Conociendo Euskadi en bicicleta, a través Camino Vasco del Interior
El hecho de atravesar los territorios de Gipuzkoa y Álava le convierten en uno de los mejores espejos de Euskadi, pedaleando por un itinerario ideal para conocer en tres días un país heterogéneo y de enormes contrastes: paisajes costeros, abruptas montañas, húmedos bosques, fértiles huertas, grandes extensiones de secano, llanadas inmensas, localidades y comarcas fuertemente industrializadas, entornos rurales y un sinfín de bellas estampas
Euskadi está atravesado de norte a sur por un camino ancestral, cuyo origen se remonta a tiempos del dominio romano, constituyendo desde entonces una vía de comunicación de primer orden. Los ingenieros no hicieron otra cosa que aprovechar ancestrales veredas de pastores para construir una calzada de la que aún hoy conservamos algunos, aunque escasos, vestigios. Siglos más tarde, en la Edad Media, peregrinos procedentes del suroeste de Francia aprovecharon esta calzada en su camino hacia la tumba del apóstol, como atestiguan las referencias y los templos con advocación jacobea que se encuentran a lo largo de la ruta. Ahora bien, aunque estamos hablando de uno de los caminos de peregrinación más antiguos, es evidente que posteriormente este llamado Camino Vasco del Interior o Vía de Bayona no tuvo el éxito que sí tuvieron otros caminos de peregrinación medievales, como los que cruzaban la frontera por Roncesvalles y Somport que configuraron el más popular Camino Francés.
Tras un largo periodo de silencio, el Camino Vasco del Interior ha sido rescatado del olvido por las asociaciones de Amigos del Camino y el propio Gobierno Vasco, resurgiendo cada día con más fuerza y siendo reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Y es que el hecho de atravesar los territorios de Gipuzkoa y Álava le convierten en uno de los mejores espejos de Euskadi, pedaleando por un itinerario ideal para conocer en tres días un país heterogéneo y de enormes contrastes: paisajes costeros, abruptas montañas, húmedos bosques, fértiles huertas, grandes extensiones de secano, llanadas inmensas, localidades y comarcas fuertemente industrializadas, entornos rurales y un sinfín de bellas estampas más forman parte de su recorrido. De esta manera el viajero, hoy en bicicleta, podrá admirar una extraordinaria diversidad geográfica, histórica, social, económica y cultural en menos de 200 km.
Nuestro itinerario aprovecha muchas veces los llamados 'bidegorris', en euskera 'camino rojo', pues algunos tienen el pavimento de este color, segregados del tráfico rodado y acondicionados para ciclistas y viandantes, por los que podremos pedalear tranquilos en nuestras bicis de paseo o de carretera. Otras veces la ruta nos lleva por caminos de tierra o en peor estado en los que más valdrá utilizar las BTT. La 'gravel' puede ser la mejor alternativa para cualquier tipo de terreno.
El Camino de Santiago lleva, desde hace siglos, siendo una ruta recorrida por millones de peregrinos por motivos bien diversos, entre los que las promesas religiosas y los retos deportivos han ocupado un lugar preferente. Y la realidad constata que todos aquellos que lo han recorrido en parte o en su totalidad, por cualquiera de las rutas posibles, expresan que se trata de un camino lleno de encanto, de magia, de espiritualidad… Nadie termina el camino como lo empezó. Todos los caminantes reconocen haber sentido cosas, experimentado emociones y reflexionado sobre sus circunstancias vitales como nunca antes lo habían hecho. Y muchos, tras el camino, han tomado decisiones que han cambiado sus vidas.
No sabemos, amigo lector, si tus objetivos al venir a conocer el interior de Euskadi son tan ambiciosos. Pero de lo que sí estamos seguros es de que, dejándote llevar por estas líneas entresacadas de la web de Euskadi-Basque Country, vas a poder sentir, vivir y recordar para siempre una experiencia formidable recorriendo el Donejakue Bidea.
