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Apostar por el futuro: en defensa de un ferrocarril europeo público de calidad

En Podemos nos gusta el tren. Se trata de la forma de comunicación de personas y mercancías más segura, eficiente desde el punto de vista del consumo de energía y que también más ahorra otro tipo de impactos ambientales como la contaminación acústica, la ocupación de suelo y el efecto barrera que producen las autopistas, las autovías y el tren de alta velocidad. Europa necesita una buena red ferroviaria para descongestionar el tráfico por carretera y combatir el calentamiento global. Apostar por el ferrocarril público es apostar por una sociedad con futuro. Por eso los países líderes de la UE, Alemania y Francia son también los que hoy más tenazmente se oponen a los vientos privatizadores de una Comisión Europea empeñada en alentarlos por medio de la Directiva 2012/34, actualmente en discusión. Al contrario que en España, donde tanto PP como PSOE han coincidido en la aplicación de medidas privatizadoras del ferrocarril público, los gobernantes alemanes y franceses han coincidido en ser mucho más reticentes a dejar en manos del mercado una red de transporte estratégica para el desarrollo económico sostenible, el bienestar social y la cohesión territorial. Tanto SNCF en Francia como DB en Alemania son empresas con un gran desarrollo tecnológico y que se encuentran muy bien valoradas por la opinión pública de sus respectivos países.

En contraposición con el modelo de gestión pública y eficiente del ferrocarril en Francia y Alemania, tanto PP como PSOE han apostado por el nefasto y desfasado modelo de Thatcher en Gran Bretaña, minando paulatinamente Renfe, subdividida ahora en seis empresas distintas, privatizando servicios y patrimonio y abandonando a su suerte al ferrocarril convencional y las líneas de cercanías. Si no han podido ir todo lo lejos que en su día fue la Dama de Hierro es porque aún no han tenido tiempo.

En lugar de apostar por un tren público rápido, seguro, eficiente, de calidad y accesible a todos los bolsillos, simplemente mejorando la red ya existente, los dos grandes partidos han venido poniendo el grueso de las inversiones públicas (76.000 millones de euros entre 1992 y 2012) en financiar una costosísima red de Alta Velocidad que en muchos casos era innecesaria excepto para las grandes empresas constructoras, grandes beneficiarias de esta ingente inyección de capital público. Las mismas que ahora están esperando a quedarse con las líneas más rentables.

Desde Podemos vamos a dar la batalla en el Parlamento Europeo por un ferrocarril que cumpla su función social y económica, evitando una privatización a la carta, en la que las grandes empresas se queden con lo rentable y dejen al Estado lo deficitario, en la que se deterioren la seguridad de los viajeros, las condiciones laborales de los trabajadores ferroviarios y se margine a las zonas rurales, cada vez con menos y peores servicios, y a las personas que viajamos con presupuestos más ajustados, los que nos movemos en cercanías y líneas convencionales de tren. Que no cuenten con nuestro voto para sacar adelante una Directiva que supone un grave retroceso para el futuro de los pueblos de Europa.  

En Podemos nos gusta el tren. Se trata de la forma de comunicación de personas y mercancías más segura, eficiente desde el punto de vista del consumo de energía y que también más ahorra otro tipo de impactos ambientales como la contaminación acústica, la ocupación de suelo y el efecto barrera que producen las autopistas, las autovías y el tren de alta velocidad. Europa necesita una buena red ferroviaria para descongestionar el tráfico por carretera y combatir el calentamiento global. Apostar por el ferrocarril público es apostar por una sociedad con futuro. Por eso los países líderes de la UE, Alemania y Francia son también los que hoy más tenazmente se oponen a los vientos privatizadores de una Comisión Europea empeñada en alentarlos por medio de la Directiva 2012/34, actualmente en discusión. Al contrario que en España, donde tanto PP como PSOE han coincidido en la aplicación de medidas privatizadoras del ferrocarril público, los gobernantes alemanes y franceses han coincidido en ser mucho más reticentes a dejar en manos del mercado una red de transporte estratégica para el desarrollo económico sostenible, el bienestar social y la cohesión territorial. Tanto SNCF en Francia como DB en Alemania son empresas con un gran desarrollo tecnológico y que se encuentran muy bien valoradas por la opinión pública de sus respectivos países.

En contraposición con el modelo de gestión pública y eficiente del ferrocarril en Francia y Alemania, tanto PP como PSOE han apostado por el nefasto y desfasado modelo de Thatcher en Gran Bretaña, minando paulatinamente Renfe, subdividida ahora en seis empresas distintas, privatizando servicios y patrimonio y abandonando a su suerte al ferrocarril convencional y las líneas de cercanías. Si no han podido ir todo lo lejos que en su día fue la Dama de Hierro es porque aún no han tenido tiempo.