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Juanto Uribarri

8 de junio de 2022 22:05 h

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Sus amigos poetas admiraban en Miguel Hernández su amor a la naturaleza, su frescura, su espontaneidad, la pasión por su tierra natal de naranjos, palmeras e higueras. Es cierto que casi todos tenemos una inclinación natural a ensalzar la tierra que nos vio nacer, pero hoy vamos a dejarnos guiar por el insigne oriolano para empaparnos de las maravillas que se encierran en la Vega Baja del Segura, en cuya capital, Orihuela, se hizo poeta.

Así rezaban unos versos suyos:

Si queréis el goce de visión tan grata

Que la mente a creerlo terca se resista;

Si queréis en una blonda catarata

De color y luces anegar la vista;

Si queréis en ámbitos tan maravillosos

Como en los que en sueños la alta mente yerra

Revolar, en estos versos milagrosos,

Contemplad mi pueblo,

Contemplad mi tierra.

La Huerta de Orihuela se extiende desde el sur de Elche hasta el límite con la Huerta murciana y administrativamente se corresponde con la Vega Baja del Segura. Todo su territorio se encuentra surcado por el río Segura, cuyo caudal riega toda su extensión, y una parte se correspondía con las antiguas marismas que poco a poco fueron secándose desde tiempos prehistóricos.

Toda ella aparece enmarcada entre protuberancias montañosas como la Sierra de Orihuela, la de Callosa de Segura, la Sierra de Hurchillo, la Sierra Escalona, la del Cristo, la de Pujálvarez, así como pequeños cerros y colinas que interrumpen la llanura.

Las dos primeras forman una alineación montañosa de formas abruptas que emerge sobre la llanura aluvial.​ Desde la antigüedad, estos montes han sido objeto de la actividad minera, siendo frecuentes los pozos y galerías que todavía podemos encontrar. Fundamentalmente, junto con algunas explotaciones de yesos y calizas abandonadas en la actualidad, se extraía mineral de hierro y en unos pocos lugares oro. Y en ella encontramos numerosos abrigos y cuevas, lo que le confiere al paisaje una cierta singularidad y belleza. Algunos de sus picos son la Cruz de la Muela (564 m) que domina la urbe, y la Peña de Orihuela (634 m), máxima altitud de la comarca.

Por otro lado, toda la zona está sometida a una elevada insolación en los meses de estío, factor que, junto con las escasas precipitaciones, dificulta la existencia de fuentes y cursos de agua permanentes.

La comarca, que se integra administrativamente en Vega Baja del Segura, abarca una enorme extensión que llega hasta las playas del Mediterráneo en pedanías como La Zénia y la Dehesa de Campoamor, que conforman entre ambas la conocida como Orihuela Costa, y cuya importancia turística no necesita presentación.

Pues bien, con esta somera descripción de los condicionantes geográficos del entorno que vamos a visitar, os invitamos a acompañarnos para empezar un corto pero interesante recorrido por la Huerta oriolana que finalizará en el casco antiguo de la capital.

Ruta por la Huerta

Lo haremos partiendo de Orihuela en dirección a Torrevieja, para llegar en 3 kilómetros a la localidad de Bigastro, un pequeño pero populoso pueblo rodeado de pedanías oriolanas que conserva bastante de su tradicional pasado agrícola con huertos de cítricos y cuenta, además, con un ejemplar polígono industrial de 100.000 metros cuadrados dotado con todos los servicios.

Nos desviaremos un poco para alejarnos del tránsito habitual hacia la costa para conocer Jacarilla, cuya historia va ligada a la de la familia Fontalba, dueña de la mayoría de tierras, que consiguió que se segregase de Orihuela en el siglo XVII. En 1947 los Fontalba parcelaron y vendieron las tierras a los trabajadores lo que trajo la prosperidad al pueblo, basada en la agricultura de regadío, especialmente de cítricos. Al sur del pueblo se encuentra la Casa-Palacio del Marqués de Fontalba construida en 1920 y cuyos jardines ocupan 20.000 metros cuadrados.

Por una tranquila pista asfaltada entre huertos, enlazaremos con la ruta que traíamos antes para llegar a la urbanización de Vistabella, cuyos vecinos son asiduos practicantes del deporte de Manuel Piñero, colega de Seve Ballesteros, y que diseñó el cercano campo de golf.

Y nos desviaremos a nuestra derecha para rodear el espléndido embalse de la Pedrera, laguna artificial fruto del Trasvase Tajo-Segura que se construyó en la segunda mitad del siglo XX y es utilizado para el riego de la extensa huerta, tanto oriolana como de la Vega Baja del Segura. Su flora es típica de zonas húmedas y sirve de hábitat para numerosas aves acuáticas.​ El relajado paseo nos sorprende con los mil tonos de azul y verde que admiramos en sus aguas.