1ª etapa: Irún – Beasain (64,5 km y 990 m de desnivel)
La Euskadi urbana e industrial
El Camino Vasco del Interior comienza en Irún, en el puente de Santiago, donde coincide brevemente con el Camino del Norte del que se separa para adentrarse en el medio rural. En la urbe fronteriza encontraremos vestigios de la importancia jacobea de esta ciudad, ya que muchos peregrinos procedentes de Francia cruzaban la frontera por el río Bidasoa a través del citado puente. Tras contemplar la isla de los Faisanes, testigo de grandes momentos históricos, buscaremos las huellas jacobeas en la iglesia del Juncal, en las ermitas Santa Elena y San Marcial, en el Hospital Sancho de Urdanibia y en el castillo Gaztelu Zahar, antes de emprender nuestra ruta.
Ya en Oiartzun, su casco histórico alberga numerosos edificios de interés, entre los que destacan dos iglesias: la parroquia de San Esteban de Lartaun y la basílica de San Juan Bautista, antiguo hospital del siglo XVI. Y, si tenemos tiempo, visitaremos en los alrededores las minas romanas de Arditurri bajo las moles impresionantes de Aiako Harriak (Peñas de Aya).
La siguiente singladura nos lleva a Astigarraga. Pero para llegar hasta las riberas del Urumea habremos coronado, tras denodado esfuerzo, el monte de Santiagomendi, en cuya cima se encuentra una ermita dedicada al apóstol, con una inmejorable panorámica. También la parroquia de Santa María de la Asunción es lugar de visita obligada y, junto a ella, el palacio de Murgía, cuyo jardín privado hace unos años abrió sus puertas al público. Aunque Astigarraga es, sobre todo, conocida por ser “la capital de la sidra”. Los manzanales de esta zona, gracias al clima y a las buenas condiciones del terreno, hacen que hoy en día la actividad sidrera se encuentre en plena expansión y la asistencia a las sidrerías goce de gran popularidad. Los visitantes podrán degustar así el típico menú: tortilla de bacalao, bacalao frito con pimientos verdes, chuleta a la brasa y queso con membrillo y nueces. Todo ello, cómo no, regado con la deliciosa sidra recién salida de las barricas.
Y a un paso, Hernani, cuyo casco antiguo, calificado como conjunto monumental, mantiene una forma ovalada y cerrada. Antiguamente, estuvo amurallado y hoy esconde algunos tesoros: la parroquia de San Juan Bautista, la Casa Consistorial o la antigua Plaza Mayor de la villa, así como el Puente de Fagollaga, el Humilladero de Santa Cruz, el Convento de San Agustín y la casa-torre medieval de los Gentiles, todas ellas huellas significativas del Camino de Santiago en la localidad. Asimismo, en el término municipal, el Museo Chillida-Leku ofrece al visitante la posibilidad de contemplar la trayectoria del genial escultor vasco. Son innumerables los monumentos prehistóricos (dólmenes, crómlechs, etc) que se han encontrado en los alrededores de Hernani y Urnieta, prueba de que nuestros antepasados poblaron estas tierras. La cueva de Marizulo, en la última población, guardaba restos del año 3.000 a.C.
Llegados a un nuevo río, el Oria, nos recibe Andoain, emplazado en el valle de Leizaran, por donde antiguamente pasaba el tren de Plazaola entre Navarra y Gipuzkoa, convertido hoy en maravillosa vía verde. En la plaza del pueblo podemos contemplar el edificio del ayuntamiento y la iglesia San Martín de Tours, testigos ambos del paso de los años. Y en el centro de la plaza contemplaremos la estatua de Aita Manuel Larramendi, “el apologista más fervoroso de la lengua vasca”, nacido en esta localidad. No dejéis de ir al Centro Bastero, el edificio cultural por excelencia del municipio, donde tienen lugar conciertos y obras de teatro.
A partir de aquí, el Camino se encaja en el valle del Oria, un corredor natural por el que pasó primero el Camino Real, luego la carretera nacional, más tarde el ferrocarril y después la autovía. Como consecuencia aquí nacieron y crecieron los pueblos más importantes de Gipuzkoa y también sus industrias, de manera que el peregrino llegará hasta nuestra meta del día en Beasain después de atravesar un largo tramo de casas y polígonos, si bien los bidegorris facilitan y hacen completamente seguro el tránsito.
