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Trombofilia: en qué circunstancias y a quién puede afectar

La coagulación de la sangre es clave para la supervivencia. Es la que permite que, tras una lesión, enfermedad o cirugía, nuestro cuerpo pueda detener el sangrado. Incluso en los casos que no parecen de riesgo, como una pequeña herida, pueden convertirse en una emergencia médica si la coagulación no es la correcta.

Ante una lesión, el cuerpo se pone en alerta y, con una coagulación normal, se ponen en marcha una serie de reacciones que trabajan en equipo para contener la sangre que sale de las venas y las arterias dañadas.

Algunas personas son más vulnerables que otras a los coágulos de sangre. Si estos no se disuelven, o si alguien tiende a desarrollar coágulos incluso cuando no ha habido lesión, podemos hablar de trombofilia, un término que engloba una serie de alteraciones que aumentan la propensión a que se formen trombos, coágulos o tapones en nuestro sistema circulatorio.

Por qué puede ser peligrosa la trombofilia

Algunas personas ya nacen con ella (trombofilia hereditaria) y otras la desarrollan a lo largo de su vida (trombofilia adquirida). Sea cual sea el caso, esta afección tiene muchas formas y puede afectar de maneras distintas a quien la padece: desde no tener nunca ningún problema de coagulación a experimentar un coágulo potencialmente peligroso.

El riesgo de que se formen coágulos de sangre peligrosos se da sobre todo en los miembros inferiores, en particular las venas de la parte posterior de la pierna. Pero también pueden aparecer en las arterias.

Las personas con trombofilia pueden tener un mayor riesgo de desarrollar:

Trombosis venosa profunda (TPV): es cuando el coágulo se forma dentro de las venas profundas de la pierna. Suelen aparecer síntomas como hinchazón y sensibilidad, dolor que se intensifica cuando el pie se dobla hacia arriba, calor en el área afectada y piel roja. Normalmente todos estos síntomas aparecen en la parte posterior de la pierna, por debajo de la rodilla.

Embolia pulmonar: se produce cuando el coágulo de sangre se desprende y viaja a los pulmones. Los síntomas suelen incluir dolor en el pecho, dificultad para respirar, aturdimiento y mareos, tos seca, dolor en la espalda superior y desmayo. Una embolia pulmonar requiere atención médica de urgencia.

A quién afecta la trombofilia

La mayoría de las trombofilias son genéticas, lo que significa que se heredan de uno o ambos padres. Pero también existen factores de riesgo de coágulos de sangre que no son genéticos, como:

  • obesidad
  • tabaquismo
  • inmovilización prolongada (síndrome de la clase turista, por ejemplo)
  • cirugía previa
  • traumatismos
  • terapia hormonal sustitutiva
  • toma de anticonceptivos orales
  • embarazo (este aumenta los factores de coagulación en la sangre, lo que provoca problemas de embarazo o abortos espontáneos)
  • ciertas mutaciones genéticas

En la mayoría de los casos, la formación de un trombo en la pierna es fácil de reconocer (trombosis venosa profunda) y, como ya hemos indicado, suele ir acompañado de malestar general, inflamación, enrojecimiento y dolor en la zona y calor al palparlo. Pero hay otras que pueden pasar inadvertidas.

Es difícil establecer cuál es la prevalencia de trombofilia ya que los síntomas no suelen aparecer a menos que se desarrolle un coágulo de sangre. Sí se calcula que, en la población general, la incidencia de tromboembolismo venoso es de 1 por cada 1.000 personas al año.

Es posible, sin embargo, que alguien que la tenga no lo sepa. Un análisis de sangre permite identificar la afección, pero no siempre determinar la causa. En el caso de que la trombofilia sea hereditaria, las pruebas genéticas pueden identificar los miembros de la familia con la misma afección.

Cómo se trata la trombofilia

El tratamiento para la trombofilia depende de dónde se localiza, la gravedad y las potenciales complicaciones. El objetivo es aliviar los síntomas y evitar que se desarrollen más coágulos. Suele tratarse con:

Medicamentos anticoagulantes que actúan sobre el sistema de coagulación, disminuyen la capacidad de una persona para formar un coágulo, como la aspirina. Estos fármacos van dirigidos a hacer más fluido el coágulo y el paso de la sangre, es decir, a disolver el coágulo.

Pueden administrarse solo durante un corto periodo de tiempo, cuando el riesgo de trombosis es mayor, o por un tiempo prolongado. Todo dependerá de las circunstancias clínicas.

Técnicas de cirugía vascular o cateterismo cuyo objetivo es eliminar el trombo siempre que se pueda por su tamaño y el lugar donde se encuentre.

¿Se puede reducir el riesgo de trombofilia?

Varios ajustes en el estilo de vida pueden reducir el riesgo de trombofilia:

  • Beber muchos líquidos, sobre todo agua, para evitar la deshidratación.
  • Seguir una alimentación equilibrada.
  • Realizar ejercicio físico para no solo mantener la sangre en movimiento y una buena circulación sino también tener un peso saludable y una saludable función pulmonar.
  • Dejar de fumar. El tabaco contrae los vasos sanguíneos y, combinado con una alimentación rica en grasas, aumenta el riesgo de desarrollar placas en las paredes de los vasos.

Se sabe también que los períodos prolongados de inmovilidad, como vuelos de larga distancia o el sedentarismo (permanecer muchas horas en el sofá o el escritorio frente al ordenador) aumentan las posibilidades de que se forme un coágulo de sangre.

Cualquier viaje prolongado multiplica dos o tres veces el riesgo de trombosis venosa (lo que se denomina como síndrome de la clase turista), sobre todo en los viajes de 8-10 horas de duración, según la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH).

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