Joane Somarriba y Ramontxu González: “Ahora, llueva o granice, siempre se ve gente en bici”
“La vida son etapas. Antes estuvo el ciclismo. Se acabó y luego llegó mi maternidad. Lo más importante que he hecho en mi vida, mis tres hijos, lo que más felicidad me ha dado”, recalca Somarriba, ganadora de tres ediciones del Tour de Francia y dos del Giro de Italia
Son cinco ciclistas. Dos chicos y una niña, de 15, 14 y 11 once años, que ya entrenan regularmente en bicicleta; un padre que brilló como escalador y excelente hombre de equipo durante sus once temporadas como profesional; y una madre muy especial, que en su día ganó dos Giros de Italia, tres Tours de Francia y un Campeonato del Mundo.
La biografía deportiva conjunta de Joane Somarriba Arrola y Ramontxu González Arrieta impresiona. Joane ganó dos Giro de Italia femeninos (1999 y 2000), tres Tour de Francia (2000, 2001 y 2003) y fue campeona del mundo de contrarreloj en 2003. Decimos esto resumiendo bastante un palmarés que entre 1993 y 2005 le brindó otras grandes victorias y no pocos destacados puestos de honor, como su segunda plaza en el Giro de 2005 y la plata en contrarreloj del Mundial de Madrid, lograda el mismo año de su retirada. Además, en 2001 Joane se hizo merecedora a la Real Orden del Mérito deportivo (la más alta distinción al deporte en nuestro país) que concede el CSD, recibiendo en 2003 el Premio Nacional del Deporte y siendo elegida Mejor deportista de aquel año en España por los medios de comunicación.
Su cónyuge, Ramón González Arrieta, fue profesional entre 1990 y 2001. Una carrera profesional que le llevó a disputar dos Giro de Italia, cuatro Tour de Francia (en 1992, 93, 94 y 95, siempre al servicio de Miguel Indurain) y seis Vueltas a España. Valorado como excelente hombre de equipo, el palmarés de Ramontxu es más rico en lo que aportó a sus líderes que en victorias propias, si bien podemos destacar que (entre otro buen número de puestos de honor) en 1992 fue segundo en la etapa del Giro de Italia que terminaba en Pila, y en 1995 ganador de la exigente Clásica de los Alpes y tercero en la etapa del Tour que terminaba en Alençon.
Joane y Ramón se conocieron entrenando, en 1991. Caminos que se cruzan, un saludo y el flechazo. Se casaron en 1999 y tienen tres hijos: Markel de 15 años, Oinatz de 14 y la pequeña Regina de 11. Los tres practican ciclismo con la Sociedad Ciclista Valentín Uriona, de Munguía, y en el momento de hacer esta entrevista (por turnos y vía teléfono, la COVID-19 obliga) los tres aguardan con paciencia y educación a que sus padres acaben de responderla para marchar a entrenar juntos en bicicleta
Empezamos con una pregunta obvia de sabor hogareño: ¿Cuántas bicis hay en casa? ¿Y cuántas fotos, medallas, y maillots adornando las paredes?
Ramontxu: En el garaje hay cinco de carretera, más cinco de montaña, más la cabra de Joane del Mundial de Madrid y otra que anda por ahí. En total doce bicis. ¿Fotos en las paredes? No, ya no. Hasta el año pasado teníamos enmarcados el maillot que me regaló Miguel (Indurain) tras el Tour del 94, y los maillots de Joane del Giro, el Tour y el Campeonato del Mundo, pero el año pasado volvimos a empapelar y quedaron las paredes limpias. Quedan en el salón las medallas de Joane en los mundiales y algún trofeo. Lo que si nos sobra es ropa por todos lados. Con tres críos que andan en bici, ya sabes… Cuando vuelven de entrenar, están los cascos por un lado, las zapatillas por el otro, los manguitos, los maillots… Siempre hay que andar discutiendo para que recojan, y por eso tratamos de inculcarles un poco de disciplina y que dejen el material organizado.
Hacen mucha bici en familia. ¿Cómo se organiza el asunto?
