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Feijóo se estrena gobernando con Vox

10 de marzo de 2022 22:35 h

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Habrá quien diga, y habrá quien lo compre, que el primer pacto de Gobierno del PP con la extrema derecha es cosa de la directiva anterior. Que es una decisión de Pablo Casado, ese líder al que lanzaron desde la ventana de Génova 13, hace dos semanas, y que hoy manda en el partido casi tanto como el bedel. 

Habrá quien cuente, y quien así se lo crea, que Alfonso Fernández Mañueco va por libre y ha sido él, por su cuenta, quien ha decidido meter en su Gobierno a la ultraderecha de Vox. Sin encomendarse a nadie. Sin siquiera preguntar.

Habrá quien intente convencernos de que Alberto Núñez Feijóo no ha tenido nada que ver con esta decisión. Que él aún no manda. Que no lo hará hasta que “hablen los militantes” y decidan si respaldan al candidato al que apoyan absolutamente todos los barones del partido o si se decantan por esa concejala desconocida del Ayuntamiento de Gandía que ni siquiera cuenta con los 100 avales necesarios. 

Habrá quien se lo crea: que Feijóo no ha tenido nada que ver con esta decisión, la más transcendental para la derecha española en mucho tiempo. Que ha sido Casado, o Mañueco, o el Espíritu Santo descendido de nuevo para la ocasión. 

Lo venderán de mil maneras. No faltará quien les compre las falsedades. Pero la realidad es que el nuevo presidente in pectore del PP se llama Alberto Núñez Feijóo y es ya quien manda en el partido. No desde hoy, cuando ya es oficialmente el único candidato a presidir el PP. Tampoco desde la Junta Directiva Nacional de hace diez días. Alberto Núñez Feijóo es el jefe desde esa noche, 23 de febrero, en la que forzó a Pablo Casado a anunciar su dimisión, tras un golpe palaciego de todos los barones y coroneles del partido. 

Tras tomar el poder en la derecha –después de que Casado rompiera la omertá–, la primera decisión importante de Alberto Núñez Feijóo fue dejar claro su nivel de compromiso en la lucha contra la corrupción. “Yo creo en la honorabilidad de Isabel Díaz Ayuso”, y con esa frase explicó lo que opina sobre la comisión que cobró su hermano y que ya investiga la Fiscalía Anticorrupción.

Su segunda decisión importante ha quedado clara hoy. El supuesto líder moderado, el que no había venido a la política a insultar, es quien avala el primer Gobierno del PP con la extrema derecha de Vox. Con un partido que niega la violencia machista, que defiende la xenofobia y que abiertamente rechaza aspectos esenciales de la Constitución.

Es legítimo y perfectamente democrático pretender un cambio en la Constitución hacia un modelo más centralista, como plantea Vox cuando quiere acabar con el modelo autonómico. Igual que lo es defender una república, en vez de una monarquía, o un referéndum de autodeterminación que tampoco cabe en la actual Constitución. Pero la razón por la que Vox no es un partido como los demás no es porque ponga en duda consensos constitucionales, como otros partidos también hacen. Sino porque quiere dinamitar los pilares de esta Constitución y de cualquier otro sistema democrático: las libertades políticas más básicas, que Vox pone en serio riesgo cuando pide la ilegalización de partidos a los que votan millones de ciudadanos, o cuando niega la legitimidad del Gobierno elegido por el Parlamento español.

Esa es la principal diferencia entre Vox y todos los demás. Es la razón por la que no se puede equiparar a Vox con los independentistas o con Unidas Podemos, como intenta la derecha en un falso paralelismo. “Es un partido de extrema derecha”, como explicaba hace no tanto el probable secretario general del PP de Feijóo, Esteban González Pons. Un partido de extrema derecha cuya esencia es contraria a la democracia. Igual que Salvini. Igual que Orbán. Igual que Le Pen.

Normalizar a Vox como si fuera un partido más va a marcar para siempre la carrera de Alberto Núñez Feijóo, que ha intentado pasar de puntillas sobre esta decisión. Lo ha hecho, además, con varias mentiras y medias verdades. Todas ellas, muy fáciles de desmontar.

Alberto Núñez Feijóo: “[Mañueco] convocó al PSOE y le propuso un pacto tan democrático como dejar gobernar a la lista más votada”.