Avanzaremos siempre junto al citado río para acceder a Villabona, donde antiguamente numerosos peregrinos se detenían en su hospital. Un puente de tres ojos la separa del vecino Zizurkil, que constituye el contrapunto rural a la ribera este del Oria, exageradamente industrializada por mor del devenir histórico. Son precisamente los caseríos, alejados de los núcleos urbanos, los que mejor conservan las esencias y tradiciones del valle.
Otro puente une Anoeta con su hermana Irura, nuevos ejemplos de pueblos industrializados que mantienen sus raíces en las iglesias parroquiales, en los caseríos y en algunas casas-torre como la de Arteaga en el primero de ellos y los caseríos de Laskibar y Agerre en la población de la margen derecha.
Y así llegamos a la capital de la comarca que lleva su nombre, Tolosa, villa de gran importancia histórica, que mira con orgullo a su pasado y que bien ha sabido adecuarse a los nuevos tiempos. La antigua capital de Gipuzkoa fue un lugar de paso importante en la ruta comercial que comunicaba Navarra con el Cantábrico, beneficiándose durante siglos de numerosos privilegios. De aquel glorioso pasado ha heredado un valioso casco histórico jalonado por edificios y monumentos de diversos estilos, y configurado por calles estrechas, paralelas y separadas por numerosas plazas. Destaca la iglesia parroquial de Santa María, templo del llamado “gótico vasco”, el convento de Santa Clara, el ayuntamiento barroco, varios palacios y el Archivo Provincial, así como la plaza Euskal Herria. El arte contemporáneo vasco también tiene su sitio preferente, en forma de esculturas al aire libre dispuestas en algunas calles y plazas de la villa. Si queréis vivir un ambiente festivo acudid a sus célebres Carnavales y, para llevaros un buen sabor de boca, degustad sus conocidos chuletones de buey y las famosas alubias de Tolosa acompañadas, cómo no, de las guindillas de Ibarra. Y como postre no pueden faltar los “cigarrillos” y las “tejas”, así como los “Xaxus”, típicos dulces de la localidad.
Tras el atracón deberemos ser capaces de llegar al casco histórico de Alegia, que en forma de media luna coincide con la trayectoria del río Oria. Conoceremos la iglesia parroquial de San Juan Bautista y la Casa Consistorial, con fachada porticada, situada en la amplia plaza del pueblo.
Los dos siguientes municipios, Ikaztegieta y Legorreta, ambos a orillas del río que nos lleva, lucen también sus iglesias parroquiales y algunos edificios de solera dignos de nuestra atención. En el segundo de ellos ya nos encontraremos en el Goierri y Tolosaldea habrá quedado atrás. Pronto llegaremos a Itsasondo, donde el sector minero ha tenido gran relevancia hasta hace poco, ya que antiguamente la actividad económica giraba en torno a la pizarra, como se aprecia en los tejados de muchas casas y en canteras y galerías. Este bello municipio cuenta también con características que demuestran su origen medieval: la iglesia de Santa María de la Asunción es buena muestra de ello.
La siguiente parada será en Ordizia, cuyo casco histórico luce notables edificios como la iglesia parroquial de Nª Sª de La Asunción, los palacios Zabala y Barrena, la casa-torre Muxika y el monumento de Fray Andrés de Urdaneta. Sin embargo, Ordizia es famosa por su mercado de productos típicos en la Plaza Mayor, datado desde los siglos XI y XII. Las cifras que se fijan en él cada miércoles sirven de referencia para establecer los precios de los productos agrícolas en toda Euskadi.
Y, por fin, el descanso nos llega en Beasain, cuyos primeros moradores poblaron estas tierras muchos siglos atrás, tal y como lo atestiguan diversos túmulos. El conjunto medieval de Igartza es otro de los lugares a destacar, y consta entre otros elementos de un palacio del siglo XIII, un puente, una presa de madera, una ferrería y un molino. A poca distancia, el casco urbano alberga diferentes puntos de interés turístico, como son la parroquia de Santa María de la Asunción, la basílica de San Martín de Loinatz y la ermita de Nª Sª de Loinatz. Por otro lado, Beasain es la población de mayor actividad comercial de todo el Goierri y en sus calles, repletas de tiendas y bares, se respira un inmejorable ambiente, de donde no podéis iros sin probar sus exquisitas morcillas.
