Las reacciones contra el pacto entre PSOE y Unidas Podemos han sido casi unánimes, y eso que el nuevo Gobierno ni siquiera está constituido. La gran mayoría de los medios y toda la derecha en pleno han recibido el abrazo entre Sánchez e Iglesias con abierta hostilidad, gruesas descalificaciones y un discurso apocalíptico que permite adivinar cómo serán los próximos años. Nos espera la legislatura más crispada de la reciente historia democrática española. Y eso que el nivel ya estaba alto.
Era de esperar. Porque es lo que pasa siempre cuando llega a La Moncloa cualquier presidente progresista. Porque todos los líderes de izquierda son “estadistas” si están muertos o retirados. La misma derecha reaccionaria que en su momento acusó de todo tipo de barbaridades a Zapatero, a Rubalcaba, a Anguita, a Guerra, a Carrillo… Ahora los ponen como ejemplo frente a los líderes actuales. Hoy son modelos a seguir, una buena izquierda sensata y responsable; antes eran el demonio con cuernos, proetarras, radicales, sectarios, guerracivilistas... Porque es una norma no escrita, pero inexorable: para la derecha, el único buen líder izquierdista es el que ya es historia.
Pasa siempre y ocurre en más países. Aunque en España es especialmente virulento. Cada vez que un candidato mínimamente sospechoso de izquierdista alcanza el poder político, sus opositores en la derecha embarran el campo. Gritan, porque carecen de argumentos. Porque solo ganan los peores cuando se impone el discurso del “todos son iguales”.
Van a intentar tumbar a este Gobierno con todos los recursos a su alcance. ¿Recuerdan la conspiración del 11M y cuando Zapatero había llegado a La Moncloa por medio de un atentado terrorista organizado en un complot entre el PSOE, ETA y los servicios secretos marroquíes? Pues en esta legislatura es posible que superemos ese siniestro disparate.
Ha pasado siempre, pero ahora será peor. Porque en el Congreso habrá 52 parlamentarios de extrema derecha que desprecian esa cámara y lo que representa: la soberanía popular, la democracia, ese sistema donde todos somos iguales ante las urnas, sin importar su renta. Tienen derecho a estar allí, porque Vox también se lo ha ganado con los votos. Pero exactamente el mismo derecho asiste a quienes la extrema derecha descalifica como “los enemigos de España”. Una “antiespaña” que suma una mayoría absoluta, porque entre “sociatas”, “podemitas”, “indepes”, “nacionalistas”... son más de la mitad de los españoles.
Si Pedro Sánchez consigue el apoyo del Congreso –cosa más que probable, por eso la respuesta contra el acuerdo ha sido tan furibunda– será porque la soberanía popular así lo respalda. Y si PSOE y Unidas Podemos han pactado tan rápido es porque, sencillamente, no había otra opción parlamentaria.
La derecha que ahora plantea “una gran coalición” sabe perfectamente que el PP nunca la habría aceptado. Tampoco la quería el PSOE y por parecidos motivos: porque no hay otra vía más rápida para el suicidio político de ambos partidos y sus respectivos líderes.
Quienes critican el acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos no lo hacen porque tengan una alternativa mejor. Simplemente no la había. Del Parlamento que han votado los españoles hoy no salía otro Gobierno viable, ni tampoco otro presidente que no fuese Pedro Sánchez.
Habrá tiempo en esta legislatura para criticar al nuevo Gobierno. En eldiario.es sin duda lo haremos, igual que lo hemos hecho antes con el PSOE y con Unidas Podemos cuando han dado motivos para ello. Se puede criticar, en este caso, que no pactaran mucho antes. O la contradicción entre lo que dijeron en campaña y este abrazo. Pero no es criticable que ambos partidos lleguen a un pacto cuando no existen otras mayorías y la única alternativa realista a este acuerdo eran las quintas elecciones en cuatro años.
En los últimos tres días, han pasado dos cosas lamentablemente inusuales en la política española. Una dimisión, la de Rivera, y un pacto, el de Iglesias con Sánchez. Con suerte, en unas semanas tendremos el tercer milagro: un Gobierno que no esté en funciones. Y en unos meses, el cuarto: unos Presupuestos que no sean los de Montoro.
Hubo elecciones, habrá después un Gobierno. Es lamentable que lo más ordinario nos parezca casi milagroso. Es una prueba del deterioro en el que habíamos caído en estos últimos cuatro años.
Asumir responsabilidades es una virtud política. También lo es pactar, y ceder sobre lo que dijiste antes, y asumir tus debilidades tras el veredicto de las urnas. Sin responsabilidad y sin acuerdo no hay ni política ni democracia.
Quienes se oponen a este Gobierno, y han empezado su demolición antes siquiera de que nazca, solo tenían una esperanza: otra legislatura inane, otra investidura fallida. Forzar otra repetición electoral, a ver si a la tercera ganaba la derecha. Su pronóstico se ha frustrado del todo. Confiaban en que la guerra entre PSOE y Podemos continuase. Y contra su deseo, a la segunda no ha pasado.
Por eso están tan enfadados, tan crispados. Porque el entendimiento de las izquierdas supone la derrota de la derecha.
Las reacciones contra el pacto entre PSOE y Unidas Podemos han sido casi unánimes, y eso que el nuevo Gobierno ni siquiera está constituido. La gran mayoría de los medios y toda la derecha en pleno han recibido el abrazo entre Sánchez e Iglesias con abierta hostilidad, gruesas descalificaciones y un discurso apocalíptico que permite adivinar cómo serán los próximos años. Nos espera la legislatura más crispada de la reciente historia democrática española. Y eso que el nivel ya estaba alto.
Era de esperar. Porque es lo que pasa siempre cuando llega a La Moncloa cualquier presidente progresista. Porque todos los líderes de izquierda son “estadistas” si están muertos o retirados. La misma derecha reaccionaria que en su momento acusó de todo tipo de barbaridades a Zapatero, a Rubalcaba, a Anguita, a Guerra, a Carrillo… Ahora los ponen como ejemplo frente a los líderes actuales. Hoy son modelos a seguir, una buena izquierda sensata y responsable; antes eran el demonio con cuernos, proetarras, radicales, sectarios, guerracivilistas... Porque es una norma no escrita, pero inexorable: para la derecha, el único buen líder izquierdista es el que ya es historia.