Yo comparto, tú compartes... la loca historia del 'bikesharing'
Ya en nuestros días, la primitiva idea utópica se ha convertido en una iniciativa con valor económico: no en vano, en 2020 el mercado de las 'bicis compartidas' estaba valorado en más de 3.000 millones de dólares
Fue en 1965, en Ámsterdam, donde comenzó a funcionar el considerado primer sistema de 'bicicletas compartidas' de la historia. Un diseñador y activista social llamado Lud Schimmelpennink fue el gran promotor de una iniciativa que hoy comparten millones de personas en todo el mundo.
La idea primigenia nació en el seno de un grupo anarquista llamado Provo, que en una de sus iniciativas para provocar cambios sociales, anunció su proyecto para hacer de las calles de la capital de los Países Bajos lugares saludables y seguros para el ciudadano, sitios solo accesibles caminando o en transporte público. Lugares en los que estuvieran proscritos los vehículos privados a motor. Persiguiendo lo que por entonces parecía una utopía, Provo solicitó a las autoridades municipales la compra anual de 20.000 bicicletas blancas que debían regalarse para uso público. Siendo rechazada la propuesta, Provo consiguió 50 bicicletas que dejó en la calle, al alcance de todos, en el denominado 'Plan de las bicicletas blancas' (Witte Fietsenplan). Bicicletas sin candado que, según el Manifiesto Provo, simbolizaban “sencillez y vida sana frente a la suciedad de los automóviles autoritarios”. Lleno de idealismo, el concepto era el siguiente: alguien toma una bicicleta en la calle, viaja en ella a donde necesita y luego la aparca allí para que otra persona repita la operación libremente.
Desgraciadamente, aquellas bicicletas fueron confiscadas por la policía, dado que las ordenanzas municipales preveían que toda bicicleta estacionada en la calle debía estar candada. Recuperadas las máquinas, Provo las proveyó de candados y volvió a dejarlas en la calle, aunque con los números de la combinación pintados en el cuadro. No pocas de aquellas bicis fueron robadas y como el ayuntamiento no cedió ante aquella propuesta, por entonces considerada revolucionaria y antisistema, en Provo decidieron entrar en el gobierno municipal para así implementar su iniciativa de 'bicicletas compartidas'. Luud Schimmelpennink salió elegido como concejal en febrero de 1967, si bien la oposición tumbó nuevamente su proyecto y Provo terminó por desintegrarse meses más tarde. Aparentemente derrotado, aquel primer concepto 'bicicletas libres compartidas', no estaba muerto, sino que poco a poco arraigó entre la comunidad ciclista de numerosas ciudades europeas y del resto del mundo. Caso de La Rochelle (1974), en Francia, con sus 'Vélos jaunes'; Cambridge (1993), en el Reino Unido, con su 'Green Bike Scheme'; Portland (1994), en los EEUU, con su 'Yellow Bike'; o Portsmouth (1996), con su programa 'Bikebout'.
Cambio y progresión
Paradójicamente, el problema recurrente del robo de bicis que sufrieron muchas de ellas devino en el advenimiento de la 'segunda generación' de 'bikesharing'. Fueron la Fundación City Bike de Copenhague y el ayuntamiento de dicha capital los que, en enero de 1995, promovieron el lanzamiento de un sistema de 'bicicletas compartidas urbana' totalmente diferente al sistema anterior. Denominado 'Bycyken', este programa a gran escala ofrecía 1100 bicicletas candadas que podían ser recogidas en diferentes aparcamientos específicos mediante un depósito en moneda (20 coronas danesas, unos tres dólares de entonces) que se devolvía al retorno de la bicicleta.
La denominada 'tercera generación' de bicicletas compartidas partió de una iniciativa habida en la Universidad de Portsmouth, en 1996, si bien se completó y consolidó en 1998 en la ciudad francesa de Rennes, donde se puso en funcionamiento el que fuera el primer sistema de bicicleta-libre informatizado del mundo. Denominado 'Vélos à la carte' (Bicicletas a la carta), reemplazó al anterior sistema de acceso por monedas, sustituyéndolo por una carta de acceso, gratis, que había que solicitar con anterioridad en los servicios municipales de la ciudad.
También en Francia, pero en 2005, la ciudad de Lyon, comenzó a utilizar 3000 bicicletas eléctricas inteligentes dentro de su sistema 'Velo'v' (Amamos la bici). Esta 'cuarta generación' a la que se accedía mediante una aplicación móvil, proveía ya de información en tiempo real mediante la que se podía conocer los kilómetros realizados con cada máquina, comprobar el estado de sus luces, de sus frenos, etcétera, y de paso realizar estadísticas sobre el uso de las bicicletas.
Más cerca en el tiempo, la 'quinta generación' de bicicletas compartidas viene de China. Surgida en las ciudades de Pekín (2015), Hangzhou y Shanghai (2016), permite dejar la bicicleta en cualquier lugar de la ciudad, sin circunscribirte a plaza alguna de estacionamiento. Operado mediante 'big data', el sistema es simple: descargas la app, te registras, encuentras una bici, la alquilas, la usas, la dejas.
Ya en nuestros días, la primitiva idea utópica perseguida por los miembros de Provo se ha convertido en una iniciativa con valor económico, no en vano en 2020 el mercado de las 'bicis compartidas' estaba valorado en más de 3.000 millones de dólares. Por países, China es el que tiene el mayor sistema público de bicicletas de alquiler, destacando en este la ciudad de Hangzhou, que a finales de 2021 contaba con 40.686 bicis compartidas, a distancia sideral de las 25000 que había en toda España en 2018
No obstante, y siguiendo con los datos relativos a nuestro país, el Barómetro de la Bicicleta de 2019 señalaba elaumento de la notoriedad y el uso de los sistemas públicos de bicicletas entre nosotros. Concretamente, reseñaba el barómetro, por entonces eran más de 3 millones de españoles los utilizaban algún tipo de bici pública y un 38,2% afirmaba que sí conocían el sistema de bicis público en su municipio, una cifra que crecía un 4,4% respecto a las de 2017).
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