Feijóo olvida que la lista más votada en el Parlamento andaluz es la del PSOE. Que la lista más votada en el Parlamento murciano es la del PSOE. Que el más votado en las autonómicas de Madrid de 2019 fue Ángel Gabilondo. Que la más votada en la ciudad de Madrid fue Manuela Carmena. 

También fue Luis Tudanca, del PSOE, el más votado en las autonómicas de Castilla y León de 2019, cuando Mañueco llegó a la presidencia de la Junta sin haber ganado las elecciones: con lo que la derecha llama “un pacto de perdedores”, cuando es otro partido distinto al PP el que logra una legítima mayoría parlamentaria para gobernar.

Alberto Núñez Feijóo: “La respuesta del PSOE [a la oferta de Mañueco] fue la soberbia, ni siquiera se sentó a estudiar esa posibilidad”.

Falso. Claro que el PSOE se sentó. Fue Mañueco quien se levantó y se fue a los 15 minutos de empezar la reunión con el líder socialista de Castilla y León, Luis Tudanca. Fue un simple numerito: porque el acuerdo del PP con la extrema derecha estaba ya casi cerrado.

Alberto Núñez Feijóo: “El PSOE solo ha dejado una posibilidad: elegir entre Vox o adelanto electoral”.

Falso. El PSOE sí dio al PP una tercera opción para no repetir las elecciones ni pactar con Vox. Apoyar a Mañueco, pero con una condición, la misma que aplican en esos otros países europeos donde han decidido sacar a la extrema derecha de las instituciones: que fuera “para siempre y en todos los territorios”, no solo donde le viene bien al PP.

Alberto Núñez Feijóo: “En este contexto el presidente Mañueco acaba de evitar un adelanto electoral”.

Falso. Porque no es solo Mañueco quien ha tomado esta decisión. Y porque el PP tenía otra opción: llegar a ese acuerdo que ofrecía el PSOE para excluir aquí y en el resto de los parlamentos a la extrema derecha, como hacen los conservadores europeos en la mayoría de los países de la UE. 

El problema, para Feijóo, es que es plenamente consciente de que no podrá llegar a La Moncloa si no es con el apoyo de Vox. Y también sabe que la mayoría de los votantes de la derecha apoyan esos acuerdos. Para el PP, un cordón sanitario sobre Vox supone un serio riesgo de sorpaso desde su derecha. Por eso no aceptan excluir a Vox, ni admiten siquiera que exista esa posibilidad.

El PP prefería no pactar un gobierno con Vox, pero por otros motivos distintos al escrúpulo democrático: porque todos los partidos prefieren gobernar en solitario y porque saben que Vox les llevará a aplicar políticas que movilicen a la izquierda y rechacen algunos votantes moderados. El nuevo PP ha elegido con plena consciencia de lo que supone esta decisión. Probablemente la misma que habría tomado Pablo Casado si aún dependiera de él.

“No soy partidario de que Vox entre en los Gobiernos de mi partido”, decía hace no tanto Núñez Feijóo. Parece que ha cambiado de opinión.

Alberto Núñez Feijóo: “Legitimidad para pedir responsabilidad en pactos el PSOE no tiene ninguna”.

No es solo el PSOE quien pide responsabilidad al PP de Feijóo. También lo hacen muchos líderes europeos conservadores, empezando por el presidente del Partido Popular Europeo y expresidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que ha criticado este acuerdo de Gobierno con la extrema derecha como “una capitulación”.

En Alemania, por comparar, Angela Merkel se resistió siempre y en todo momento a pactar con la extrema derecha. Incluso en un land, Turingia, donde su ‘no’ a un acuerdo con los ultras supuso un Gobierno para Die Linke, la izquierda alemana.

Alberto Núñez Feijóo: “Lo que pasa es que cuando uno no quiere ejercer responsabilidades lo que intenta es responsabilizar a otros”.

Y en esto Feijóo sí tiene toda la razón.

Habrá quien diga, y habrá quien lo compre, que el primer pacto de Gobierno del PP con la extrema derecha es cosa de la directiva anterior. Que es una decisión de Pablo Casado, ese líder al que lanzaron desde la ventana de Génova 13, hace dos semanas, y que hoy manda en el partido casi tanto como el bedel. 

Habrá quien cuente, y quien así se lo crea, que Alfonso Fernández Mañueco va por libre y ha sido él, por su cuenta, quien ha decidido meter en su Gobierno a la ultraderecha de Vox. Sin encomendarse a nadie. Sin siquiera preguntar.