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El proyecto Prima y la diplomacia de la ciencia

Hablemos de inmigración, refugiados, terrorismo o pobreza, cualquier análisis riguroso apunta a las desigualdades entre países como factores determinantes. Entre la rica Europa y la cuenca sur del Mediterráneo media, no solo un mar, sino el salto en renta per cápita más alto del mundo, y todo lo que esto conlleva en su desarrollo económico, alfabetización, acceso a la sanidad, educación. Nada nuevo. Hasta ahí, casi todos de acuerdo. El problema viene, como casi siempre, en la búsqueda de soluciones.

Desde una perspectiva progresista, la cooperación ocupa un lugar central. Ayudar a sentar las bases para un desarrollo futuro y propio de cada país es la mejor contribución que podemos hacer. A ellos y a nosotros mismos. En eso consiste el programa PRIMA, que los socialistas españoles en el Parlamento Europeo nos hemos empeñado en sacar adelante desde hace cinco años, y que ahora, por fin, se aprueba.

El proyecto PRIMA (Partnership for Research and Innovation in the Mediterranean Area) es un modelo de diplomacia científica, que pretende servir al desarrollo y la pacificación. Se trata de una programación conjunta de investigación que reúne a once países europeos (España, Francia, Portugal, Italia, Alemania, Eslovenia, Chipre, Malta, Grecia, Hungría y Luxemburgo) y otros ocho de la ribera sur del Mediterráneo (Egipto, Marruecos, Túnez, Jordania, Líbano, Turquía, Argelia e Israel).

Los proyectos que se incluyan en él contarán con una financiación de 461 millones de euros, de los que España aportará 30 millones, y deberán centrarse en la producción agroalimentaria y la gestión de los recursos hídricos. Hoy, 180 millones de personas en la Cuenca Mediterránea sufren dificultades para acceder al agua, lo que tiene graves consecuencias para la salud y la estabilidad de las poblaciones.

En la iniciativa PRIMA hay tres elementos fundamentales que desarrollan la agenda de prosperidad compartida propuesta por la propia Comisión. En primer lugar, porque reconoce el valor de la ciencia como instrumento de diálogo, intercambio y cooperación. En segundo lugar, porque permite integrar esfuerzos para encontrar juntos soluciones a los retos sociales que nos unen. En este sentido, es especialmente relevante que PRIMA se centre en la investigación sobre los recursos hídricos, cada vez más limitados en el Mediterráneo, y fuente potencial de nuevos conflictos. Y en tercer lugar, porque invertir juntos en investigación e innovación permite mejorar el empleo y las condiciones de vida y promover un crecimiento sostenible e inclusivo en ambas regiones.

En definitiva, un compromiso de diplomacia científica necesario y oportuno para trabajar por la paz, el desarrollo y el conocimiento.

Hablemos de inmigración, refugiados, terrorismo o pobreza, cualquier análisis riguroso apunta a las desigualdades entre países como factores determinantes. Entre la rica Europa y la cuenca sur del Mediterráneo media, no solo un mar, sino el salto en renta per cápita más alto del mundo, y todo lo que esto conlleva en su desarrollo económico, alfabetización, acceso a la sanidad, educación. Nada nuevo. Hasta ahí, casi todos de acuerdo. El problema viene, como casi siempre, en la búsqueda de soluciones.

Desde una perspectiva progresista, la cooperación ocupa un lugar central. Ayudar a sentar las bases para un desarrollo futuro y propio de cada país es la mejor contribución que podemos hacer. A ellos y a nosotros mismos. En eso consiste el programa PRIMA, que los socialistas españoles en el Parlamento Europeo nos hemos empeñado en sacar adelante desde hace cinco años, y que ahora, por fin, se aprueba.