Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
La nueva oportunidad
La crisis sanitaria y económica generada por la COVID-19 se ha convertido en la protagonista casi en solitario de las portadas de los medios de comunicación en todo el mundo. La pandemia y sus consecuencias se ha situado entre las primeras, si no la primera, preocupación de la población, desplazando a otros puestos, incluso apartándolas del ranking, otras cuestiones que no hace tanto eran fuente de gran inquietud para la ciudadanía.
A finales de 2015, uno de los problemas más importantes que declaraba la población europea a través del Eurobarómetro era la gestión de la inmigración, en concreto un 36%. Desde entonces, esta preocupación ha descendido, y a finales de 2019, solo el 17% de los europeos la situaba entre los asuntos más relevantes, por debajo de otros temas como el cambio climático o el desempleo, a pesar de la explotación del tema con fines electorales por parte de las fuerzas políticas de derecha.
Por eso, los socialdemócratas defendemos que la primera batalla que tenemos que ganar es la de la percepción de la inmigración que hasta ahora ha sido superficial y negativa y manipulada por la extrema derecha. Debemos construir una nueva narrativa en clave positiva de los flujos migratorios resaltando que lejos de ser un problema o una amenaza, son, al contrario, una oportunidad y una necesidad para enriquecer a nuestra sociedad cultural, social y económicamente y para contrarrestar el envejecimiento y la despoblación que sufre el continente europeo. Y para ello, es imperativo desarrollar una inmigración valiente, por medio de vías legales, y luchar contra la inmigración ilegal y las mafias criminales mediante la cooperación con los países terceros.
La pandemia ha llevado a los países a cerrar fronteras internacionales y suspender la libertad de movimientos en la UE, llegando incluso a suspender el derecho de asilo en Grecia y a cerrar puertos en Italia y Malta temporalmente, incumpliendo el derecho internacional y el propio derecho de la UE, lo que sin duda ha logrado desplazar la gestión de los movimientos migratorios de las preocupaciones de los europeos, pero no ha borrado la necesidad de las personas de intentar alcanzar otra tierra huyendo de la guerra, del hambre y la muerte. Al contrario, esta hibernación temporal volverá a reactivarse aún con más fuerza en los próximos meses. En particular en la ruta del Mediterráneo Central, con Libia como principal puerto de salida, y en el Mediterráneo oriental en la frontera entre Turquía y Grecia, puerta de entrada para un alto número de refugiados que huyen de países en conflicto como Siria, Afganistán y Pakistán, y que se encuentran hacinados por el momento en campos de refugiados, sin la perspectiva de una vida normal, un trabajo o una educación por sus hijos y sin las medidas higiénicas y sanitarias necesarias para hacer frente al contagio de este virus mortal.
Inevitablemente, la agenda política de la UE y las prioridades de los Estados miembros se centrarán en los próximos meses en reparar, a través del Plan de Reconstrucción, los daños económicos y sociales ocasionados por la pandemia de coronavirus, activar la recuperación europea y proteger el empleo, velando porque nadie se quede atrás, especialmente los más vulnerables. No obstante, estos objetivos deben ser compatibles con la puesta en marcha de las orientaciones políticas que la Comisión Europea se ha fijado para los próximos cinco años y, en particular, con la puesta en marcha de una verdadera política común de asilo y migración de la Unión.
Se trata de una tarea estratégica pendiente y la Unión Europa no puede mirar a otro lado, porque es su obligación y porque necesita de esas personas con las que hemos construido y seguiremos construyendo este proyecto. Porque esta pandemia, que se dice que ha sacado lo peor y lo mejor del ser humano, nos ha dejado una fotografía que muestra una de las caras más positivas: la de inmigrantes desempeñando tareas esenciales, como servicios sanitarios, reparto de comida o labores agrícolas. Ellos y ellas son esenciales para la recuperación de Europa.