2ª etapa: Beasain – Vitoria-Gasteiz (80,8 km y 920 m de desnivel)
La Euskadi rural y monumental
Esta es la etapa más larga de las tres propuestas, pero con menor desnivel acumulado que la anterior, con lo que no podemos decir tampoco que sea especialmente exigente, salvo quizás la subida al puerto de Otzaurte para los menos entrenados. Partiremos después del merecido descanso en Beasain emprendiendo el camino ascendente hacia un País Vasco totalmente diferente. Seguimos en el Goierri, pero nos vamos a adentrar en un entorno rural que nos alejará del bullicio y las prisas de la Gipuzkoa industrial que hemos recorrido hasta ahora.
Siempre Oria arriba y atravesando por última vez un nuevo polígono industrial nos acercamos a una nueva villa guipuzcoana, Segura, que en la Edad Media se convirtió en una de las ciudades más importantes de Gipuzkoa al transitar por ella la ruta comercial entre Castilla y la costa. Hoy en día, su casco histórico mantiene todo el encanto de aquella época, con su trazado en forma de óvalo y numerosas casas solariegas y palacios que reflejan la grandeza de su pasado. Entre estos monumentos, destacan los palacios Lardizabal y Jauregi, la iglesia-parroquial de Nª Sª de la Asunción, de estilo gótico-vasco y cuyo retablo barroco-rococó está calificado como monumento histórico-artístico; y las casas Gebara y Ardixarra, una vivienda-taller del siglo XVI que conserva en perfectas condiciones su estructura de madera. La villa es muy conocida por las procesiones de Semana Santa, una tradición trasmitida generación tras generación, en la que nazarenos, soldados romanos, músicos... recorren las calles del casco antiguo en Semana Santa. Si no queremos desviarnos hasta la población vecina, también aquí podremos conseguir un queso con denominación de origen Idiazabal, que toma su nombre del pueblo homónimo y sigue la receta tradicional utilizada durante siglos por los pastores vascos.
Y en 4 o 5 km llegaremos a Zegama, a los pies del Parque Natural de Aizkorri-Aratz, caracterizado por abruptas crestas calizas que se elevan sobre verdes prados cubiertos de frondosos bosques. Se trata del último municipio guipuzcoano, ubicado en la cabecera del Oria que hasta aquí nos ha traído. Al llegar al núcleo urbano veremos diversos edificios que atraerán nuestra atención: la iglesia de San Martín de Tours conserva en su interior una cruz de la ermita de la cima del Aizkorri (1528 m), considerada una de las más antiguas de Gipuzkoa, y bajo el coro el mausoleo del general carlista Tomás de Zumalakarregi; o el ayuntamiento porticado y diversas casas señoriales entre las que destacamos la de Mazkiaran Barrena, donde murió el militar de Ormaiztegi. En los alrededores hay numerosas ermitas y monumentos megalíticos que hablan de un pasado que ha dejado su huella.
Desde aquí el Camino Vasco del Interior deberá atravesar la Sierra de Aizkorri, el macizo más elevado del País Vasco y límite provincial entre Guipúzcoa y Álava, que se interpone como una gigantesca pared en nuestro camino. Y para cruzarlo, si fuéramos a pie, haríamos lo mismo que hizo el ejército romano y después incontables comerciantes, aventureros, prófugos y peregrinos: aprovechar el túnel de San Adrián, un pasadizo natural excavado en la roca, al que muchos llaman la Boca del Infierno.
