Nacido con la voluntad de unir los territorios de Bizkaia, Gipuzkoa, Álava y Navarra, el llamado ferrocarril vasco-navarro (bautizado por el gracejo popular como el 'trenico') fue obra de dilatada y accidentada ejecución, pues se empezó a construir en enero de 1887 y se concluyó en 1927, tras cuarenta años de trabajos interrumpidos por no pocas vicisitudes presupuestarias y técnicas. De allí en adelante, los rieles de acero de este ferrocarril de vía estrecha prestaron servicios de transporte de viajeros y mercancías hasta el 31 de diciembre de 1967, en cuya noche y bajo una premonitoria y fuerte nevada, dejaron de circular todos sus trenes.
El olvido y la maleza se apoderaron luego del trabajo realizado por la Anglo-Vasco Railway Company Limited. Se abandonaron o demolieron no pocas de las instalaciones del ferrocarril, desmontándose vías y catenarias. Vacas y ovejas se aposentaron en algunos de sus antiguos almacenes y hasta varios de sus tramos fueron engullidos por la voraz expansión urbana y la construcción de nuevas carreteras. En suma, el abandono y la ruina se apoderaron de tanta historia y esfuerzo. Y así fue hasta durante no poco tiempo, hasta que en los años 90 las diputaciones vascas dedicaron no pocos recursos económicos para la revivir y dar forma a esta nueva vía verde.
Ahora, quienes lo deseen puede revivir tanto a pie como a golpe de pedal la mayor parte de su recorrido, mejorado por el bonus que ofrece el deleite de sus no pocas bondades paisajísticas, culturales y gastronómicas.
Nuestro viaje puede comenzar, si así lo desean y dado que hay otras no pocas posibilidades, en la antigua estación de ferrocarril de Estella, allí desde donde partían las primeras locomotoras Falcon a vapor que cubrían el recorrido. Son 123,5 kilómetros que podemos fragmentar en tantos tramos como queramos, si bien viene a calcularse que por término medio requieren unas nueve horas de pedaleo suave sobre un firme de tierra compactada y asfalto.
Partimos desde Estella, 'la Toledo del norte'
Fundada en el siglo XI a consecuencia del auge de las peregrinaciones del Camino de Santiago, Estella, la ciudad asentada en un meandro del río Ega, es el kilómetro cero de nuestro recorrido. Villa con aire medieval, rica en iglesias centenarias, fortalezas y hasta un palacio románico (el de los Reyes de Navarra), Estella es una de las ciudades más bonitas del norte peninsular, no en vano se la conoce como la Toledo del norte. Reconfortados por su gastronomía de asado y huerta, podemos comenzar a pedalear para sí cumplimentar la primera de las dos etapas con las que 'Andar en bici' ha decidido descubrir esta vía verde.
Nuestro objetivo es hacer meta en Vitoria tras haber cubierto los 76,1 kilómetros que la separan de Estella. Tras pasar a la orilla norte del río Ega, alcanzamos la localidad de Zubielqui y seguimos siempre en ligero ascenso hasta llegar a Zufía (km 7,7). Conviene precisar que transitamos por un 'sendero starlight', certificación avalada por el Instituto de Astrofísica de Canarias, que reconoce parajes que tienen una calidad de cielo excelente y son un ejemplo de protección y conservación. Respirando hondo, nos dejamos llevar en un relajado descenso y un corto llaneo que nos llevará a la antigua estación de ferrocarril de Murrieta. De aquí en adelante la carretera vuelve a picar suavemente en subida. Seguimos la marcha pedaleando por una larga recta que, soslayando Mendilibarri, llega hasta Ancín (km 15,5). Allí podemos hacer una pausa para contemplar su 'torre del agua', construcción de planta cuadrada con piedra de sillar, imponente merced a sus 12 metros de altura. Y si viajamos con niños, bueno será explicarles que no se trata de una construcción militar, sino un depósito que alojaba los más de 2000 litros del líquido elemento utilizados para refrigerar los reactivadores eléctricos de su estación.
Recorridos otros cinco kilómetros de largas rectas con abundante vegetación alcanzamos Acedo. Allí nos encontramos con un corto tramo sin recuperar (no más de 300 metros) aunque bien señalizado, que nos devuelve de nuevo a la vía. Pedaleamos hacia uno de los tramos más emblemáticos de nuestro recorrido, el túnel de Arquijas, de 1415 metros de longitud y ciertamente frío y un poco sobrecogedor, aunque indudablemente atractivo. Completamente rectilíneo, arreglado e iluminado, su mayor desgracia es la fijación que tiene los cacos por dejarlo a oscuras, al sustraer el cableado de su instalación eléctrica, por lo que no estará de más llevar un frontal o una linterna para asegurar nuestro tránsito. Superado el túnel, cabe dedicar un tiempo a contemplar el vecino y espectacular viaducto de Arquijas, obra imponente, sin duda merecedora de su sólido apodo de 'El Pontarrón'.