Este mes de junio la Comisión Europea tiene previsto anunciar un nuevo Pacto de Migración y Asilo, que según ha avanzado el comisario Margaritis Schinas, responsable de Inmigración, se sustenta en tres ejes: relaciones sólidas con los países de origen, el control de las fronteras externas y la solidaridad entre los Estados miembros. Sin duda, se trata de un paso en la buena dirección después de varios años de estancamiento en las negociaciones de las reformas migratorias pendientes y de incumplimiento por parte de muchos Estados miembros del derecho internacional humanitario y el derecho europeo. El temor es que, una vez más, se priorice una estrategia securitaria centrada en políticas de contención y no en una respuesta solidaria y coordinada que anticipe soluciones a posibles crisis futuras.
Necesitamos que las prioridades se centren en la protección de las fronteras exteriores, pero desde un nuevo enfoque más sostenible con el fin de coordinar y mejorar mediante un mecanismo europeo las operaciones de búsqueda y salvamento de migrantes en el mar Mediterráneo y su desembarco en un lugar seguro, tal como se define en el derecho internacional y de la Unión.
También es necesario afianzar las vías de migración legales para permitir que las personas lleguen a Europa de manera segura y crear nuevas vías de entrada tanto para trabajadores cualificados (revisión de la Directiva de la Tarjeta Azul) como para los no cualificados, así como reforzar las políticas de cooperación con los países de origen para promover la migración circular, y por ende el vínculo entre migración y desarrollo.
Pero, ante todo, defendemos el fortalecimiento de los instrumentos de protección internacional, como los visados humanitarios y los programas de reasentamiento para solicitantes de asilo. En este sentido, el relanzamiento de la revisión del Reglamento de Dublín debe ser prioritario e incluir un mecanismo obligatorio para la reubicación basado en la solidaridad real entre los Estados miembros y en una fuerte política de integración e inclusión, que les permita contribuir a la vida social y económica de las comunidades que los acogen. En particular, debemos destinar una atención y una protección especial a los menores no acompañados, cuya llegada sigue aumentando, mediante una reglamentación comunitaria que cuente con los recursos adecuados y el compromiso y la solidaridad necesarios.
A la Unión Europea no le quedan más oportunidades, tiene que demostrar que los valores de respeto a los derechos humanos, justicia y solidaridad sobre los que nació siguen vigentes. Después de 70 años, este también es un momento extremo, y es ahora cuando la Unión tiene que mostrar su auténtica naturaleza haciendo frente a gobiernos de extrema derecha que han aprovechado esta crisis para avivar actitudes hostiles hacia la migración. Debemos aprovechar este momento y, con la misma conciencia y valentía, construir una verdadera política europea de migración y asilo que garantice a las personas de terceros países que deseen retomar su vida en la UE una vía legal para hacerlo y que luche contra las redes de las mafias criminales que operan en el mar Mediterráneo, robándoles los sueños y en muchos casos la vida. Este nuevo Pacto de Migración y Asilo anunciado por la Comisión Europea será una oportunidad para avanzar en materia migratoria e impulsar la migración legal y segura. Es una nueva oportunidad que no podemos dejarla escapar. Actuemos con valentía política.
La crisis sanitaria y económica generada por la COVID-19 se ha convertido en la protagonista casi en solitario de las portadas de los medios de comunicación en todo el mundo. La pandemia y sus consecuencias se ha situado entre las primeras, si no la primera, preocupación de la población, desplazando a otros puestos, incluso apartándolas del ranking, otras cuestiones que no hace tanto eran fuente de gran inquietud para la ciudadanía.
A finales de 2015, uno de los problemas más importantes que declaraba la población europea a través del Eurobarómetro era la gestión de la inmigración, en concreto un 36%. Desde entonces, esta preocupación ha descendido, y a finales de 2019, solo el 17% de los europeos la situaba entre los asuntos más relevantes, por debajo de otros temas como el cambio climático o el desempleo, a pesar de la explotación del tema con fines electorales por parte de las fuerzas políticas de derecha.