Pero no podemos hacer lo mismo con nuestras bicicletas, así que solo nos quedará otra opción también “infernal”, al vernos obligados a ascender el único puerto que merece tal denominación de toda esta ruta jacobea vasca: el de Otzaurte. Van a ser casi 8 km relativamente suaves, sin ninguna rampa que alcance el doble dígito, y que nos sorprenderán al enlazar dos mundos totalmente opuestos, como si de dos Euskadis diferentes se tratara: la vegetación, la orografía, el clima, el arte, el modelo económico, la arquitectura, el urbanismo, la idiosincrasia… y dicen que hasta el precio de las cañas.
Nos hemos adentrado durante unos pocos kilómetros en la Comunidad Foral de Navarra para alcanzar el valle del Arakil en la localidad burundesa de Altsasu. Entre sus monumentos destacaremos la iglesia de la Asunción, renacentista del siglo XVI; la ermita del Santo Cristo de Otadia, con una talla del Cristo al que se le atribuyen muchos milagros; varias ermitas más; el Ayuntamiento: la Torre Txiki; y una escultura, de nombre “Raíces Alsasuarras”, realizada con el antiguo nogal que se encontraba en la misma Plaza Mayor donde se ubica hoy.
La vía férrea y la autovía no nos dejan entrar en Olazagutia, en cuyo término se han encontrado vestigios arqueológicos prehistóricos y estelas funerarias de época romana. Asimismo son de interés las ruinas de la ermita de Nª Sª de Belén y el puente sobre el río Burunda, como también se conoce al Arakil y que da su nombre a todo el valle.
Adonde sí llegaremos será a Ziordia, pueblo con tradición de buenos cocineros -ojo al dato-, y de nuevo volvemos a Euskadi en el vecino municipio de Asparrena, parte de la Cuadrilla de Salvatierra (o Arabako Lautadako Eskualdea) y formado por 10 poblaciones, algunas de las cuales conoceremos en nuestra ruta: Egino, Ilarduia y Albéniz, típicos pueblos de la Llanada Alavesa y cuna de grandes ciclistas. El más poblado de ellos es Araia, que aunque nos queda a desmano, bien merece nuestra visita, pues en él se encuentran los restos del castillo de Marutegi, uno de las escasas fortalezas medievales vascas, que controlaba el paso de viajeros por el Túnel de San Adrián, por el que atraviesan los peregrinos jacobeos que recorren el Camino Interior a pie.
Será en Zalduondo donde nuestro camino y el de San Adríán se unan y continúen juntos por la antigua vía Burdingala-Astúrica que hoy ocupan el tren y la autovía y que ha dejado multitud de huellas romanas en el territorio histórico alavés. Pero es el Palacio de los Lazarraga el monumento más valioso de la localidad albergando el Museo Etnográfico comarcal. La que nos pilla un pelín más lejos es la ermita de San Adrián a la salida del túnel del mismo nombre, pero deberemos regresar en otra ocasión a atravesar esa Boca del Infierno a pie. Dicho queda.
Antes de llegar al pueblo de Ordoñana podemos contemplar la ermita de San Millán. Debemos atravesar dicho pueblo, dejando atrás edificios emblemáticos como el antiguo hospital de San Lázaro y la Magdalena (hoy casa privada), para acceder a la bella villa de Agurain/Salvatierra, cabeza de su Cuadrilla y situada entre las sierras de Entzia e Iturrieta, en las que se esconden impresionantes hayedos. Sus primeros siglos de vida estuvieron marcados por su carácter fronterizo y las disputas de las Coronas de Navarra y Castilla. De esta época heredó un bello casco medieval amurallado, declarado conjunto histórico. La parte vieja está dividida en tres calles principales: Zapatari, Carnicería y Mayor. Esta última es la que alberga los edificios de mayor interés artístico, como las iglesias de San Juan Bautista y Santa María, ambas con retablos del siglo XVI en su interior.
Al paso por Gazeo encontraremos la iglesia de San Martín de Tours, cuya advocación de resonancias jacobeas nos remite a los miles de peregrinos que han contemplado su ábside semicircular de origen románico, a pesar de que las transformaciones sufridas a lo largo del tiempo han desvirtuado su apariencia primitiva. Su sobrio exterior, sin embargo, oculta uno de los conjuntos pictóricos góticos más fascinantes que se han descubierto en el País Vasco hasta la fecha.
