en España Capitán Swing, en una herramienta del sistema. Una jugada maestra del capitalismo para “dejarnos” trabajar en lo que nos gusta a cambio de tener un salario bajo y unas condiciones mejorables. Como reza el título, nosotros podemos amar nuestro trabajo pero, desde luego, nuestro trabajo no nos ama a nosotros.
En el libro, Jaffe examina las vidas y las experiencias laborales de trabajadores de diversos sectores, desde el becario no remunerado hasta el profesor con exceso de trabajo, pasando por el trabajador sin ánimo de lucro y el atleta profesional o el artista. Pocas profesiones se han salvado de esta estrategia.
La periodista, originaria de Nueva Orleans y autora de varios libros e infinidad de artículos que suelen girar alrededor del activismo, el trabajo, la explotación laboral y las luchas de la clase trabajadora en el contexto del capitalismo contemporáneo, actualmente se encuentra en plena gira de presentación de su nuevo libro publicado recientemente en inglés, From the Ashes: Grief and Revolution in a World on Fire (Desde las cenizas: duelo y revolución en un mundo en llamas). En uno de los pocos huecos libres que esta promoción le deja, nos atiende desde Londres.
¿De dónde surgió la idea de este libro?
Comencé a trabajar como periodista a tiempo completo durante la crisis financiera de 2009. Antes había trabajado en tiendas y restaurantes y ser periodista era el empleo de mis sueños. Pronto me di cuenta de que no había tanta diferencia con lo anterior: seguía sin dinero, con horarios interminables, estaba agotada y emocionalmente era tan intenso como lo anterior.
En aquella época entrevisté a un productor de realities televisivos que había creado un sindicato de productores de televisión freelance, ya que estaban muy mal pagados y sobrecargados de trabajo. Cuando se quejaban, siempre les decían que si no querían trabajar todo el fin de semana, podían encontrar a otras veinte personas que estarían felices de hacerlo. Así que empecé a preguntarme, ¿qué papel juega la idea del “trabajo soñado” y el amor por el trabajo en nuestra actitud general hacia el trabajo hoy en día? ¿Es una idea antigua? ¿Cuánto tiempo llevamos pensando que tenemos que amar lo que hacemos para ganarnos la vida?
Trazo el origen de la idea del 'amor al trabajo' hasta los trabajos relacionados con los cuidados, como la enfermería y la enseñanza. Ocupaciones que se parecen mucho a lo que las mujeres han hecho siempre en el hogar sin cobrar
Más tarde Trump fue elegido presidente y su popularidad me ayudó a ubicar este problema en un contexto histórico, especialmente al pensar en la desindustrialización y la pérdida de ciertos tipos de trabajo. Empleos que no se esperaba que amaras. Nadie espera que le sonrías a un coche mientras pasa por una línea de montaje.
Más adelante te preguntaré sobre Trump y las elecciones estadounidenses, pero antes, según cuentas en el libro, la pandemia también dejó al descubierto la naturaleza coercitiva del trabajo.
Terminé el primer borrador completo de Trabajo. Un amor no correspondido en febrero de 2020, justo antes de que llegara la pandemia, y esta mostró cuán poco control tenemos sobre el trabajo. En aquellos días, entrevisté a muchas personas que seguían trabajando durante la epidemia y recuerdo una conversación con una trabajadora de una gran cadena de perfumería. Su trabajo no era malo; ganaba 15 dólares por hora, lo cual no es mucho en Nueva York, pero no estaba mal. Sin embargo, cuando llegó el momento de volver a abrir las tiendas, me dijo: “No quiero morir por un pintalabios”. De repente, el trabajo se había convertido en algo muy diferente.
Lo mismo pasó en los restaurantes. Durante las primeras semanas de la enfermedad los cocineros fueron la profesión con más muertos. No esperas correr el riesgo de morir por trabajar en un restaurante. Mucha gente se tuvo que enfrentar a esto, a que de repente su trabajo era peligroso y que a sus jefes, por decirlo sin rodeos, no les importaba si morían.
Muchos años antes de la pandemia, según cuentas en el libro, tras la Segunda Guerra Mundial, en el mundo desarrollado se impuso la ética del trabajo industrial. ¿En qué consistía?
La ética del trabajo industrial consistía en ir al trabajo, un trabajo que era duro, pero del que a cambio obtenías un salario decente, fines de semana libres y atención médica. Nadie esperaba que disfrutaras de tu trabajo, sino que te diera unas buenas condiciones de vida. Ahora, en cambio, la ética que impera es la del “amor al trabajo”.
Recuerdo un cartel que animaba a trabajar en Amazon diciendo: 'Consigue un trabajo repartiendo sonrisas', todos sabemos que trabajar en un almacén de Amazon es terrible. Sin embargo, lo anunciaban como si te fuera a hacer feliz
¿En qué consiste? Y ¿cómo se produjo el cambio?