R: Habitualmente salimos a entrenar en carretera todos juntos. Compartimos kilómetros y les enseñamos, y además, en vacaciones viajamos por ahí y seguimos andando en bici. De hecho, en las pasadas Navidades fuimos por toda la Comunidad Valenciana en autocaravana y llevamos las bicis. Subimos el Oronet y les expliqué a mis hijos que hacía años corrí por allí en una carrera que se llamaba el Gran Premio Náquera. Llegamos al alto y había un bar lleno de ciclistas. Nos reconocieron y nos hicimos algunas fotos con ellos. Otro día, con la pequeña, subimos el col de Rates y en el día de Nochevieja subimos Tudons con el mayor. Ese ya nos deja tirados. “Markel, nos esperas arriba, eh”, le decimos. Es un guindilla al que le gusta subir y ya mantiene un buen ritmo de escalada. Para seguirle yo tendría que perder unos cinco kilitos, si no imposible.
Ahora mi límite son 60 kilómetros, aunque el otro día me hice 115. La verdad es que ya me pesa la panza y no oxigeno como antes, pero aguanto y disfruto, porque voy más despacito y me lo tomo con filosofía
¿Qué saben sus hijos de su pasado ciclista? ¿Les cuentan historias de vuestra vida profesional, ven vídeos en YouTube, etc.?
R: Todavía son muy jóvenes y no están interesados en batallitas de ese tipo. Muchas veces les digo: “Chavales, que vuestra madre ha sido la leche, una diosa del ciclismo. Lo que puede haber sido recientemente un Froome o un Contador. Ama ha sido el no va más”. Y bueno, pues ellos no le dan importancia. Aunque sí es cierto que luego, en la escuela, a veces les han mandado hacer algún trabajo y sus compañeros han pedido hacer una entrevista a Joane. Entonces, ante eso y que ven alguna foto de su ama con el maillot de campeona del mundo, pues están tomando más noción, descubriendo lo que hay, porque nosotros nunca hemos sido ni de ponerles vídeos ni de enseñarles periódicos.
¿Cómo organizan ese ciclismo familiar que tienen normalizado con sus hijos?
R: Normalmente andamos en familia, todos juntitos, pero ahora ya nos empezamos a dividir. Markel, el mayor, es ya cadete y empieza a hacer entrenamientos más fuertes. Por eso, cuando no va con los del equipo, a veces le acompaño yo. Ahora mi límite son 60 kilómetros, aunque el otro día me hice 115. La verdad es que ya me pesa la panza y no oxigeno como antes, pero aguanto y disfruto, porque voy más despacito y me lo tomo con filosofía.
Corrió con 'monstruos' como Rebellin (profesional en el 92), Óscar Sevilla (desde el 98) y casi con Valverde (en 2002), que siguen en activo. Nunca se vio compitiendo tan veterano, ¿verdad?
R: Hablas de Valverde (41 años) y Sevilla (45 años) y lo suyo es admirable, pura pasión, todavía entrenando y ganando como si fueran chavales en su primer año de profesionales. Realmente Increíble.
Yo me retiré antes. Dejé de correr en 2001, con 34 años. Andaba bien y me quedaba pasión. No me renovaron en Euskaltel, aunque creo que otros cuatro años de profesional habría hecho fácil, porque estaba a gusto y no me costaba entrenar. Lo que no quería ya era ir a un equipo pequeño. Toqué tres puertas y no se abrieron, y como coincidió que Joane estaba en lo más alto de su carrera, pues me dije: me vuelco con ella. Y así pasé a ser su marido, su mánager, su mecánico, su masajista, su director, en fin, su todo. Yo todavía estaba a buen nivel y por eso pude tirarme unos años entrenando con ella a tope.
Con la pandemia se han vendido muchísimas bicicletas y dicen que el ciclismo crece y gana en nuevos practicantes por encima de otros deportes. ¿Un espejismo?
R: No, el ciclismo está viviendo un subidón a nivel social, porque lo que se ve en la carretera es la leche. El auge del cicloturismo es terrible. En los años 90 y a principios de 2000, en invierno no se veía a nadie entrenando por la carretera. Todo lo más al típico cicloturista veterano que no paraba. Ahora, sin embargo, da lo mismo que llueva o que granice, si sales en cualquier fecha del año siempre se ve gente montando en bici. Es cierto, por el contrario, que han bajado mucho las licencias de chavales para el ciclismo de competición. Ahora hay tantas actividades deportivas a nuestro alcance (fútbol, tenis, natación, etc.) que los padres se decantan más por ellas y se tiran para atrás ante los riesgos que tiene salir en bici a la carretera. Recuerdo salir en mi época bonita de cadetes y juveniles cuando en Bizkaia solíamos correr 200 chavales. Aquello ha bajado mucho. En Euskadi mantenemos todavía un cierto nivel, pero tú te vas a otras comunidades autónomas y no hay casi carreras de chavales.
