Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Frente al cambio climático no hay salida en la misma dirección
Desde la semana pasada se celebra la 22ª cumbre por el clima (COP22) este año en Marrakech (Marruecos), lo que la convierte en La cumbre de África, algo que no es baladí siendo el continente más afectado por el cambio climático y por el desigual reparto de los recursos naturales en todo el mundo.
Venimos de más de dos décadas errando de una cumbre a otra sin éxitos ni compromisos eficaces alcanzados. Cada cumbre nos enfrentamos a dos opciones: o incrementar los compromisos de los Estados y la ambición general por frenar el cambio climático, o incrementar el cambio climático.
El Protocolo de Kyoto fue el primer tratado internacional jurídicamente vinculante que perseguía bajar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI). No obstante, el protocolo se aplicaba solamente a 55 países industrializados; pero no a China, que desde entonces es el país que más GEI emite, mientras que Estados Unidos nunca lo ratificó y Canadá y Rusia se retiraron posteriormente.
Desde entonces, el siguiente hito ha sido el Acuerdo por el Clima de París del año pasado. Desde la firma del Protocolo de Kyoto en 1997, el de París es el primer gran acuerdo vinculante: obliga a los Estados a mantener el incremento de la temperatura media global muy por debajo de los 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales.
Sin embargo, no vincula a los Estados, y en especial a los más desarrollados, a tomar medidas que garanticen tal objetivo. Los compromisos a adoptar son voluntarios y, según los cálculos de la ONU, hasta la fecha no mantienen el aumento de la temperatura por debajo de los 3 grados ni tan siquiera.
Por otro lado, siendo esta la cumbre de África, como menciona la presidencia marroquí, existen dos cuestiones importantes a concretar que quedaron pendientes desde la COP21. En primer lugar, en París los países en desarrollo alcanzaron la introducción de una sección sobre las pérdidas y los daños causados por las catástrofes naturales, pero el acuerdo no contempla el reconocimiento de la responsabilidad de los países desarrollados durante su primera industrialización. Se tratará de fijar las reglas para contabilizar estas pérdidas y daños.
En segundo lugar, se acordó la creación de un fondo de 100.000 millones de dólares por año a partir de 2020. De momento solamente se alcanzarán 90.000 millones de dólares en 2020. Además, se estima que para hacer frente al cambio climático los fondos disponibles deben estar alrededor del billón de dólares.
Tampoco los esfuerzos por detener el cambio climático pueden pasar de lado la principal causa de emisión de CO2 a la atmósfera y de calentamiento global: la quema de combustibles fósiles.
'Keep it in the ground'
Lamentablemente, en esta nueva cumbre por el clima, al igual que en la COP21 de París, no se abordará esta cuestión. Éste ha sido uno de los principales motivos por los que, desde los movimientos sociales por la Justicia Climática, se han iniciado fuertes campañas bajo el lema Keep it in the ground (mantenlo bajo tierra) contra la extracción y quema de combustibles fósiles con un objetivo: el 80% de las reservas conocidas de combustibles fósiles debe quedar bajo tierra para poder limitar el incremento de la temperatura por debajo de los 2 grados.
Para ello, es necesario emprender decididamente una transición energética hacia un modelo de menor consumo y de fuentes de energía 100% renovables. El tiempo para hacerlo escasea, no basta sólo con mencionarlo en los textos internacionales y nacionales, sino plasmarlo en acciones políticas.
La inversión en nuevas infraestructuras que perpetúen el uso de los combustibles fósiles, como el almacén de gas Castor en el estado español, el gaseoducto Keystone XL en Estados Unidos (rechazado por el Gobierno Obama pero en peligro de volverse a plantear por Trump) o el Southern Gas Corridor a nivel europeo, tiene que detenerse en pro de una inversión pública en energías renovables y eficiencia energética.
Según un nuevo informe de Oil Change International, los proyectos de carbón, petróleo y gas que ya están en funcionamiento contienen suficiente contaminación por dióxido de carbono como para llevar al planeta más allá de las líneas rojas de calentamiento que se establecieron en París. Por si fuera poco, estas infraestructuras acaban afectando e inflando la factura final de la luz, agravando la pobreza energética de las familias más vulnerables.
En definitiva, y lamentablemente, no podremos esperar grandes avances en esta próxima cumbre. La crisis medioambiental es tan solo una de las diversas manifestaciones de la crisis de modelo que vivimos, junto con la crisis económica y social.
Cuando se trata de buscar soluciones falsas a la cuestión climática como el carbón limpio, el mercado de carbono o las tecnologías de emisiones negativas y de captura de carbono, estamos huyendo hacia adelante, estamos financiarizando la naturaleza y expandiendo la necesidad de nuevos mercados para el capitalismo. Las soluciones están fuera de los espacios de negociación oficial.
El papel de la sociedad civil
Las soluciones están en la sociedad civil que se autoorganiza para impulsar proyectos de cooperativas energéticas, para compartir el autoconsumo de energía y democratizar el sector. Una sociedad civil que defiende la buena gestión de los recursos esenciales, como el agua de las privatizaciones; personas que impulsan grupos de consumo de alimentos ecológicos y de ciclo corto.
Las soluciones están también en las iniciativas implementando la economía circular y la reducción de residuos o en las que buscan generar alternativas económicas y laborales para las zonas industriales olvidadas impulsando la transición justa.
Al fin y al cabo, son proyectos que están construyendo desde ayer la alternativa a la máquina depredadora del neoliberalismo y al gran horno de recursos naturales que es el capitalismo. Son realidades que encuentran poco respaldo desde las instituciones y cuyos objetivos debemos priorizar.
La cuestión climática no es sólo la defensa de un medio ambiente sostenible, sino que es también la oportunidad para construir una sociedad que produzca lo suficiente para todas las personas, que no deje a nadie atrás en la pobreza o sin empleo, que devuelva a la gente la capacidad democrática de decidir sobre su vida y su futuro. El clima es nuestra vida y nuestro futuro.
Desde la semana pasada se celebra la 22ª cumbre por el clima (COP22) este año en Marrakech (Marruecos), lo que la convierte en La cumbre de África, algo que no es baladí siendo el continente más afectado por el cambio climático y por el desigual reparto de los recursos naturales en todo el mundo.
Venimos de más de dos décadas errando de una cumbre a otra sin éxitos ni compromisos eficaces alcanzados. Cada cumbre nos enfrentamos a dos opciones: o incrementar los compromisos de los Estados y la ambición general por frenar el cambio climático, o incrementar el cambio climático.