La idea del “amor al trabajo” ya llevaba un tiempo rondando por ahí. Yo trazo su origen hasta los trabajos relacionados con los cuidados, como la enfermería y la enseñanza. Ocupaciones que se parecen mucho a lo que las mujeres han hecho siempre en el hogar sin cobrar. Por otro lado, está el trabajo creativo, como el arte. Se esperaba que los artistas lo fueran por amor al arte, no por el dinero.
Pero con el tiempo, trabajos que tradicionalmente eran vistos como “de cuidados” o “creativos” comenzaron a integrarse en el mercado laboral a través de, por ejemplo, hospitales y escuelas públicas. Pero esta idea de que ciertos empleos no son realmente trabajo y no merecen ser pagados de la misma manera que otros prevaleció de alguna forma. Se asumía que serían realizados porque a la persona le gustaba cuidar de los demás o porque el trabajo mismo era la recompensa.
Con la desindustrialización, cada vez había más empleos del sector servicios, como la atención médica en el hogar y, poco a poco, la idea de que se debía amar el trabajo se expandió a otros sectores. Incluso a algunos que no esperas que lleven asociadas este tipo de expectativas.
Recuerdo ver un cartel en Filadelfia que animaba a trabajar en Amazon diciendo: “Consigue un trabajo repartiendo sonrisas”, pero todos sabemos que trabajar en un almacén de Amazon es terrible. Sin embargo, lo anunciaban como si te fuera a hacer feliz. Nadie quiere trabajar en Amazon o en McDonald's por placer, pero eso no significa que esos trabajos no pudieran ser buenos si se pagaran bien y se dieran otros beneficios, como sucedió con el trabajo industrial.
El sistema siempre está buscando formas de hacer más dinero, aunque cambien las historias que nos cuenten para que nos portemos bien y no prendamos fuego a la casa de Jeff Bezos o llenemos las calles protestando
Entonces, ¿el objetivo del capitalismo es hacer que la gente piense que es “feliz” en su trabajo?
El objetivo del capitalismo es que un pequeño grupo de personas acumule mucha riqueza. Las justificaciones y formas en que esto se lleva a cabo van cambiando con el tiempo, dependiendo de las luchas y la resistencia que se oponga. El sistema capitalista se reestructura buscando mano de obra barata y lugares donde las regulaciones medioambientales sean más laxas. También vemos cómo se está intentando reemplazar a los trabajadores con inteligencia artificial porque es más barato, aunque la IA requiera enormes cantidades de energía y recursos.
El sistema siempre está buscando formas de hacer más dinero, aunque cambien las historias que nos cuenten para que nos portemos bien y no prendamos fuego a la casa de Jeff Bezos o llenemos las calles protestando. Fomentar el amor al trabajo es una forma de hacernos seguir haciéndolo para que Bezos siga acumulando dinero.
En el libro planteas la pregunta: “¿Qué harías si el dinero no fuera un problema?”. Esa pregunta me asustó un poco, pensé qué respondería. Si el dinero no fuera un problema, probablemente haría lo mismo que hago. Entonces, no sé si estoy completamente consumido por el amor al trabajo. ¿Qué pasa con la gente que realmente ama su trabajo?
Yo también seguiría escribiendo, aunque probablemente intentaría escribir una novela. Quizás haría periodismo de otra manera, dedicando más tiempo a seguir una historia y asegurándome de que fuera lo mejor posible. Si el dinero no fuera un problema, creo que el trabajo en la industria también sería muy diferente.
Pero independientemente de eso, lo que sí creo es que en los últimos años las cosas están cambiando. Están pasando muchas cosas horribles en el mundo, pero detecto un cambio en la forma en la que las personas piensan en el trabajo y cómo están luchando por sus derechos en todo el mundo. Eso me da mucha esperanza. En Estados Unidos no habíamos tenido tantas huelgas en 40 años, especialmente en sectores que encajan en el perfil del “amor al trabajo” como, por ejemplo, los profesores o los periodistas.
Detecto un cambio en la forma en la que las personas piensan en el trabajo y cómo están luchando por sus derechos en todo el mundo
Tu libro está lleno de esperanza, pero en unos días son las elecciones en Estados Unidos y es posible que Trump vuelva a ganar. ¿Cómo es posible?
Si Biden se hubiera dedicado realmente a mejorar la vida de las personas, Trump no tendría ninguna posibilidad de ganar. Pero la realidad es que la vida de la mayoría no ha mejorado lo suficiente. Kamala Harris tampoco está prometiendo hacerlo, y eso es un problema. La gente ha sufrido 40 años de declive en su calidad de vida, excepto si eres Jeff Bezos o Elon Musk, y están muy enfadados y esa rabia muchas veces explota de una forma visceral.
Lo que realmente necesitamos es mejorar la vida de las personas, su trabajo, su atención médica, su capacidad para permitirse una vivienda digna en una ciudad donde puedan encontrar un buen empleo. Y hasta que eso no suceda, seguirá habiendo rabia, y figuras como Trump siempre encontrarán una manera de aprovecharse de ello.