Alfredo Espinosa, el traicionado y (casi) olvidado único consejero vasco fusilado por el franquismo en 1937

Iker Rioja Andueza

Vitoria —
4 de agosto de 2024 21:46 h

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El cargo político vasco más relevante fusilado por el franquismo durante la Guerra Civil fue Alfredo Espinosa, consejero de Sanidad en el primer Gobierno autonómico de Euzkadi. Médico de profesión y republicano de convicción, fue traicionado y entregado a los sublevados. Antes de que lo ejecutaran, dejó escrito que moría “por España y por la República”. Fue asesinado en Vitoria, la primera ciudad conquistada por los sublevados el 18 de julio de 1936. Ocurrió en el siguiente verano, el de 1937. En esta ciudad, Espinosa no tiene una calle. Ni siquiera se le menciona en la placa memorialística junto al convento de El Carmen, reconvertido entonces en centro de detención y donde completó su corta vida, aunque allí sí se recuerda a otras dos personas de menor relevancia institucional, el poeta Lauaxeta y José Placer, de ANV. El hospital de Osakidetza en Urduliz lleva su nombre, pero el Gobierno vasco no lo utiliza habitualmente en sus comunicaciones oficiales. “No respetan el nombre del consejero asesinado”, protesta Iñaki Anasagasti, veterano del PNV y que en su momento trabajó para rescatar su figura y formuló protestas por la escasa relevancia que se le da.

Espinosa nació en Bilbao en 1903. Su padre era un abogado de izquierdas; su abuelo materno inventó el dentífrico Licor del Polo. En 1931, el mismo año del advenimiento de la II República, contrajo matrimonio por la Iglesia católica. Estudió Medicina en Valladolid y Madrid. Era conocido como “el médico de los pobres” por su sensibilidad social. En 1929 ya se había afiliado al Partido Republicano Radical Socialista. Fue edil en Bilbao tras las decisivas elecciones que desembocaron en el 14 de abril de 1931. En 1933 fue elegido gobernador civil de Burgos y pocos meses después ocupó el mismo cargo en La Rioja, donde tuvo que declarar el estado de alarma por una revuelta anarquista. En 1934 regresó a Bilbao, aunque tras los sucesivos cambios internos, ahora su partido era Unión Republicana, conocido por sus siglas UR.

En una biografía del asesinado, Lorenzo Sebastián ha rescatado textos de la época que muestran que fue de los primeros en Bilbao en ponerse del lado de la legalidad constitucional tras el golpe de Estado. En octubre de 1936, tras la aprobación del Estatuto, se constituyó el primer Gobierno de Euzkadi. El lehendakari era José Antonio de Aguirre, del PNV, pero había consejeros de ANV, del PSOE, del PCE, de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Su jurisdicción estuvo muy limitada a Bizkaia y a una parte de Gipuzkoa, ya que el resto del territorio estaba ya en manos franquistas. Espinosa asumió la cartera de Sanidad, con unos pocos centros encabezados por el hospital de Basurto en Bilbao y muy centrados en la atención de heridos del frente. De aquella época es Osakintza, como se conoció a la facultad de Medicina puesta en marcha para formar personal. Intermedió, según el historiador Carmelo Landa, para evitar abusos con presos del bando contrario. De hecho, intentó frenar el episodio del 4 de enero de 1937, cuando más de 200 reclusos acusados de afines a la sublevación fueron asesinados en prisiones bilbaínas controladas por las autoridades autonómicas. Es la gran mancha de aquella primer Euzkadi.

Ante el imparable avance franquista sobre Bilbao, con gran apoyo militar de la Alemania nazi y de la Italia fascista, el 11 de junio, Espinosa, su secretario y niños de Gorliz fueron evacuados a Francia a bordo de un barco de la familia De la Sota llamado Warrior, ya que había sido adquirido por británicos. Durante su breve estancia en aquel país, llegó a dar una rueda de prensa de denuncia en la embajada legítima de España en París, según datos de Lorenzo Sebastián. La caída de Bilbao fue el 19 de junio. El gabinete autonómico había partido ya hacia Santander. “Quería urgentemente volver a su puesto de lucha”, consta en documentos de la época. Contactó con un piloto asturiano llamado José María Yanguas. “Había realizado más de 60 viajes transportando a consejeros” y otras personas de la confianza del lehendakari Aguirre, escribe Lorenzo Sebastián.

