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El arte de no hacer nada

Mariano Rajoy, el Sun Tzu de La Moncloa: “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión”. Habla del rescate a España, pero el presidente aplica esta gran máxima marianista a casi todo. Es su técnica más depurada: fumarse un puro mientras espera que los problemas se arreglen solos. Es lo que hizo durante años con Francisco Camps, con el “funcionario” Jesús Sepúlveda o con las rebeliones de la lideresa Aguirre. Es lo que sigue aplicando con el lehendakari de Madrid, Ignacio González, o con la reina del confeti, Ana Mato, o con el afortunado Carlos Fabra.

El mayor ejemplo de marianismo ilustrado es la propia gestión del caso Bárcenas. Rajoy tomó la decisión de no decidir nada y optó por la vía más fácil: esperar, a ver si escampaba. El PP tardó más de un año en obligar a su extesorero a renunciar a su escaño en el Senado desde que fue imputado. Después se pasó unos cuantos meses pagando a su abogado; habría seguido cubriendo esa factura hasta hoy, de no ser porque El País publicó esa noticia y Rajoy tuvo que decidir algo. Más tarde le mantuvo el despacho, la secretaria, el coche, el escolta... Y el colmo: le pagó una indemnización de 400.000 euros y, de propina, cubrió sus pagos a la Seguridad Social hasta diciembre del año pasado.

¿Por qué razón el PP, un partido saneado y que da beneficios cada año, fragmentó el pago de la indemnización de su extesorero? ¿Bajo qué concepto fiscal cubrió Génova unos pagos a la Seguridad Social por un trabajador que supuestamente ya no trabajaba? ¿Cómo justificar que Rajoy cobre del PP sin cotizar en la Seguridad Social por el partido y Bárcenas cotice sin estar en nómina?

El Gobierno también supo meses antes de que estallara el escándalo que la justicia había encontrado la cuenta oculta de Bárcenas en Suiza. ¿Qué hizo Rajoy? A juzgar por lo que vino después, nada de nada. Ahora insiste en la misma vía y pide a los suyos que no entren en “juegos ni enredos”. Sigue sin pronunciar una palabra que se ha convertido en tabú para el presidente: el nombre de Bárcenas, del que aún no ha dicho nada. Mariano Rajoy lo niega todo e ignora el elefante en la habitaciónn, mientras los suyos le reciben en cada comparecencia pública con aplausos y sonrisas. Es lo mismo que hizo Francisco Camps durante años hasta que acabó enterrado.

Mariano Rajoy, el Sun Tzu de La Moncloa: “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso es también una decisión”. Habla del rescate a España, pero el presidente aplica esta gran máxima marianista a casi todo. Es su técnica más depurada: fumarse un puro mientras espera que los problemas se arreglen solos. Es lo que hizo durante años con Francisco Camps, con el “funcionario” Jesús Sepúlveda o con las rebeliones de la lideresa Aguirre. Es lo que sigue aplicando con el lehendakari de Madrid, Ignacio González, o con la reina del confeti, Ana Mato, o con el afortunado Carlos Fabra.

El mayor ejemplo de marianismo ilustrado es la propia gestión del caso Bárcenas. Rajoy tomó la decisión de no decidir nada y optó por la vía más fácil: esperar, a ver si escampaba. El PP tardó más de un año en obligar a su extesorero a renunciar a su escaño en el Senado desde que fue imputado. Después se pasó unos cuantos meses pagando a su abogado; habría seguido cubriendo esa factura hasta hoy, de no ser porque El País publicó esa noticia y Rajoy tuvo que decidir algo. Más tarde le mantuvo el despacho, la secretaria, el coche, el escolta... Y el colmo: le pagó una indemnización de 400.000 euros y, de propina, cubrió sus pagos a la Seguridad Social hasta diciembre del año pasado.