Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Leyla no será trending topic
Hace unos meses volvía a Galicia el cuerpo de una refugiada galega. Su hijo, Manuel, residente en Mexico, como ella después de la guerra civil, fue también refugiado por reagrupación familiar. Eran de aquí, eran europeos. Preguntaba él visiblemente emocionado, ¿qué hace Europa, cómo puede olvidar que muchos de nosotros también fuimos refugiados y que muchos países nos abrieron las puertas para una vida con derecho a la vida?. Como a él y a sus hermanos con su madre Luisa Viqueira Landa. Se le nota que siente vergüenza ajena y emite un discurso que sonrroja como sociedad. Sabe de lo que habla porque lo ha vivido en la piel y no se ha olvidado nunca de su condición de hijo de refugiada.
La respuesta está en los campos de refugiados que hay en estos momentos en Europa. Llenos de personas, de los nadies, como les llamaba Galeano. Son los parias de la sociedad, los refugiados y refugiadas a los que los sistemas legales les niegan derechos, protección, asistencia, ubicación, tratándolos como 'sin papeles', como la nada. ¡Cómo si la vida humana se contuviera en un papel!. No hay fronteras que los pares, porque huyen de la desesperación. No tienen miedo, sólo quieren vivir, como sea, donde sea. Sin nada, con la ropa puesta, con la vida empujando, no hay prohibiciones o restricciones que contengan este flujo por la vida. En los últimos meses muchos han quedado en el camino, en las aguas del Mediterráneo, llenas de zapatos de niño flotando, de cuerpos no identificados, de dolores lejanos por llamadas que nunca vendrán. El mar ya es la gran fosa de Europa, antes en las costa atlántica, ahora en la costa del mar Mediterráneo, el mar engulle la esperanza. Contaba un bombero que estaba participando solidariamente en Lesbos su desesperación por dar una mano en la noche a cuerpos congelados y exhaustos, que a veces no resistían. Y mientras personas voluntarias, organizaciones no gubernamentales desbordadas, gobiernos locales trabajando día y noche por encima de sus capacidades para dar abrigo y comida, servicios sanitarios redoblando jornadas y material que no llega, individuos y colectivos dando todo por humanidad, pues mientras, Europa mirando para otro lado. Repartiendo la miseria de las cuotas de establecimiento cuantitativo de refugiados por Estados miembros o proporciones de número de asilados. Es tan hipócrita y caótica la actitud de Europa que es probable que haya perdido la escasa credibilidad que le quedaba si pretendía dar lecciones de bienestar al mundo. Es una vergüenza y debemos de decirlo y exigir de gobiernos un cambio de actitud urgente.
Mientras la extenuación se vive en Calais, en Dunkerque, en Lesbos y en tantos otros lugares, la Comisión Europea anuncia que se podrá criminalizar la ayuda humanitaria. Es tal el desprecio hacia la generosidad y tal la ineficacia de su propia inacción que se blindan en declaraciones de insolvencia política inaceptables. Es que la gestión y la actitud de Europa y de países europeos concretos, está siendo caótica, despectiva e incluso despótica. En lugar de abordar la crisis humanitaria provocada por el aluvión de las personas refugiadas, blindan las fronteras, abiertas para el capital y la evasión fiscal y cerradas para los seres humanos en peligro, sin cuestionar su acción política internacional. Porque estamos hablando de seres humanos en peligro. Qué decir de la reciente información emitida por Europol que nos ha estremecido, sobre la desaparición de 10.000 niñas y niños refugiados en Europa, presuntamente subyugados por mafias de trata sexual y esclavitud. ¿A dónde vamos?, ¿es que Europa no sabía esto?. Si fueran niños ricos, aunque fuera uno sólo saldrían en la prensa amarilla, pero no, son parias, son niños considerados pobres. El business de la miseria, delante de una hipocresía que se alimenta del miedo a perder la seguridad y a que nos invadan.
Esta noche en el campo de refugiados de Grand-Synthe en Francia nace una niña, Leyla. Es hija de una pareja kurda procedente de Siria. Como dice Javier Gallego en su artículo, Aylan ya no es noticia. La opinión pública se conmovió por un minuto, pero luego cerró los ojos. Layla nunca va a ser trending topic, pero si debía ser noticia porque su madre, se ha salvado embarazada en una travesía desoladora. Layla es la esperanza de que la vida empuja, el símbolo contra la vergüenza y la insolidaridad europea.
Hace unos meses volvía a Galicia el cuerpo de una refugiada galega. Su hijo, Manuel, residente en Mexico, como ella después de la guerra civil, fue también refugiado por reagrupación familiar. Eran de aquí, eran europeos. Preguntaba él visiblemente emocionado, ¿qué hace Europa, cómo puede olvidar que muchos de nosotros también fuimos refugiados y que muchos países nos abrieron las puertas para una vida con derecho a la vida?. Como a él y a sus hermanos con su madre Luisa Viqueira Landa. Se le nota que siente vergüenza ajena y emite un discurso que sonrroja como sociedad. Sabe de lo que habla porque lo ha vivido en la piel y no se ha olvidado nunca de su condición de hijo de refugiada.
La respuesta está en los campos de refugiados que hay en estos momentos en Europa. Llenos de personas, de los nadies, como les llamaba Galeano. Son los parias de la sociedad, los refugiados y refugiadas a los que los sistemas legales les niegan derechos, protección, asistencia, ubicación, tratándolos como 'sin papeles', como la nada. ¡Cómo si la vida humana se contuviera en un papel!. No hay fronteras que los pares, porque huyen de la desesperación. No tienen miedo, sólo quieren vivir, como sea, donde sea. Sin nada, con la ropa puesta, con la vida empujando, no hay prohibiciones o restricciones que contengan este flujo por la vida. En los últimos meses muchos han quedado en el camino, en las aguas del Mediterráneo, llenas de zapatos de niño flotando, de cuerpos no identificados, de dolores lejanos por llamadas que nunca vendrán. El mar ya es la gran fosa de Europa, antes en las costa atlántica, ahora en la costa del mar Mediterráneo, el mar engulle la esperanza. Contaba un bombero que estaba participando solidariamente en Lesbos su desesperación por dar una mano en la noche a cuerpos congelados y exhaustos, que a veces no resistían. Y mientras personas voluntarias, organizaciones no gubernamentales desbordadas, gobiernos locales trabajando día y noche por encima de sus capacidades para dar abrigo y comida, servicios sanitarios redoblando jornadas y material que no llega, individuos y colectivos dando todo por humanidad, pues mientras, Europa mirando para otro lado. Repartiendo la miseria de las cuotas de establecimiento cuantitativo de refugiados por Estados miembros o proporciones de número de asilados. Es tan hipócrita y caótica la actitud de Europa que es probable que haya perdido la escasa credibilidad que le quedaba si pretendía dar lecciones de bienestar al mundo. Es una vergüenza y debemos de decirlo y exigir de gobiernos un cambio de actitud urgente.