Y, de regreso ya a Orihuela, llegamos a Hurchillo, al pie de la sierra a la que da nombre. Recorriendo los barrancos que la rodean es fácil encontrar fósiles de organismos que vivían en estas antiguas zonas marinas. En una de las cimas de esta sierra se sitúa el repetidor que da cobertura de televisión a toda esta zona. Hasta el siglo XVII existían aquí vestigios de un poblamiento probablemente griego a los pies del Monte Orchello, cuya población originaria se trasladó a lo que primero fue Orcelis y luego Orihuela, con lo que Hurchillo fue en realidad la primera ubicación de dicha ciudad. Aquí surgió un nuevo poblado que los lugareños denominaron con el nombre actual y en el que se construyó la ermita de Nª Sª de Monserrate en 1728.

De Hurchillo a Arneva solo hay un paso y allí pedalearemos durante unos kilómetros en paralelo a la doble tubería de conducción del sifón del Segura, de Orihuela o simplemente Los Tubos, como comúnmente se conoce en la zona a esta obra emblemática del trasvase Tajo-Segura que forma ya parte del paisaje de toda la comarca. Es difícil que esas dos tuberías de 2,35 m de diámetro interior y 5,2 kilómetros de longitud, montadas sobre 200 pilares de 6 m, pasen desapercibidas. Esta larguísima recta se ha convertido en lugar de paseo habitual tanto a pie como en bici de oriolanos y oriolanas.

Y antes de adentrarnos en las calles de una ciudad de más de 30.000 habitantes (casi 80.000 en todo el término municipal), nos dirigiremos hacia el este para admirar el Palmeral de San Antón, ubicado en la falda trasera del monte de San Miguel y en la delantera de la Sierra de Orihuela. Su origen es musulmán, lo que marcó el tramado de acequias que surcan todo el parque. Es el segundo palmeral más grande de Europa, tras el ilicitano, y uno de los más antiguos. Y, allí mismo, los antiguos baños termales de San Antón afloraban con una temperatura cercana a los 25°C. La elevada salinidad del agua impedía su consumo, pero era utilizada para el balneario, hoy en lamentable ruina, y el riego del cercano palmeral de Orihuela.

Paseo por Orihuela

Y así, tras este corto pero interesante paseo por la Huerta de Orihuela, llegamos al pueblo del siempre presente Miguel Hernández, una ciudad que no puede visitarse con prisas: merece su tiempo. Iniciaremos el recorrido por el viejo arco del antiguo Convento de Santo Domingo, conocido como “el Escorial de Levante”, al ser el monumento más grande de toda la Comunidad Valenciana, con dos claustros (el del convento y el de la universidad), una iglesia barroca y una torre, también de estilo barroco, constituyéndose así en uno de los cinco monumentos nacionales de esta ciudad declarada Conjunto Histórico-artístico.

En Orihuela se encuentran vestigios de asentamientos humanos desde el Calcolítico, pasando por la cultura argárica, Bronce Final y Hierro Antiguo hasta las culturas ibera y romana. Durante la época visigoda, dominaba una demarcación que abarcaba las actuales provincias de Alicante y Murcia. En el siglo VIII fue cabeza del ducado de Teodomiro, quien pactó su autonomía con los árabes. Pierde su independencia en el siglo siguiente frente al Califato de Córdoba, para constituirse en uno de los reinos taifas a inicios del siglo XI, hasta que en 1242 las tropas del que luego sería Alfonso X El Sabio toman la ciudad. A finales de esa centuria, Orihuela rinde homenaje a Jaime II de Aragón y se incorpora al Reino de Valencia, como cabeza de gobernación y con derecho a voto en las Cortes.

Con obispado propio y Universidad desde la segunda mitad del siglo XVI, ambos elementos han condicionado su fisonomía urbana, en la que las iglesias y los palacios dejan constancia de su ilustre pasado. Durante la Guerra de Sucesión, el Marqués de Rafal, gobernador de la ciudad, apoyó al pretendiente Carlos de Austria, por lo que con la victoria de Felipe V la ciudad es saqueada y pierde sus fueros. Pero los oriolanos siguen luciendo con orgullo la inmortal historia de una urbe que se ha configurado a lo largo de los tiempos a ambos lados del río Segura que hoy en día separa la histórica ciudad vieja y la nueva comercial.