El avión, de hecho, llevaba pabellón de Francia pero pertenecía a un suerte de compañía aérea del Gobierno de Euzkadi llamada Air Pyrenees. Era un bimotor, de color azul y modelo Caudron Renault Göeland. Tenía una potencia de 220 caballos, según una publicación del Ejecutivo vasco. Despegaron de Toulousse el 21 de junio. Pero era una trampa. El piloto simuló una avería y aterrizó en la playa de Zarautz, en la Gipuzkoa ya controlada por franquistas, nazis y fascistas. Nada más tomar tierra, lo arrestó el comandante sublevado Julián Troncoso. El consejero y todos sus acompañantes fueron procesados, salvo el piloto traidor. Su avión fue enviado a La Rioja y quedó repintado con los colores de la España franquista.

Espinosa, por el contrario, fue trasladado a Vitoria, capital de referencia para el bando franquista en la época, que llegó a instalar dos relevantes ministerios del primer Gobierno de Francisco Franco, los de Justicia y Educación. El convento de El Carmen era utilizado como centro de detención. Allí fue interrogado y sometido a un proceso sumarísimo. La condena: pena de muerte.

El consejero dedicó a escribir sus últimas horas. Envió cuatro cartas. Una a su mujer, otra a su madre, otra a un compañero de partido y la última al propio Aguirre. “Tu hijo Alfredo morirá como un valiente. Muero por mi patria y por España y por la República”, le contó a su madre, a la que tranquilizó explicando que iba a “confesar” y “comulgar” antes de la ejecución. Con el lehendakari, tuvo unas palabras más políticas: “Dile a nuestro pueblo que un consejero del Gobierno muere como un valiente. [...] Diles que muero no por nada deshonroso sino todo lo contrario, por defender sus libertades y sus conquistas legítimamente ganadas en tantos años de lucha [...]. Nada más, querido amigo y siempre presidente. Un abrazo muy fuerte y Gora Euzkadi y Viva la República”.

A las 6.00 horas del 26 de junio de 1937, Espinosa fue sacado con destino al cementerio de Santa Isabel en Vitoria, donde fue ejecutado por una guarnición de doce hombres de la Guardia de Asalto, el cuerpo creado en la II República. Algunos de ellos habían servido para él cuando fue gobernador civil de Burgos. Su confesor contó que “sufrió horrores”. “Las angustias horribles del amarre, del subir a la camioneta, de la marcha cada vez más corta hacia el cementerio. Bajamos. Ya estamos frente a las tapias. Le pongo el escapulario. Me despido. Besan. Me persiguen besando ambos [con él fue fusilada otra persona] mi crucifijo. ¡Carguen! ¡Apunten! ¡Fuego! Dos cuerpos que se desploman. Extremaunción”, escribió el religioso. En un documento sobre la historia del camposanto, el Ayuntamiento de Vitoria indica que el consejero “fue inhumado en la fosa común, luego en [la calle interna] Virgen de Estíbaliz número 73 y trasladado a Bilbao en 1947”. En la placa memorialística de Santa Isabel sí figura el nombre de Espinosa como fusilado, pero nada se indica de su historia.

El consejero de Sanidad de 2009 a 2012, el socialista Rafael Bengoa, que fue quien tuvo la idea de poner el nombre del fusilado a un nuevo hospital, el de Urduliz, dijo de él entonces que fue quien sentó las bases de lo que hoy es Osakidetza. El padre de Bengoa formó parte del equipo de Espinosa en aquel primer Gobierno autonómico, según escribió. Aquel incipiente Departamento de Sanidad estuvo en Basurto, aunque luego tuvo una sede propia en la Gran Vía de Don Diego López de Haro, en concreto en el palacio Escauriaza. “El médico de la libertad y de la vida en el tiempo más oscuro y terrible”, opina Bengoa. En 2012, a los 75 años de su ejecución, la colocación de la placa en el hospital de Urduliz se realizó en medio de una gran protesta.

elDiario.es/Euskadi

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