Aimar Bretos (Donostia, 1986) atiende a elDiario.es/Euskadi después de haber celebrado este lunes el Día de la Radio y antes de que su Hora 25, el informativo nocturno de la Cadena Ser, aterrice en Bilbao con una emisión especial con motivo del WorkInLan Summit que acoge el palacio Euskalduna. Bretos se moja sobre el periodismo –afirma que la precariedad golpea directamente a la calidad de los medios de comunicación y que hay que buscar a los jóvenes para atraerlos a la radio– y admite, como vasco en Madrid, que existe una centralización informativa.
¿Quién escucha la radio por la noche en tiempos de Netflix, de El Hormiguero, de eventos deportivos, de redes sociales, de terraceo, de toda una oferta amplísima de alternativas de ocio, en definitiva?
Uno de mis mayores convencimientos es que todos competimos, al final, por la atención y por el tiempo de los oyentes o de los lectores. Y, en esta batalla por el tiempo y por la atención, competimos con Netflix, con Dazn o, en el caso de Euskadi, con el último libro de Ibon Martín. A partir de ahí, tenemos que intentar pagarle o compensarle al oyente o al lector por su atención, dándole el contenido de mayor calidad que seamos capaces de ofrecerle. A mí me gusta pensar que es muy transversal la gente que por la noche decide darse un pequeño homenaje e informarse y escuchar ideas nuevas. Creo que no se puede limitar a una definición concreta de un 'target' concreto. Me gusta pensar que mi audiencia es transversal.
El vídeo –es evidente– no mató a la estrella de la radio. Pero entre las nuevas generaciones se aprecia un cierto distanciamiento con relación no solo a la radio sino al conjunto de medios de comunicación tradicionales. ¿Cómo se combate esto? ¿Cómo se atrae a esas nuevas audiencias?
Tenemos dos opciones. Una es culpar a los jóvenes por sus nuevos hábitos de consumo. La segunda es analizarlos bien e ir a por ellos. Nosotros, como todos, tenemos que ir a buscar a nuestra audiencia para hacerles nuestra oferta y que nos elijan. ¿Dónde están los jóvenes? Posiblemente en redes basadas en unos hábitos de consumo o en unas estructuras que a nosotros nos cuesta todavía comprender. Pero no tenemos otra: hay que penetrar ahí.
¿Por eso hace contenidos para TikTok?
Realmente estoy en todos los lugares en los que mis compañeros que se dedican a esto me dicen que tenemos que estar. No creo que un periodismo de calidad sea peor por la plataforma en la que lo hagas, por muy social que sea o por el hecho de que vaya dirigido a determinadas audiencias. No. Nosotros vamos a hacer nuestro contenido de calidad y vamos a intentar llegar a ellos. Si hay que estar en Twitch o en TikTok, ahí estaremos.
Hay también cierto ‘boom’ con el tema del ‘podcasting’. ¿Se corre el riesgo de que proliferen productos que se alejen un tanto de la calidad periodística de la radio tradicional?
Lo veo como el mercado de los libros. Por un lado, hay mucha gente que se autoedita sus libros en pequeñas imprentas. Y también hay muchos libros con una gran estructura detrás y una pinta estupenda aunque luego no tienen una calidad como la que te esperabas. Tenemos que hacer productos de calidad y, después, los oyentes sabrán encontrarlos, también en el caso del audio bajo demanda. Si además viene avalado con una marca como la de la SER o la de Prisa Audio, es mucho más fácil de localizar para los oyentes. Pero eso no quiere decir que quienes no tengan esa marca no hagan un producto de calidad, porque algunos de los ‘podcast’ que escucho vienen de creadores que se han aprovechado de que es un mercado sin grandes barreras de entrada para demostrarle al mundo de lo que son capaces. Y es fantástico que sea así.
Nosotros vamos a hacer nuestro contenido de calidad y vamos a intentar llegar a los jóvenes. Si hay que estar en Twich o en TikTok, ahí estaremos
¿Qué le diría a un joven de 17 años que está dudando en este momento si estudiar o no Periodismo el año que viene?