Orihuela ha dado hombres ilustres en el campo de las letras, las ciencias y la religión y ha sido fuente de inspiración de autores como Gabriel Miró, un enamorado de la ciuidad. Pero, si hay un nombre que destaca sobre los demás nada más entrar en el interior urbano, es el de Miguelillo, quien nació en 1910 y murió con apenas 31 años, víctima de la barbarie franquista tras el final de la Guerra Civil. Con cuatro años, Miguel y su familia se trasladan a una modesta vivienda enclavada en la falda del Monte San Miguel, junto al Colegio de Santo Domingo en el que más tarde estudiaría Bachiller. Visitado este, vamos a conocer los secretos de la vida infantil y juvenil del genial poeta, entrando en la Casa-Museo de Miguel Hernández.

Se trata de una construcción típica del lugar, de una sola planta, jardín, pozo, granero y corral donde su padre guardaba el ganado. Fue ahí donde el propio Miguel, que se dedicó esos años al pastoreo, escondía los libros que le apasionaban para que su padre no se los quitara. La vivienda contaba también con un pequeño huerto, “…tapiada primavera, donde mi vida pasa, calmándole la sed cuando le abrasa”.  En él, la familia plantaba las cebollas de la popular Nana para su consumo propio y todavía hoy podemos encontrar la higuera bajo la que el poeta solía acomodarse para escribir muchos de los poemas y las cartas que se conservan en su legado.

Siguiendo por la calle Santa Lucía y dejando a la derecha el Monte San Miguel, llegamos a la Catedral del Salvador y Santa María, donde fue bautizado Miguelillo. Edificada sobre restos visigodos y árabes, su origen se remonta al siglo XIII cuando Alfonso X el Sabio estableció que la iglesia debía ser la mayor de la villa, aunque hasta el siglo XVI no fue declarada catedral. La torre es la parte más antigua y tiene un impresionante claustro, que antes estuvo en el Convento de la Merced, y tres portadas principales. En su Museo Catedralicio se conservan pinturas de Velázquez, Ribera, Valdés Leal o Juan de Juanes, y esculturas de Francisco Salzillo.

Rodeando el cerro, tropezaremos con otras dos típicas iglesias oriolanas: la de las Santas Justa y Rufina con sus gárgolas y torre gótica, y la iglesia de Santiago donde se encuentra el Salzillo dedicado a la Sagrada Familia. Asimismo los palacios de Rubalcava y de Rafal, entre otros, le otorgan a la ciudad un toque señorial. Y también en el casco antiguo se encuentra el Teatro Circo, dicen que el más bonito y original de todos los teatros de la provincia: a nosotros no nos dejaron entrar, suponemos que por las pintas.

Y en lo más alto, sobre el Monte de San Miguel y con la metálica Cruz de la Muela en la sierra del fondo, el Castillo se encuentra en estado de evidente ruina, si bien todavía se pueden distinguir grandes tramos de sus murallas, así como los restos de algunas de sus torres medievales, que han quedado como testigos mudos de un antiguo esplendor. En lo más alto hay un aljibe con unas vistas extraordinarias sobre el casco antiguo de Orihuela. Eso sí, sólo se puede llegar andando. Como andando recorreremos las calles de Orihuela dejándonos sorprender por su ambiente y sus festivas gentes.

Entre sus fiestas principales, mencionaremos la Procesión del Entierro en la que uno de los pasos no entra como los demás, sino que rodea la Catedral debido a que una de las imágenes es un diablo con formas femeninas: la popular Diablesa. Otra fiesta, la de Moros y Cristianos, mezcla la historia y la leyenda recreando un ambiente único, en el que la figura de la Armengola y la Gloriosa Enseña del Oriol tienen el protagonismo.

Y, para acabar, qué mejor que una ruta gastronómica por los innumerables bares y restaurantes donde se pueden encontrar los platos típicos de mayor arraigo, como el famoso arroz y costra o el cocido con pelotas, de origen judío. Cuentan con productos especiales de la Huerta o El Palmeral, como la alcachofa, el palmito o el dátil. También el cercano litoral con exquisitos “frutos de mar”, da como resultado maravillosos arroces, frituras o parrilladas, así como las típicas salazones. Todo ello ha de completarse con los tradicionales hornos y conventos, sin olvidarnos de los exquisitos dulces como las almojábanas, de origen árabe, o los pasteles de gloria.

Y para bajar la comida, ¿qué mejor que enfrentarnos a las laderas del Monte San Miguel? ¿Por qué no ascendemos a la explanada del Seminario Diocesano como hacen los profesionales en la Vuelta a la Comunidad Valenciana? Ya veréis qué panorama se contempla. Amigos cicloturistas, Orihuela os espera.

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