En la iglesia de San Román de Ezkerekotxa encontramos un buen resumen de todas las diferentes épocas que ha atravesado la diminuta población, desde su primera referencia histórica en 1040, hasta el primer vestigio de su iglesia en torno al siglo XII. Luego el complejo conjunto de espacios del templo fue creciendo a lo largo de las siguientes centurias hasta conformar el edificio que hoy contemplamos.
Pasaremos junto a la a ermita románica de Nª Sª de Ayala para apreciar su elegante portada de tres arcos de la que fue parroquia de la aldea homónima, actualmente desaparecida, puesto que sus habitantes se trasladaron a la vecina villa de Alegría-Dulantzi en busca de mejores condiciones de vida. Esas dos poblaciones se unieron formando este municipio con gran patrimonio histórico, marcado por tres elementos característicos: la muralla, la iglesia parroquial y la fortaleza de los Gaona, linaje arraigado al municipio desde su fundación. Y a 1 km del pueblo por pista de tierra, sobre un cerro, el castro de Henaio nos habla de las gentes que aquí vivieron antes de la llegada de los romanos.
Continuaremos luego por la ruta que traíamos hasta alcanzar un pueblo deshabitado, del que se conserva un templo románico, la ermita de San Juan de Arrarain. Desde aquí descenderemos a Elburgo, cabeza del municipio cuyo núcleo atravesaremos y, pasado el tramo de la vía verde que discurre por el trazado del Ferrocarril Vasco Navarro, llegaremos a un cruce. Uno de los ramales del mismo nos conduce al célebre Santuario de Nª Sª de Estíbaliz, en lo alto de una colina convertida en parque natural que guarda la joya del románico del País Vasco. Construida a mediados del siglo XII, de aquella época queda la magnífica iglesia, convertida hoy en día en un santuario en el que se aloja la talla medieval de la Virgen de Estíbaliz, patrona de Álava. Además, junto al templo podremos acceder al centro de interpretación del románico en ese territorio histórico.
Pero nosotros deberemos descender hasta Villafranca. Desde aquí, un camino agrícola nos acompañará hasta el pequeño pueblo de Argandoña, presidido por la iglesia románica de Santa Columba. El camino de Mendiluz nos ofrece la oportunidad de contemplar espectaculares vistas de la Llanada Alavesa, antes de llegar a Arkaia, lugar donde se encontró un asentamiento romano de nueva planta sobre la citada vía de Astorga-Burdeos. Muy posiblemente este asentamiento cumpliría funciones de foro, constituyéndose en el lugar de encuentro de la sociedad indígena y romana donde se lleva a cabo todo tipo de intercambios. ¡Cuánto queda aún por investigar en Euskadi!
Y el tramo definitivo de esta larga etapa nos introduce finalmente en Vitoria-Gasteiz, un innegable ejemplo de buen vivir. Y es que, la capital alavesa es una de esas ciudades que cuentan con un rico patrimonio histórico-artístico, un sinfín de zonas ajardinadas, espacios peatonales ideales para el ocio y equipamientos cívicos. Una ciudad accesible, especial, con personalidad. Uno de sus tesoros más preciados y mejor guardados es el casco antiguo, nacido en la Edad Media y único en Euskadi, en el que abundan palacetes renacentistas y edificios románicos. Es la conocida como “Almendra Medieval”, así denominada por su contorno ovalado. La catedral gótica de Santa María será visita obligada. A alguien se le ocurrió que se podían aprovechar sus largos trabajos de restauración para que turistas y amantes de la historia apreciasen mejor cómo se construyó. ¡Una idea genial! Más de un millón de visitantes han recorrido ya sus naves, atrio y murallas y autores como Ken Follett y Toti Martínez de Lezea se han inspirado en ella para ambientar sus populares novelas. La vieja Gasteiz, conjunto histórico actualmente, tiene en sus calles Cuchillería, Herrería, Pintorería, Zapatería, Correría…, nombres que recuerdan la actividad gremial que en ellas se desarrollaba. La Plaza de la Virgen Blanca es hoy el lugar de encuentro por excelencia de los vitorianos y el corazón de la ciudad. Y en sus alrededores podremos encontrar todo lo que precisemos para un buen refrigerio y un bien ganado descanso.
