Eibar, cuna vasca del ciclismo, no participará del gran evento que será el Tour de Francia en su salida desde Euskadi. Pero este sábado ha puesto, como cada año, un broche de oro a la Itzulia. Es, por derecho propio, una carrera del máximo nivel internacional. Y su ganador ha sido el mismo que campeonó en 2022 en los Campos Elíseos, el danés Jonas Vingegaard, que sale de tierras vascas con una txapela, tres etapas, la clasificación de los puntos y otro mensaje para su archirrival Tadej PogaÄar: él también puede ganar en solitario y con exhibiciones. En el podio, el ciclista del Jumbo-Visma ha estado escoltado de dos vascos, Mikel Landa en segunda posición y Jon Izagirre en la tercera. La plaza de honor del de Ormaiztegi ha estado hasta el final muy en el aire.
Eibar no ha defraudado a su cita anual. A mediodía, en la salida, y por la tarde, en la meta, la afición ha colmado las calles céntricas y ha aplaudido a Vingegaard en el podio final, ubicado frente al histórico Ayuntamiento que fue el primero en otro abril, el de 1931, en proclamar la II República de España. Tampoco han faltado seguidores en las cunetas de las siete subidas de la etapa reina, incluidos los 'primeras' Azurki, Krabelin e Izua, donde el amarillo se ha abierto paso entre un pasillo humano.
El corte de cinta ha sido algo después de las 13.50 horas. La ciudad respiraba ciclismo. Incluso a los ciclistas que callejeaban para llegar al control de firmas les ovacionaban desde las aceras. El puesto ambulante que acompaña a las carreras ha vendido por decenas las gorras, calcetines y camisetas de los equipos actuales e históricos. Los más pequeños querían saltar vallas para estar algo más cerca del pelotón y llevarse un bidón. Algunos se han llevado el trofeo. Desde primera hora, el público ha jaleado y fotografiado a Vingegaard. Eso era antes de los 137,8 kilómetros finales de esta ronda. Quizás intuían cuál sería el resultado final, que el danés ha acogido con gran satisfacción y muy sonriente, pero también como parte de una rutina. Como en Galicia.
La carrera he tenido varias carreras en una. Algunos corredores han buscado la fuga en un intento por asaltar la victoria de etapa en tiempos de enorme dominio de los grandes líderes. Otros han colado fugados para hacer de puente de cara a la batalla final. A falta de 50 kilómetros, por ejemplo, el líder tenía a sus compañeros Attila Valter y Steven Krujswijk en un grupo de cuatro que encabezaba la prueba. Y, en efecto, cuando los porcentajes de Izua empezaban a subir, ambos han hecho de puente para que el campeón coronará en solitario. En la bajada todavía ha tenido capacidad para duplicar la distancia, que ha superado el minuto. No ha temido ni siquiera tras casi salirse de la carretera en una curva. “No diría que he tomado demasiados riesgos”, ha explicado. Solamente ha aflojado el ritmo cuando se sabía ganador. Ha tenido margen hasta para saludar a la cámara encima de la bicicleta. Ha procesionado hasta la línea de meta, en pleno corazón de Eibar, con los brazos en cruz.
Para la afición vasca, la imagen del podio con dos de tres puestos para los locales ha compensado que, en verdad, Vingegaard nunca ha tenido su victoria en riesgo. Ha gobernado de principio a fin la carrera y la ha terminado sentado en el sillón del alcalde de Eibar, Jon Iraola, donde ha improvisado unas palabras. “Es una carrera muy especial para mí. Estoy realmente súper contento. Estoy súper contento por toda la semana. Estoy deseando volver para el Tour, que empieza en Euskadi. Será muy especial. Los vascos demuestran que son una de las mejores aficiones del mundo. Es encantador correr aquí”, ha proclamado.