Cambio de turno: Ramón sale con Markel, que acaba de llegar del colegio y le insiste para marchar, que hoy toca hacer 50 kilómetros. Mientras tanto, Joane coge el teléfono a la espera de que llegue la pequeña Regina, para luego marchar junto con Oinatz a hacer un entreno más corto, juntándose los cinco en el tramo de vuelta a casa. Responde Joane Somarriba, máximo exponente del ciclismo femenino en nuestro país y una de sus grandes estrellas a nivel mundial.
Sufridora de una época caracterizada por una evidente penuria en los sueldos y una carencia de equipos que le obligó a correr en el extranjero. Una situación que parece haber mejorado en nuestros días.
J: Por suerte, desde mi época hasta ahora el ciclismo ha mejorado en todo: en infraestructuras, en equipos, en oportunidades, etc. También si hablamos escuelas de ciclismo: aunque en cantidad total sí que hay menos críos que antes, veo mayor presencia de niñas de la edad de mi hija que cuando yo empecé. Yo corría con chicos, en alevines e infantiles. Tenía que salir con ellos porque no se reunía suficiente número de niñas para hacer pelotón (a veces unas diez). Éramos muy pocas, pero por otro lado tengo que decir que aquella fue una experiencia buena, porque la mezcla nos hizo esforzarnos más.
Un reciente informe de la RFEC y 2Playbook (2021) habla del 'boom' que está viviendo el ciclismo femenino, de 2005 a nuestros días, tanto en lo que se refiere a competición como a cicloturismo.
J: Al final en esa lucha por la igualdad la mujer cada vez tiene más peso y deja ver su presencia cada vez mayor en todos los campos. Es cierto que sobre todo se ven muchas más mujeres cicloturistas que antes y eso deja claro que el ciclismo sigue ganando espacio en nuestra sociedad.
Aquí en Bizkaia, por ejemplo, la Diputación está haciendo las cosas bien. Se están construyendo muchos 'bidegorri' (carriles bici) que potencian que la gente ande en bici. Todo eso está bien, pero no solo hay que hacerlos, hay que mantenerlos, que es lo que decimos siempre Ramontxu y yo. Que eso a veces se olvida. Hay que limpiarlos para que estén operativos y la gente se anime a usarlos. Pero bueno, al margen de esto, sí que hay que valorar mucho que estos 'bidegorri' se dejan notar y se agradecen muchísimo. Son un respiro, sobre todo cuando tienes hijos y estos salen en bici a la carretera. En la carretera siempre ha habido peligro, está claro, pero yo antes lo veía de otra manera. Salía a entrenar y no iba con ese nerviosismo con el que voy ahora, cuando ruedo con mis hijos. Está claro que cuando eres padre o madre y vas con ellos por la carretera, ves el peligro por todos los lados: en los adelantamientos, en las curvas, en las bajadas… Al final ellos no son muy conscientes de lo que hay, pero tú sí. Por eso cuando ves un 'bidegorri', respiras de alivio, porque allí hay seguridad.
Ahora que salen en bici en familia, ¿no siente ningún tipo de nostalgia de sus años de ciclismo de competición? ¿Le queda por ahí algún tipo de nostalgia de la alta competición?
J: Nostalgia, para nada. La vida son etapas y esa etapa la hemos disfrutado mucho y ahora estamos ya en otro periodo de nuestra vida. Nos gusta mucho ir a las carreras y verlas, y seguir el resultado de las competiciones, sin más.
Cuando estaba corriendo en bici siempre tenía en mente hacer cicloturismo de alforjas, descubrir sitios y paisajes rodando en bici con tranquilidad. Dejé de competir y ahora me gusta rodar despacio e ir viendo el paisaje. Cómo será que ni me va ir a marchas cicloturistas.
Como casi todos los profesionales ha pasado del ciclismo de máximo rendimiento al de máximo disfrute.