3ª etapa: Vitoria/Gasteiz – Briñas (51 km y 580 m de desnivel) o Miranda de Ebro (38 km y 280 m)
Entre ermitas y castillos
Saldremos de la capital alavesa con renovadas fuerzas en la que va a ser nuestra última etapa por tierras vascas. Seguimos la misma dirección que siguió la antigua calzada romana del Iter XXXIV de Burdeos a Astorga y que con los siglos ha dado paso a la N-1 en su tramo alavés. Una vez el peregrino se despide del armazón urbano e industrial de Vitoria/Gasteiz, la ruta se sumerge de nuevo entre campos de cereal, mientras atraviesa pueblos sobrios y acogedores como los de las jornadas anteriores. El arte románico practicado en este rincón de Euskadi todavía reserva alguna grata sorpresa como la que nos vamos a encontrar en San Prudencio de Armentia, edificio románico del siglo XII, construido sobre los restos de un templo del siglo VIII. Reformada varias veces, es considerado uno de los más importantes ejemplos del arte medieval y declarado monumento del País Vasco. En su interior se venera la imagen del santo patrón de los alaveses.
Un agradable trazado nos acercará a Gometxa, otro de los pequeños y tranquilos concejos que rodean Vitoria y de donde saldremos por un camino agrícola ascendente. De nuevo amplias vistas asoman ante nuestros ojos. Podremos contemplar el polígono industrial de Júndiz, situado sobre los campos en los que en 1813 tuvo lugar la batalla de Vitoria, durante la cual los hombres del Duque de Wellington vencieron a las tropas napoleónicas.
Siempre en paralelo a la N-102 de salida de Gasteiz, a la altura de Ariñez, al otro lado de la autovía, tomaremos un camino de tierra que nos conduce hacia Villodas/Billoda pasando por debajo de la A-1, pero sin llegar a dicha población, aunque el puente de origen romano que atraviesa el río Zadorra y el conjunto arqueológico de Iruña-Veleia, uno de los yacimientos romanos más importantes de Euskadi, bien merecen un pequeño desvío.
Un corto paseo nos acerca a Nanclares de la Oca/Langraiz, cuyo apellido “de la Oca” parece deberse a los templarios que poblaron estos parajes en la Edad Media a los cuales denominaron ‘Tierra de la Oca’ por ser este el animal al que veneraban. Tras la Guerra Civil Española se construyó aquí un campo de concentración en el que se encerró a numerosos presos republicanos. A principios de los años 80, este recinto se reformó y se inauguró la prisión que hoy ha sido trasladada a otro emplazamiento. Su iglesia de La Asunción tiene origen románico y en los alrededores algunas torres levantadas por el ejército isabelino nos retrotraen a las Guerras Carlistas que tanta huella dejaron en el País Vasco.
Seguimos ruta siempre con la compañía a nuestra diestra del Zadorra hasta adentrarnos en una isla burgalesa en medio del territorio histórico alavés. Nos hallamos en el Condado de Treviño y visitaremos su enclave más poblado: La Puebla de Arganzón. Rodeada por una muralla a la que ha debido adaptarse el caserío, nos enseña el conjunto formado por el antiguo Hospital, la ermita de Nª Sª de la Antigua y sus casonas blasonadas, su puente medieval, la parroquial tardogótica de La Asunción y, en los alrededores, la Torre de Peña María, restos de un antiguo castillo que vigilaba el paso por el desfiladero de Las Conchas.
Sin salir del Condado pasamos por la población de Burgueta, donde la paz se respira en cada rincón y que pocas veces se rompe con los peregrinos que por aquí pasan. Como nosotros, que abandonamos la provincia castellana para retornar a suelo vasco y llegar a Estavillo, estratégica localidad ubicada en lo alto de un cerro que mira hacia el río Zadorra. Su papel como encrucijada de caminos explica la riqueza que alcanzó la localidad en los siglos medievales, cuando incluso rescató de la despoblación al vecino pueblo de Armiñón mediante la compra de sus tierras. Como prueba de esta prosperidad queda la imponente iglesia parroquial dedicada a San Martín de Tours.