Ubicado en una zona agreste, los nueve arcos y casi treinta metros de altura del mismo invitan a detener la marcha y admirarlo. Cubierto el requisito, seguimos ruta para alcanzar Zúñiga —en el límite con Álava— y allí tomarnos un tiempo para visitar su cinturón de murallas, declaradas bien de interés cultural. Cumplidos nuestro propósito, proseguimos ruta hacia Santa Cruz de Campezo (km 33), a orillas del río Ega. Ubicado en un entorno natural de gran belleza, no son pocas las ofertas turísticas culturales y gastronómicas que nos ofrece, al igual que hará más tarde su vecina Antoñana (km 38), villa medieval fortificada fundada en 1182 por Sancho El Sabio, que aún brinda al viajero la oportunidad de poder pasear por sus estrechas callejuelas, conectadas por no pocos pasadizos cubiertos.
Y ya que estamos aquí, no podemos obviar la visita al Centro de interpretación de la vía verde del ferrocarril vasco navarro, ubicado en la zona de la antigua estación. Acertadamente, el Centro se aloja en tres vagones que imitan a los del antiguo 'trenico'. En el primero se ubica la oficina de turismo de la comarca de la Montaña Alavesa (una de las siete comarcas o cuadrillas en que se divide la provincia de Álava). El segundo vagón se centra en todo aquello que está relacionado con la vía verde del vasco navarro y además ofrece información sobre rutas de senderismo y en bicicleta por el entorno. Y finalmente, ya en el tercer vagón se recrean las estancias originales del 'trenico', mostrándonos diversos objetos curiosos, tales que los billetes que portaban los pasajeros, uniformes de la época y el silbato con el que señalaba la partida el jefe de estación, proyectándose también un video que sirve para rememorar con nostalgia los tiempos de esplendor del 'vasco' o el 'anglo', como también se denominaba a dicho ferrocarril
Prestos a partir, queda tiempo para una reflexión. Muy cerca nos queda el parque natural de Izki, merecedor de una (¿posterior?) visita. Gran masa forestal recorrida por el río que le da nombre, es un territorio ideal para el turismo ornitológico, los paseos a pie o en 'mountain bike' y las excursiones a caballo. Todo ello sin olvidar que en su entorno se hallan los muy interesantes eremitorios de Laño, Faido y Marquínez, las hoces y roquedos de Arluzea y la histórica villa de Peñacerrada, en cuyas inmediaciones se halla uno de los más importantes yacimientos de ámbar con insectos del mundo.
Reanudada la marcha, seguimos hacia Atauri y Maeztu (km 38). Si no hemos comido, aquí tenemos buena ocasión para degustar los productos típicos de la gastronomía alavesa, que según temporada, consisten en alubias pintas, patatas, queso, trufas y miel, entre otras 'delicatessen'. Pecado partir de Maeztu sin visitar su casco urbano, la iglesia parroquial de la Invención de la Santa Cruz y también su famoso Papamoscas, autómata único en Álava, que situado sobre el reloj anejo a la iglesia, mueve la mano al dar las horas. Los pueblos de Leorza y Cicujano (km 48) nos avisan de que abandonamos la comarca, pero antes se impone un inciso para hablar del túnel situado entre ambas localidades, el único hasta el momento de esta vía verde del vasco-navarro, que ha sido restaurado y decorado. El túnel tiene poco más de 300 metros de longitud y en sus paredes nos muestra cuarenta y cinco murales de variada temática, en los que la artista Irantzu Lekue plasmó tanto la vida desarrollada alrededor del tren como diversos detalles sobre la fauna y naturaleza de la zona. Dándole mayor impacto al tránsito, diversos sonidos acompañan nuestro paso por delante de los murales, lo que sin duda asombra y sorprende al viajero, que sonríe y casi sin querer afloja el ritmo de marcha.