J: Sí, al de disfrute total. Ahora es cuando realmente estoy disfrutando de la bici, porque antes, en competición estaba todo el día pendiente de mis sensaciones. De coger la forma, de estar bien para esta fecha… Todo eso no te deja disfrutar de la bici, mientras que ahora te da lo mismo cómo esté tu estado de forma. Ahora solo cuenta pasar un rato ameno encima de la bici y más si vas con tus hijos de cierta edad, en que ya les puedes enseñar cosas pasando tiempo juntos.
¿Le gustaría que compitieran?
J: Este es un deporte muy duro. En un principio no quería que compitieran, porque se sufre mucho y hay que sacrificarse muchísimo. Para ellos lo que quiero, como toda madre, es que sean felices y que estudien mucho. Eso es lo principal. Luego llega lo de la bici y piensas que también es importante que hagan deporte.
Markel, el mayor, ya compite en escuelas de ciclismo. Nosotros, de momento, le decimos que vaya sin grandes exigencias: entrenar despacio, no importa lo que hagas. Vamos quitando esa tensión de la competición, ese querer rendir a tope. ¡Que no pasa nada! Disfruta, que tienes edad de pasarlo bien encima de la bici y luego ya se verá. Ahora a disfrutar del compañerismo, a rebajar todo tipo de presión, porque el chaval quiere hacerlo bien, claro está. Nosotros hemos competido desde críos y sabemos de qué va lo de la competitividad.
Después de dejar de correr decidí aislarme mucho. No he seguido en el cicloturismo, ni vinculada al ciclismo. Tengo una vida muy diferente. Soy como soy y eso no lo puedo cambiar. He elegido vivir así
¿Cómo ven sus hijos su pasado como deportistas?
J: Claro está que ellos saben lo que hacíamos y creo que eso, de alguna forma, les ha arrastrado a andar en bici. El ciclismo ha sido el trabajo de Ramontxu y mío, pero es que además amamos la bicicleta como forma de vida. Nos encanta andar en bici y siempre que podemos damos nuestra vueltecita. Siempre nos han visto hacerlo y de ahí surge su imitación.
No es mala enseñanza. La bici maestra de la escuela del esfuerzo. Si quieres algo, hay que trabajarlo.
J: Eso es, enseñarles que las cosas cuesta conseguirlas y hay que pelearlas. Estás en casa y te dicen tus hijos: “Me da pereza salir con la bici”, y vas les ves con el móvil. “No tengo tiempo, tengo que estudiar”, te dicen. Pues si no tienes tiempo, ¿qué haces con el móvil? Cuánto mejor hacer algo provechoso, aunque sea dar un paseo con el perro. Esa es la lucha que nos toca ahora, con estas generaciones y la tecnología. Es complicado de gestionar. Se trata de educar los hábitos para que te lleven a una vida saludable de la que puedas disfrutar. El móvil en el armario y cuanto menos mejor, pero es difícil liberarse de la presión del entorno. Nosotros, al mayor, le dimos su primer móvil a los 14 años. Nos decía: “Jo, soy el único del instituto que no tiene”.
Para terminar: ¿queda en el “ambiente” mucha memoria de Joane Somarriba? ¿Le seguimos 'dando la chapa' aficionados y periodistas?
J:La chapa nunca. No es molestia alguna que me recuerden o me pidan una foto, porque yo siempre voy a estar eternamente agradecida a todos los reconocimientos que he tenido, y sobre todo porque corrí en unos años en los que el ciclismo femenino no tenía la visibilidad que tiene ahora. ¿Se me recuerda? Sí, bastante, pero yo tengo una forma de ser en la que después de dejar de correr decidí aislarme mucho. No he seguido en el cicloturismo, ni vinculada al ciclismo. Tengo una vida muy diferente. Soy como soy y eso no lo puedo cambiar. He elegido vivir así. Creo que, como dije antes, la vida son etapas. Antes estuvo el ciclismo. Se acabó y luego llegó mi maternidad. Lo más importante que he hecho en mi vida, mis tres hijos, lo que más felicidad me ha dado.
Se acaba la charla, Regina (once años) pide turno para salir a entrenar. Compartirá kilómetros con amatxu y aita, y ello sin saber todavía el privilegio que tiene de compartir kilómetros y risas con Joane y Ramontxu, ahora padres, antes grandes figuras de este deporte.
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