Tras superar el pequeño alto de Lezana por una pista de tierra se llega a Berantevilla cruzando el puente sobre el río Ayuda. Este municipio presume de ser declarado Conjunto Monumental gracias a sus reliquias históricas y urbanísticas. La huella medieval del municipio se deja ver en los diversos edificios que guardan elementos de aquella época. Se conservan, a su vez, algunas casas palaciegas en las que todavía se pueden contemplar blasones y escudos. En el centro de la localidad hay que hacer un alto para contemplar la iglesia parroquial de Nª Sª de la Asunción, con su elegante torre y retablo mayor de estilo churrigueresco.
Continuamos ruta hacia el pueblo Portilla/Zabalate, el más elevado de la zona, que se nos muestra al amparo de la pequeña sierra que lleva su nombre y de su famoso castillo, que es el que aparece en el escudo provincial y cuya visita guiada es muy recomendable. Luego seguimos en descenso hacia Zambrana, pero antes de llegar a dicha localidad nos desviaremos hacia Santa Cruz del Fierro, que apenas suma 50 habitantes, pero luce algunas casonas interesantes junto a su iglesia de San Andrés.
Ocio nos queda a un paso, aunque el “descanso” deberá esperar un poco más. Esta población está enclavada en el valle del río Inglares bajo el risco de Lanos que da nombre a su castillo. Desde hace unos años luce un gran mural que lleva por título “Voces que construyen identidad”, pues refleja las cuevas y la cantera de piedra de toba del pueblo, una piedra de características especiales y de escaso peso que se utilizaba en las cúpulas de las iglesias. Es una forma de atraer al turismo y mostrarle las “cosas” del pueblo, como también han hecho sus vecinos de Portilla.
Siguiente parada en Salinillas de Buradón/Buradon Gatzaga, núcleo urbano estratégico en la frontera entre los reinos de Navarra y Castilla, en el paso entre la Llanada alavesa y La Rioja, que debe su nombre al manantial salino y al castillo de Buradón, situado en el peñasco que corona lo que se conoce como el paso de las Conchas de Haro que en tiempos actuaba como una muga natural. Su núcleo urbano destaca por la buena conservación de su muralla del siglo XIII, sus puertas de acceso y el resto de su casco histórico, en donde podremos visitar la iglesia de Inmaculada Concepción, el Palacio de los Condes de Oñate, el Hospital de Santa Ana y varias calles y plazas que conservan sabores de antaño.
El tramo que aparece en la web que nos guía en este reportaje solo es apto para BTT: absolutamente desaconsejable para bicis de paseo. Por lo que finalmente atravesamos con precaución (y luz) el túnel de las Conchas de Haro para llegar Briñas, ya en La Rioja Alta, donde ya huele a vino y cuyo impresionante puente medieval sobre el Ebro nos aleja definitivamente de tierras vascas. Desde aquí la ruta jacobea busca el encuentro con el Camino Francés en Santo Domingo de la Calzada; pero esa es otra historia.
Con todo, algunos preferirán acortar el Camino de Roncesvalles, desviándose en Estavillo hacia Miranda de Ebro para enlazar con el camino principal en Burgos. Enseguida llegarán a Armiñón, pueblo que cuenta con numerosos edificios y monumentos dignos de ser visitados, como la iglesia parroquial de San Andrés y el palacio de los Montoya-Urbina. Y atravesando un magnífico puente medieval sobre el Zadorra se dirigirán a la última localidad vasca que visitarán si eligen esta variante: Ribabellosa, sede del ayuntamiento la Ribera Baja alavesa y de la Cuadrilla de Añana. En su Plaza de los Fueros pueden poner punto y final al Camino Interior, tanto al de Santiago como al suyo particular. Es posible que tampoco nosotros hayamos acabado el Camino de Santiago en Euskadi como lo empezamos.
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