Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Hacia una mayor y mejor protección de los niños y niñas
A finales de 2019 celebramos el trigésimo aniversario de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y los importantes avances que se habían logrado en las últimas décadas. Entre otros, la tasa de mortalidad infantil en menores de 5 años había disminuido aproximadamente un 60% y la proporción de niños y niñas en edad escolar primaria que no asiste a la escuela había disminuido del 18% al 8%.
Debido a las graves consecuencias socioeconómicas y sanitarias de la pandemia de COVID-19, los avances han retrocedido drásticamente en el último año en prácticamente todos los indicadores claves sobre la infancia. Hay más niños y niñas sufriendo pobreza extrema, abusos y ansiedad y con menor acceso a la educación, la protección social y los sistemas sanitarios. Ellos son los grandes perdedores de esta pandemia y si antes la necesidad de mejorar la situación de la infancia era una prioridad, ahora es una urgencia mitigar y responder a los efectos de la pandemia.
Los niños y las niñas no son solo el futuro de la sociedad, son ante todo el presente, y no podemos tratarlos como ciudadanos de segunda. Su protección debe ocupar un lugar primordial en los esfuerzos de recuperación. Primero, porque se promueve así la justicia social y la equidad, y porque también se impulsa la capitalización de los recursos humanos y el crecimiento económico. Pero, ante todo, porque debemos evitar que sufran las peores consecuencias de la pandemia durante años y se conviertan en una generación perdida.
La semana pasada el Parlamento Europeo aprobó una ambiciosa y amplia resolución, impulsada por los socialistas europeos, sobre los derechos de la infancia en la que señalamos qué objetivos queremos que incluya la nueva estrategia global sobre los derechos del niño de la Comisión, diez años después de la Agenda de la UE en pro de los Derechos del Niño de 2011.
En primer lugar, defendemos que el eje central de la nueva Estrategia de la UE sea la consagración del interés superior del niño y la integración de la perspectiva de género, para reforzar la protección y el empoderamiento de las niñas en todas las políticas y acciones de la Unión que afecten a la infancia. Para ello pedimos que se garantice la inversión pública en educación, sanidad, vivienda y atención a la infancia. Porque solo a través de políticas redistributivas sólidas y de la creación de una Garantía Infantil Europea (una propuesta socialista que reclama medios financieros para luchar contra la pobreza infantil y garantizar el acceso a servicios básicos) podemos erradicar la pobreza infantil y la exclusión social y consolidar el “ascensor social”, que nos ha permitido a muchos alcanzar un nivel de bienestar social mayor que el de nuestros hogares durante la infancia.
También queremos garantizar el derecho a la educación que se ha visto gravemente afectado por la COVID-19. Muchas escuelas llevan casi un año cerradas o abiertas parcialmente y al menos uno de cada tres niños en edad escolar no tuvo acceso a la educación a distancia mientras las escuelas permanecieron cerradas. Debemos mantener las escuelas en funcionamiento y tomar todas las medidas posibles para hacerlo en condiciones de seguridad porque son fundamentales para el crecimiento y el desarrollo de los niños y las niñas. Los menores necesitan jugar, compartir y aprender juntos para socializar y la escuela virtual nunca podrá sustituir la escuela presencial.
Además, debemos garantizar que tengan acceso a una educación de calidad inclusiva, desde la escuela primaria hasta la universidad. Por ello, y aunque la política educativa sigue siendo competencia de los Estados miembros, es necesaria una actuación conjunta de la Unión para luchar contra la brecha educativa, la brecha digital y la brecha de género.
La Estrategia también debe contemplar medidas para la protección de los niños y las niñas de cualquier tipo de violencia física, sexual, económica y psicológica y de trato discriminatorio tanto en la vida virtual como en la vida real. En particular, la protección de las niñas debe recibir una atención específica porque son ellas las principales víctimas de la violencia, la trata y la explotación, el abuso sexual y el abuso en línea. En este sentido, es necesario que se apruebe a la mayor brevedad la derogación de la Directiva de E-Privacy y que se adopte una nueva legislación que nos permita luchar con más eficacia contra este tipo de abuso.
En el ámbito de la salud, es cierto que la pandemia ha afectado menos físicamente a los menores que a los adultos, pero las secuelas del confinamiento en el hogar y de la interrupción de gran parte de los servicios de salud mental para niños, niñas y adolescentes ha provocado el incremento de problemas mentales (ansiedad, depresión, aislamiento...) y sus consecuencias futuras pueden ser devastadoras si no actuamos a tiempo.
Por último, no debemos olvidar la dimensión exterior de la Estrategia, porque los datos en los países en desarrollo descubren una nueva normalidad devastadora. Según datos de UNICEF, la pobreza infantil aumentará allí en torno a un 15% y el incremento de matrimonios infantiles adicionales para sortear los efectos de la pandemia podrían anular años de avances en la reducción de esta práctica.
Urge que la UE mantenga o incremente los compromisos de ayuda exterior y se comprometa con el pleno cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Convención sobre los Derechos del Niño y en particular con la erradicación de todas las formas de trabajo infantil -que ha aumentado debido a la pandemia- y el uso de niños y niñas como soldados.
Además, debemos reforzar nuestras acciones para proteger a los menores migrantes y garantizar sus intereses tanto dentro como fuera de la Unión en todas las fases de los procedimientos de asilo, así como para garantizar el acceso a unas condiciones de acogida (sociales, jurídicas y médicas) adecuadas para fomentar su integración e inclusión en nuestras sociedades. En particular, los migrantes no acompañados deben tener un seguimiento específico para que no pierdan sus derechos y puedan desarrollar sus proyectos vitales una vez hayan alcanzado la edad adulta.
La COVID-19 ha provocado el cierre de las fronteras y el auge de la xenofobia y la exclusión y es necesario que se adopten medidas urgentes para concienciar sobre la importancia de cambiar las narrativas sobre la migración y luchar contra los estereotipos negativos.
Todos y todas hemos sido niños. Recordamos como queríamos ser queridos, escuchados y protegidos. Actuemos juntos con responsabilidad y ambición, desde la solidaridad y la cogobernanza e implicando a todos los actores gubernamentales y no gubernamentales para devolver en estos tiempos difíciles la esperanza a nuestros niños y niñas para que puedan seguir soñando y construir su futuro.
A finales de 2019 celebramos el trigésimo aniversario de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y los importantes avances que se habían logrado en las últimas décadas. Entre otros, la tasa de mortalidad infantil en menores de 5 años había disminuido aproximadamente un 60% y la proporción de niños y niñas en edad escolar primaria que no asiste a la escuela había disminuido del 18% al 8%.
Debido a las graves consecuencias socioeconómicas y sanitarias de la pandemia de COVID-19, los avances han retrocedido drásticamente en el último año en prácticamente todos los indicadores claves sobre la infancia. Hay más niños y niñas sufriendo pobreza extrema, abusos y ansiedad y con menor acceso a la educación, la protección social y los sistemas sanitarios. Ellos son los grandes perdedores de esta pandemia y si antes la necesidad de mejorar la situación de la infancia era una prioridad, ahora es una urgencia mitigar y responder a los efectos de la pandemia.