Que lo estudie. Sin duda. Yo era muy crítico con la carrera hasta que ha pasado un tiempo y me he dado cuenta de que lo que iba estudiando y también lo que me permitía, esas puertas mentales que me iba abriendo, me han creado un poso y me han configurado tal y como soy. Esa tendencia a aparcar la carrera de Periodismo no creo que lleve a ninguna parte.
Y ¿qué le diría a un periodista que ya ha terminado esa carrera, que está ya trabajando, por ejemplo, en una emisora pequeña, en autoedición, haciendo también contenidos para la página web, siguiendo tres temas a la vez y encima en unas condiciones laborales precarias?
Le diría que le admiro. Que le admiro muchísimo. Admiro muchísimo que sea capaz de hacer un periodismo de calidad editando sus propios audios y haciendo los informativos. Mis respetos. Mis respetos en mayúsculas. En cuanto a la precariedad, los propios dueños y los accionistas de las empresas periodísticas, como los de cualquier otro sector, deberían ser los primeros interesados en que sus trabajadores sigan motivados y con un sentimiento de pertenencia. Y con salarios indignos o con salarios quizás dignos pero claramente insuficientes no hay vinculación emocional posible con ninguna compañía o con ningún plan estratégico. Está todo inventado. Ya lo dijo Joe Biden: ‘Pay them more’. Paguémosles más. En las redacciones también. Con redacciones precarias, no hay periodismo de calidad posible.
El periodismo digital, salvo algunas excepciones, está cayendo mucho en el ‘clickbait’, en la búsqueda de titulares facilones, incluso engañosos. Todo esto es para ganar audiencia, evidentemente. ¿En la radio existen también estas tensiones?
Vinculado a lo que decía antes de la batalla por la atención y el tiempo de nuestros oyentes y desde el respeto absolutamente al resto de estrategias, creo que solo hay una herramienta válida y exitosa a largo plazo, que es la calidad de lo que le ofrecemos. Todo lo demás me parecen atajos estériles.
Como vasco en Madrid, ¿aprecia cierta tendencia a la centralización informativa?
Sí, sí, sí. Pero diría que incluso los madrileños en Madrid con un poco de espíritu crítico son capaces de percibirla en los informativos. Es obvio que gran parte de la actualidad se genera en Madrid, pero nuestra obligación como periodistas es tener las antenas desplegadas para captar lo que pasa más allá de la M-30.
¿Y cómo se ve Euskadi en estos momentos desde Madrid, por ejemplo? ¿Cómo se ven los casos de corrupción, las movilizaciones de la sanidad pública o el debate sobre la educación?
Siendo honesto, como casi todos los vascos que vivimos fuera de Euskadi, la vemos desde una óptica de morriña profunda. Soy consciente de que muchas veces eso deforma la realidad. Hablaba usted de la sanidad. Creo que el debate de la desigualdad social también en Euskadi es uno de los puntos urgentes. Yo soy de Donostia. Con 30 ó 35 años, con niños, ¿quién tiene ahora un sueldazo para pagarse un piso en San Sebastián y no en los alrededores? Esos debates también son los que crean comunidad o crean patria.
¿Le sorprende en Madrid que ETA siga siendo un comodín político más de una década después de su final?
Sorprende muchísimo. Da rabia escuchar el ‘Que te vote Txapote’ como un recurso más dentro de la política. Todos los vascos –y diría que todos los españoles– sabemos lo que ha sido ETA y no es válido el ‘Que te vote Txapote’. No es homologable como un argumento político. Honestamente, me sorprende que funcione.
Desde 2020, da la sensación de que se acumulan noticias históricas por doquier. Una pandemia, un volcán, una guerra, catástrofes naturales… ¿Qué tenemos que esperar de 2023?
2023 va a ser un año que va a estar claramente atravesado por lo electoral. Además, tenemos doble vuelta. La primera, las autonómicas y municipales [y forales, en el caso vasco]. Y, después, a final de año, todo va a leerse, interpretarse y jugarse dentro de esa clave electoral. Así que ya podemos ponernos todos el chaleco salvavidas porque vienen olas.