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Andar en bici y pensar

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En bici, nos concentramos. Por nuestra seguridad, en la ruta, en los obstáculos, en los coches, en las señales. Pero andar en bici es una actividad que se practica en soledad, también cuando vamos con otros. Y sin darnos cuenta, damos rienda suelta a nuestras preocupaciones, a nuestros pensamientos. Van pasando por nuestra cabeza los asuntos que tenemos pendientes, aquella llamada, conversación o visita. Nuestra familia, el trabajo, los compañeros. La bicicleta proporciona buenos momentos para refrescar nuestras inquietudes, las decisiones pendientes, lo que debemos hacer. 

Una ruta tranquila, una pendiente que nos hace esforzarnos es un momento ideal. Cogemos nuestro ritmo, sentimos la naturaleza y escuchamos a los pájaros. Que mejor momento para que nuestra imaginación y nuestras reflexiones se centren en todo lo que nos ocupa y preocupa. Es un tiempo que nos da la vida para pensar y repensar lo que de verdad nos importa.

“Las decisiones más importantes de mi vida las he tomado mientras andaba en bici”. Me lo han dicho personas de todos los perfiles, grandes decisiones profesionales y personales que marcarán el devenir de los próximos años. Y lo digo también de mi mismo.

Andar en bici renueva en nosotros sentimientos nobles. Pensamos en nosotros, y pensamos en los demás, también en los que la vida no les ha dado la oportunidad de la que nosotros disfrutamos

Vienen a nuestra cabeza algunos asuntos pendientes. Y el momento nos invita a pensar, con más tranquilidad que en nuestra precipitada vida, y nos ayuda a concentrarnos con mayor serenidad en lo que puede ser más razonable. Mi experiencia me dice que no podemos desaprovechar esos momentos, que no será fácil que en otro momento tengamos mayor lucidez y tranquilidad para perfilar las decisiones que debemos tomar.

Una salida de sábado o domingo por la mañana es nuestro momento esperado. A veces, algo o bastante tensionado, porque compartir vidas es lo que tiene, que tenemos que pactar los tiempos, porque nuestra familia nos exige que también pensemos en ellos, aunque saben que es conveniente respetar este tiempo que llevamos anhelando durante la semana. Tenemos que consensuar: tiempo para la bici, tiempo para la familia. Aprender a ceder, a conceder, a identificar cuándo es posible y cuándo no, cuál es la hora en la que se nos espera de vuelta, y cumplirlo.

También es cierto que los que nos conocen bien saben que volvemos renovados de una salida en bici, tranquilos, hasta reconciliados. ¿Más cariñosos? Muy probablemente. Una vuelta en bici aporta serenidad, y nos ayuda a tener en cuenta otros puntos de vista, a salir de algunas de nuestras pequeñas o grandes obcecaciones. Para esto, el equilibrio bici/familia es imprescindible. Es buenos para todos, pero tenemos que aprender a gestionarlo. También en esto nos va parte del equilibrio de nuestra vida.

Somos más conscientes de lo que no hacemos bien, y debemos mejor. Y de las bondades de los que nos quieren y sin embargo nos cuesta tanto reconocérselo en la vida cotidiana

¿Qué tiene una vuelta en bici para provocar estos pensamientos y sentimientos? Cierta soledad, la naturaleza, el viento, el buen tiempo, hasta la lluvia que nos moja, nos hace pequeños frente a los elementos y un poco más grandes en nuestro interior. A esforzarnos, porque hay que seguir, llegar a casa, conscientes de haber satisfecho un pequeño gran sueño de la semana. ¿Nos parece poco?

Andar en bici renueva en nosotros sentimientos nobles. Pensamos en nosotros, y pensamos en los demás, también en los que la vida no les ha dado la oportunidad de la que nosotros disfrutamos. Y yo, al menos, siempre recuerdo que, mientras yo disfruto con mi salida, otros sufren sin sentido. Somos más conscientes de lo que no hacemos bien, y debemos mejor. Y de las bondades de los que nos quieren y sin embargo nos cuesta tanto reconocérselo en la vida cotidiana.

En bici, nos concentramos. Por nuestra seguridad, en la ruta, en los obstáculos, en los coches, en las señales. Pero andar en bici es una actividad que se practica en soledad, también cuando vamos con otros. Y sin darnos cuenta, damos rienda suelta a nuestras preocupaciones, a nuestros pensamientos. Van pasando por nuestra cabeza los asuntos que tenemos pendientes, aquella llamada, conversación o visita. Nuestra familia, el trabajo, los compañeros. La bicicleta proporciona buenos momentos para refrescar nuestras inquietudes, las decisiones pendientes, lo que debemos hacer. 

Una ruta tranquila, una pendiente que nos hace esforzarnos es un momento ideal. Cogemos nuestro ritmo, sentimos la naturaleza y escuchamos a los pájaros. Que mejor momento para que nuestra imaginación y nuestras reflexiones se centren en todo lo que nos ocupa y preocupa. Es un tiempo que nos da la vida para pensar y repensar lo que de verdad nos importa.