Comenzamos con una aseveración innegable. Desde siempre los ciclistas se han sentido cómodos en la tranquilidad reposada que ofrece un café-bar. A la historia nos remitimos para apuntalar dicha afirmación, dado que el club velocipedista más antiguo de nuestro país, la aún vigente Sociedad Ciclista Bilbaína, nació y tuvo sede entre el aroma de los carajillos, las doradas copas de benedictine y el humo de los habanos que allá por 1904 poblaban de tinieblas el Café de Murga. Un año antes, Francia había visto nacer el Tour, el monumento ciclista más grande del mundo frente a las puertas de la cafetería parisina Au Reveil-Matin (El Despertador), el lugar donde muchos de los participantes en la 'grande boucle' se habían calentado el pecho tomando sus buenos coñacs. Au Reveil-Matin sigue abierto en nuestros días, si bien ahora es un restaurante brasileño 'bikefriendly', decorado con fotos de grandes ciclistas y bicicletas de colección. Un lugar de peregrinación que en las mañanas de fin de semana acoge salidas de pruebas amateurs y quedadas cicloturistas, y por las tardes se alegra con sesiones de samba y quizás de capoeira, axé y caboclinho.
Y no, no se rompió ahí la querencia entre el café-bar y las bicicletas del Tour, porque años más tarde, un 19 de julio de 1919, en Grenoble, dicha ligazón iba a propiciar la presentación en sociedad de un símbolo universal: 'le maillot jaune'. El célebre jersey amarillo que desde entonces viste al líder de la ronda francesa, se concedió por vez primera al comienzo de la undécima etapa de la prueba, en la trasera del hoy desaparecido Café de L'Ascenseur, ubicado en la arboleda de Berriat. Asistieron a la imposición del mismo a Eugène Christophe los once corredores que quedaban en carrera. La ceremonia, restringida, resultó grandemente estrafalaria dado que se realizó sin parroquianos y a las dos de la mañana, hora de partida de la etapa.
En 1924, otro café, el de La Gare de Coutances, albergó una entrevista del periodista Albert Londres con los hermanos Pélissier, que entonces tomaban un chocolate caliente con ausencia de coñac. La cita en el bistró dio origen a una expresión que se tornaría símbolo universal a la hora de referirse al ciclismo y sus practicantes, desde entonces denominados como los 'forzados de la ruta'.
Los ejemplos de este maridaje del ciclismo con los café-bar son numerosos. También en nuestro país. Y hasta más antiguos, pues datan al menos de 1897. Por entonces Barcelona era el epicentro de una gran ebullición ciclodeportiva, no en vano la capital condal reunía en su seno un buen número de clubes ciclistas preocupados por la propagación del cicloturismo. Más aún, el ciclismo estaba tan inmerso en el alma de la ciudad como para imbricarse en su vida cultural, quizás a unos niveles como tan sólo se había visto antes en el París de Toulouse-Lautrec. Sólo así puede explicarse que el pintor y diseñador gráfico Ramón Casas decorase las paredes de la cervecería-cabaret Els Quatre Gats con una pintura al óleo en la que pedaleaba sobre un tándem acompañado por Pere Romeu (barman del local) y con la silueta de Barcelona al fondo. Allí, en Els Quatre Gats, el lugar de reunión de los ciclodeportistas locales, tomaron café Gaudí y Rubén Darío, se realizaron varias charlas literarias y hasta un tal Pablo Picasso diseño las cartas del menú de su restaurante y realizó su primera exposición (varios carboncillos y cuatro pinturas) en 1900.
Catalunya, cafés con bici
Ahora, ciento veintiséis años más tarde, aquel primer café velocipedista barcelonés tiene émulos por toda Catalunya. Sabido es que Girona pasa por ser un paraíso ciclista. El lugar que el defenestrado Lance Armstrong eligiera para vivir en 2001, como hacen hoy no menos de cien ciclistas profesionales.
Uno de ellos, el canadiense Christian Meier (pro entre 2005 y 2016) decidió instalarse allí con su pareja, Amber. Juntos abrieron La Fábrica, en 2015, siendo la primera cafetería ciclista 'bikefriendly' de la ciudad. Con sus paredes de piedra, está decorada con bicicletas y fotos de ciclismo en blanco y negro, y junto a sus menús ecológicos ofrece cafés recién tostados de especialidad. Abierta a todo el mundo, La Fábrica es lugar de peregrinaje de no pocos turistas foráneos y numerosos ciclistas. A estos últimos ofrece aparcamiento para sus máquinas e inflador, si fuera necesario. Sin salir de Girona, en el Barrio Viejo de la ciudad, encontramos otros cafés “amigos de las bicicletas” como el Espresso Mafia (propiedad igualmente de Christian y Amber); el Federal Café (abierto por Rory Sutherland, pro en Rabobank y Movistar, entre otros equipos); o La Comuna, un pequeño hotel-cafetería (inaugurado en febrero de 2021) que cuenta con una mini tienda deportiva, no en vano sus propietarios son los triatletas Emma Snowsill (oro en Pekin 2008) y Jan Frodeno (oro en Pekin 2008 y campeón mundial en 2015, 16 y 19). También está en Girona, Hors Catégorie, un local amplio que respira ciclismo, plagado de bicicletas, maillots y libros, hecho al gusto de su propietario, Josep Rubio. Un lugar con comida saludable, especialmente 'bikefriendly'. Allí puedes ir en bici, aparcarla, comprar ropa y complementos de ciclismo e incluso darte una ducha antes de comer si vienes de hacer una ruta.
