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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La primera vez que oí hablar del Camino Olvidado fue a un amigo que tuvo su momento de enamoramiento con la bici. Fue un amor pasajero porque, hasta donde sé, solo pedaleó esta ruta de larga de distancia. Se ve que todo el mundo no está tan enfermo como quien escribe este artículo. Hay quien lo prueba y luego no repite. No es mi caso, adicto como pocos al cicloturismo de montaña.

En la industria del Camino de Santiago —permitidme la licencia de llamarlo así, porque es toda una actividad económica— hay muchas vías para llegar hasta la Plaza del Obradoiro. El Camino Francés es el más conocido, pero la colección de opciones es amplia. Quizá otro día os cuente mi particular peregrinación desde Ginebra, en Suiza, a lomos de la bici por la Vía Podiensis. Si vienes de Francia tienes tres opciones más: la Vía de Arles, la de Vezelay y la de Tours. Y ya dentro de la península empieza a ser difícil que haya pueblo por el que no pase alguna vía. Bueno, vale, exagero un poco, pero documéntate un poco y encontrarás más caminos hacia Santiago de los que quizá creías que existían, ¿no?

El Camino Olvidado resultó ser un camino apenas transitado. Vaya descubrimiento, Julen. Si es Olvidado, ¿qué querías? ¿Un desfile de cicloturistas provocando atascos a su paso por Colinas del Campo de Martín Moro Toledano? No es broma, que el pueblo se llamaba así. Se ve que no fueron a clase el día en que se hablaba de economía en el lenguaje. Bueno, a lo que íbamos, que si quieres caminos tranquilos hacia Santiago de Compostela, el Olvidado es una buena opción.

Yo, que a veces soy un poco burro, lo hice en solitario desde Bilbao, pero sin llegar hasta la tumba del apóstol. Mi peregrinación y el consiguiente sacrificio se tradujo en llegar hasta Ponferrada y luego volver a base de puerto de montaña va y puerto de montaña viene por la Cordillera Cantábrica. Juanjo Alonso —alias Kapitán Pedales— tuvo la culpa porque publicó un libro al respecto. Este artículo te da algunas pistas de ese Camino Olvidado desde Bilbao hasta Ponferrada.

Tengo que decir en mi defensa que cuando hago cicloturismo de montaña en solitario saco de mí la persona más precavida que conozco. Esto quiere decir que si el terreno se complica no hay vergüenza alguna por echar pie a tierra y andar a pie lo que mis limitadas habilidades técnicas no son capaces de dejarme hacer montado en bici. En realidad, lo reconozco, me gusta (también) ir solo. Es cuando hablas con más gente y abres al máximo los sentidos para enterarte de los lugares por donde pasas.

Hasta Ponferrada me salieron siete etapas. Hay veces que un solo lugar ya merece la pena para recorrer más de 500 kilómetros en bici. Me pasó con la ermita de Santiago en un valle de origen glaciar entre Fasgar y el ya famoso a estas alturas Colinas del Campo de Martín Moro Toledano. Una subida relativamente exigente da acceso a este valle con su ermita, sus animales pastando y su verde intenso. Bueno, y sus buenos moscardones. Pero quien quiere peces se tiene que mojar el culo. Te lo aviso: yo que tú elegía esta vía. Lo digo porque hay plan B para no subir hasta este valle. Porque sí, se sube al valle desde Fasgar.

La ruta no es demasiado dura ni compleja técnicamente si exceptuamos algunos tramos concretos, como por ejemplo la bajada hacia Colinas del Campo de Martín Moro Toledano

Quienes trajeron el Camino Olvidado por el trazado que hoy en día podemos recorrer en bici también dieron pistas para sacar el carbón y mover pasajeros en tren. No es un tren cualquiera, es el tren de La Robla. Te acompañará en buena parte del recorrido. Si quieres leer sobre historias de minas y emigración, adelante, tu viaje tendrá una nueva compañía, más allá de la que quieras darle por el hecho de ir en peregrinación (o no) hacia Santiago. Y no olvides las tradiciones gastronómicas: la olla ferroviaria es toda una institución. Te recomiendo un restaurante fantástico en Olea, cerca de Reinosa, en el que me trataron de fábula: ¡salí incluso con un táper de alubias bajo el brazo!

La ruta no es demasiado dura ni compleja técnicamente si exceptuamos algunos tramos concretos, como por ejemplo la bajada hacia ¡Colinas del Campo de Martín Moro Toledano! Ya lo he conseguido. Seguro que te vas a acordar del nombre de este pueblo. Tres veces lo hemos citado. No tienes perdón si no te quedas con la toponimia, ¿no? Pues eso, si sales con cierta asiduidad en bici, seguro que puedes con la ruta.

Decía antes que cuando pedaleo solo echo mano bastante a menudo del comodín de la precaución. Esto no obvia para meterme en algún que otro jardín. Como cuando subí hacia el Camino Real de las Enderrozas desde Arceo. Me tragué un tramo de esos inciclables de verdad, de los de empujar la bici y preguntarte, con perdón, qué leches hago yendo por ahí. Eso sí, la entrada al bosque, junto al río Hijuela, y el tramo hasta Irús fueron una buena recompensa.

El Camino Olvidado se junta con el Camino Lebaniego en Cervera de Pisuerga. Sí, anota otra ruta de peregrinación para tu 'top ten' espiritual. Allí en Cervera sellé la credencial del peregrino y me hicieron la pregunta: ¿con qué sello, el del Camino Olvidado o el del Lebaniego? A estas alturas debo decir que solo a la salida de Cervera fui capaz de encontrar a más peregrinos en ruta. Palabrita del niño Jesús. ¿Andaremos en crisis espiritual?

En fin, que el Camino Olvidado es una muy buena opción para hacer kilómetros tranquilos, sin riesgo alguno de pérdida —a flechas amarillas no hay quien nos gane en la península ibérica— y por zonas agradecidas a los ojos. Vamos cerca de la Cordillera Cantábrica y de vez en cuando la ruta nos obsequia con espectaculares vistas, como ocurre a la salida de Cantoral de la Peña, con las cimas de la montaña palentina y sus más de 2.000 metros de altitud. Tenemos tantas vías hacia Santiago que hay para elegir. Si tu opción es en verano y quieres evitar aglomeraciones, prueba con esta alternativa, aunque solo sea por decir que sí, que pasaste, cómo no, por Colinas del Campo de Martín Moro Toledano.

Datos prácticos: