Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
La hora de la verdad para Europa
El drama humano que está significando la pandemia puede dar paso a una verdadera hecatombe económica de impredecibles consecuencias. El coronavirus está actuando como acelerador de tendencias globales y Europa va a tener que afrontar con crudeza sus contradicciones y su fragilidad. Pero, al mismo tiempo, tiene ante si una oportunidad formidable para reivindicar su utilidad, resiliencia y legitimidad.
Tras la falta de empatía con Italia, por la que la propia presidenta Von der Leyen se ha disculpado, y un inicio de gestión de la crisis titubeante y descoordinado, el trasatlántico europeo está orientando sus instituciones y políticas hacia el viaje por la incertidumbre radical al que va a tener que embarcarse la humanidad este 2020.
El Banco Central Europeo disparó la primera salva: 870.000 millones en forma de compra de bonos, tanto públicos como privados, para estabilizar el sistema financiero y evitar escaladas en las primas de riesgo. A Frankfurt se ha unido Bruselas; la Comisión Europea ha levantado el cerrojo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para facilitar que los presupuestos nacionales aborden sin constricciones sus necesidades sanitarias y sociales, y está utilizando los instrumentos a su alcance para alinear y apoyar la respuesta de los estados europeos a la COVID-19.
Recientemente el Eurogrupo, después de un papel vergonzante de Holanda en las discusiones, ha acordado activar el Mecanismo Europeo de Estabilidad con condicionalidad light, usar el Banco Europeo de Inversiones para apoyar al tejido empresarial, y poner en marcha un nuevo programa (SURE) para financiar ayudas a los desempleados. La combinación de todas estas medidas, la gran mayoría, garantías y préstamos, asegura que el sistema va a estar bien regado de crédito. Pero todo ello aún siendo necesario, no es suficiente.
Las necesidades que estamos afrontando van a cebar las cuentas públicas de déficits abultados y, en consecuencia, la deuda. Y aquí es donde va a ser necesario el apoyo aéreo europeo si queremos evitar que algunos países acaben entrando en el tóxico ciclo vicioso deuda/recortes/depresión. Ese apoyo aéreo es un verdadero estímulo fiscal europeo que ha tomado la forma de Fondo para la recuperación, una idea que han liderado España y Francia y a la que se ha adherido el Parlamento Europeo.
La naturaleza del Fondo para la Recuperación centrará las discusiones del Consejo del 23 de abril, donde Europa se juega su reconstrucción. Esta pudiera y debiera ser un renovado Plan Marshall, con un tamaño de billón/billón y medio, adosado al presupuesto y control comunitario, y orientado a empujar nuestra economía hacia la sostenibilidad, la digitalización y el conocimiento, o reforzar la musculatura de nuestra industria. Pero hablamos además de un Plan Marshall verde financiado también con deuda mutualizada: los ya famosos corona-bonos. Europa se la juega en esta operación y es posible que a todo esto debieran sumársele en el futuro medidas económicas heterodoxas que hoy parecen imposibles: desde el “dinero en helicóptero”, a la monetización directa de deuda pública.
Ha llegado la hora de la verdad para Europa. La hora de una respuesta unida, ambiciosa y solidaria, porque esa es, sin duda, la mejor defensa del interés común. De nuevo, nuestro mayor enemigo, somos nosotros mismos en forma de arrogancia y del egoísmo nacional de algunos que arrastra a todos a actuar con poco y demasiado tarde. Europa se juega su futuro, y probablemente su supervivencia en todo ello, porque muchos europeos se preguntan con razón, si no es ahora el tiempo de la unidad, la ambición y la solidaridad, ¿entonces cuándo?
El drama humano que está significando la pandemia puede dar paso a una verdadera hecatombe económica de impredecibles consecuencias. El coronavirus está actuando como acelerador de tendencias globales y Europa va a tener que afrontar con crudeza sus contradicciones y su fragilidad. Pero, al mismo tiempo, tiene ante si una oportunidad formidable para reivindicar su utilidad, resiliencia y legitimidad.
Tras la falta de empatía con Italia, por la que la propia presidenta Von der Leyen se ha disculpado, y un inicio de gestión de la crisis titubeante y descoordinado, el trasatlántico europeo está orientando sus instituciones y políticas hacia el viaje por la incertidumbre radical al que va a tener que embarcarse la humanidad este 2020.