Apenas a cien kilómetros de Girona, en Barcelona, podemos disfrutar de algunos otros cafés 'amigos de las bicicletas'. Ese es el caso de Eroica Caffè, definido por sus propietarios, Graciela y Miguel, “como un espacio de encuentro para amantes de la gastronomía y ciclistas, así como para los que buscan un espacio tranquilo y acogedor”. Heredero del nombre y el espíritu de la carrera de bicicletas clásicas que en 1997 ideará Giancarlo Brocci en homenaje a Gino Bartali, Eroica Caffè se ubica en un antiguo edificio industrial en el centro de la ciudad. Allí entre una miríada de bicicletas y maillots, puede degustarse una pasta fresca y tomar helados y cervezas artesanas.
Bicioci Bike y On y va Coffee son otros de los cafés-ciclistas de referencia en Barcelona, ciudad que cuenta con no pocos bistró-vélo que, sin presentarse con una estética puramente ciclista, son lugar de encuentro de bikers urbanos. Caso del Satan´s Coffee Corner (de ambiente más sosegado que su nombre), cuyo orgulloso propietario gusta señalar que en su local “tenemos normas contra los carritos de bebé, pero no contra las bicis”.
La dichosa COVID-19 acabó con no pocos cafés-ciclistas (y de los otros), pero por suerte el Vélo-Café de la Seo d´Urgell goza de buena salud. Cafetería de especialidad en la que se congregan numerosos ciclodeportistas que, al ir al baño, se topan con paredes blancas adornadas por los 'pois rouges' (lunares rojos) que caracterizan al maillot de la montaña en el Tour.
Madrid abrió la puerta
Ubicado en Malasaña, el barrio más moderno de Madrid, La Bicicleta Café nació en 2012 cuando sus propietarios adoptaron la idea de crear un tipo de local “especial” (una mezcla de bar-cafetería que al tiempo era taller y tienda de bicis) como los que ya por entonces hacían furor en Berlín, Londres o Ámsterdam. El local (postulado como primer cycle café de España) acogedor y decorado con no poca imaginería ciclista, se convirtió en un punto de encuentro de numerosos clientes extranjeros y ciclistas urbanos a los que se añadió luego la figura de los numerosos clientes que trabajan mientras toman café en un entorno rico en enchufes en los que conectar la tablet, el móvil y el ordenador.
Y no, no se agota ahí la oferta de locales 'bikefriendly' que nos ofrece la comunidad madrileña. De entre todos ellos y por pura necesidad de resumir, nos quedamos con el Bidón Café de Fuenlabrada, el Volata Café de Collado Villalba y el Ciclolodge de Lozoya, que se integra además en el hotel-spa en el que se alojan no pocos ciclistas que buscan entrenar en los puertos de la Sierra de Guadarrama.
Y de Madrid, viajamos al resto de la península. En Castellón está La Bicicleta Café, un local que respira ciclismo gracias a su imaginería ciclodeportiva. Uno de los socios en su etapa inicial fue el ciclista profesional Kiko García (ONCE, 1992-98). Hace ya unos años La Bicicleta Café tuvo una 'vélo boutique' que hoy se mantiene como tienda online (labicicletacafe.shop) excindida del café, si bien sigue ofreciendo ropa y accesorios relacionados con el mundo del pedal.
Subiendo la apuesta, el Café Ciclista de Denia, en Alicante, ofrece servicio de masajista. Sus propietarios, John y María, vieron que la Costa Blanca era un destino ideal como campo de entrenamiento de numerosos ciclistas nacionales y extranjeros, convirtiendo su negocio en un imán para todo tipo de ciclodeportistas.
Más al sur, en Málaga está Recyclo Bike Coffee, un 'imán para locos del pedal', abierto en 2014 a la estela de otro más antiguo que llevaba funcionando desde 2005 en el barrio de pescadores de Pedregalejo. Recyclo recupera la idea original de este tipo de locales, mezcla de restaurante, cafetería, tienda de bicis, taller y punto de encuentro de numerosos ciclistas en la salida y regreso de sus excursiones.
Viajando al norte, en Vitoria está Amatter-The Coffee House, que lo mismo te atiende en el local que te lleva tu pedido a casa por mediación de los bicimensajeros de la compañía local Eraman Koop. En Oñati, Gipuzkoa, atiende Bizipoz Kafe, el café-ciclista abierto por el exprofesional Markel Irizar. Coqueto y acogedor, el local está obviamente decorado con atrezzo ciclista, ofreciendo excelentes cafés y tés y la posibilidad de sentarte en una de esas cómodas sillas de director de cine personalizadas con los nombres de Irízar y Contador.
Y terminamos con un viaje a las islas. Amparada por su valor como destino turístico que atrae multitud de turistas, con bici o sin ella, en Palma de Mallorca también hallamos no pocos locales de interés ciclista. Uno de ellos es La Terraza, un bar restaurante situado en segunda línea de playa, en cuyas mesas es habitual contemplar a no pocos grupos ciclistas que aquí, al parecer, prefieren la cerveza al café. En su interior (por si quedaba alguna duda de que las bicis son bien recibidas) paredes y techos están literalmente recubiertos por decenas de maillots donados por los ciclistas que han venido a entrenarse por la zona.
Y aquí dejamos de pedalear de café en café, lamentando mucho las bajas de otros destacados 'coffee-bikes' asesinados por la pandemia.
Queda claro que en nuestro país abundan los locales 'amigables con las bicicletas', si aceptamos como tales aquellos que cuentan con aparcamiento para las mismas o no arrugan especialmente el morro al ver a un cliente en 'culotte'. En la presente reseña hemos optado por destacar a aquellos que van un poco más allá y suman la bici a su ADN, mostrándose ampliamente decorados con mayor o menor imaginería y parafernalia ciclista, aquellos en los que un servidor se sentiría especialmente cómodo tomándose un café o lo que sea vistiendo maillot.