Desgraciadamente no podemos transitar por el siguiente túnel que encontramos en nuestro camino, el de Laminoria, peligroso y aquejado de derrumbes. El túnel, de 2194 metros de largo, fue abierto por mineros asturianos a base de constancia, dinamita y piqueta. La realidad obliga y no queda otra sino ascender por el exigente puerto de Gereñu, de fuertes pendientes seguidas por un descenso que debe hacerse con cautela. Entramos así en la Llanada Alavesa y como vamos en bajada, los kilómetros pasan rápidos. Ulibarri Jaúregui (km 57,6), Erentxun, Trókoniz y Andollu (km 66) se suceden en nuestro camino. Si hay ganas, poco antes de llegar a la última de dichas localidades (fundada en el siglo XIV y con la iglesia de Santa Catalina digna de visitar) podemos desviarnos por el ramal de dos kilómetros y medio que nos lleva al Santuario de Estíbaliz, joya del arte románico vasco datada en el siglo XI. Retornando sobre nuestros pasos cubrimos los apenas diez kilómetros que restan para llegar a Vitoria, meta de nuestro recorrido. Allí nos aguardan fonda y yantar (de plato o pintxos), complementados por una suculenta oferta cultural que nos llevará a pasear su casco histórico, de clásico trazado medieval en forma de almendra, y a visitar la ineludible catedral de Santa María, joya del gótico declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Bergara, fin de trayecto
La segunda etapa de nuestro recorrido por esta vía verde del ferrocarril vasco-navarro será más corta. Partiremos desde las afueras de Vitoria, viajando en dirección norte para llegar a Bergara tras cubrir un trayecto de 47,4 kilómetros. Iniciado nuestro pedaleo en del Parque de Gamarra, en la conocida como vía verde del Zadorra, la ruta nos lleva a pedalear en ligero ascenso entre parcelas agrícolas. El recorrido es llano, rectilíneo, obligando a nuestra vista a dispararse hacia el infinito, fijándose en las quebradas de la Sierra de Elgea. Pasamos por Durana, Erretana, Luko y Urbina (km 7,4), en donde abandonamos el trazado original del ferrocarril, que recuperaremos tres kilómetros más adelante, muy cerca de la estación de Villareal de Álava, hoy de Legutio. Pasado el robledal de Santiagolarra llegamos a Landa (km 17), población que estuvo a punto de desaparecer a mediados del siglo XX, engullida por las aguas del embalse de Ullíbarri Gamboa (el más grande del Euskadi), ahora lugar de esparcimiento de los alaveses, no en vano cuenta con dos playas “bandera azul” y numerosas áreas de recreo.
Subimos luego por el valle del arroyo Arlabán, inmersos en los olores que nos brinda un bosque en el que crecen las hayas, robles y alisos que rodean los montes de Isuskitza y Usokoaltzu. Para nuestro pesar la magia de la naturaleza entra en pausa apenas a dos kilómetros de Landa. Toca extremar las precauciones. Se acaba el tramo acondicionado como vía verde y no queda más remedio que transitar por carretera, la GI-627, para escalar los tres kilómetros del puerto de Arlabán (587 metros de altitud), que hace de muga o frontera entre Álava y Gipuzkoa. Coronado el alto, los 7 kilómetros al 4,01% de pendiente media que ofrece la bajada se hacen rápidos, si bien no tanto como para no poder parar en el monumento a la Virgen de Dorleta, proclamada en 1960 como patrona de los ciclistas. Quizás para entonces el viajero curioso haya decidido retrasar su marcha y dedicar un tiempo (bien aprovechado) para desviarse ligeramente y visitar el bonito casco histórico de Leinz Gatzaga (Sálinas de Léniz), localidad fundada en 1331 como consecuencia de su actividad salinera, potenciada ya en el siglo XVII con la construcción del Camino Real que conectaba la costa guipuzcoana con el interior de la península.
Concluida la visita, volvemos a pedalear. Estamos en la comarca del Alto Deva (en euskera Debagoiena), recuperando el trazado de la vía verde en Eskoriatza (km 28,2). Seguimos hacia Aretxabaleta por un carril bici que atraviesa zonas sensiblemente urbanizadas, llegando al poco a Arrasate-Mondragón (km 35), en donde recientemente han concluido las obras de balizamiento de la vía verde. La Villa fue fundada en 1260 por el rey Sancho X El Sabio y en la actualidad es uno de los principales focos industriales de la comunidad autónoma vasca. Cumplidas las indeclinables visitas a su casco antiguo medieval y la iglesia de San juan Bautista, y contempladas las fachadas barroco herrerianas de los palacios de Okendo y Artazubiaga (ambos del siglo XVII), procede seguir viaje hasta llegar al kilómetro 39,6 de esta segunda etapa, que es el kilómetro 115 en el cómputo global del recorrido de esta vía verde del ferrocarril vasco-navarro. De aquí parte un nuevo ramal que en siete kilómetros de 'bidegorri' llano rodeado por un entorno industrial nos permitirá alcanzar la villa de Oñati, digna de una visita reposada a la Universidad Sancti Spiritus (una joya del renacimiento fundada en 1540) y el santuario de Arantzazu, e incluso apuntarse a una de las visitas guiadas que nos muestran los secretos de las cuevas de Arrikrutz, en su día habitadas por leones y osos cavernarios.
Poniendo fin a nuestro periplo volvemos a la vía verde y proseguimos ruta hasta nuestro final de viaje en Bergara, capital del Alto Deva. El municipio fue fundado en 1268, viéndose favorecido su crecimiento por ser un importante nudo de comunicaciones que en la Edad Media concentraba a numerosos mercaderes comerciantes de lana y de la industria del hierro de sus antiguas ferrerías, destacando en la época de la ilustración (S. XVIII) por sus centros de enseñanza y ya en el siglo XIX por el auge de su industria textil.
Fin de nuestro trayecto, Bergara nos deja un doble buen sabor de boca. El primero, gastronómico, tras degustar sus pasteles típicos, los rellenos y tostones. Y el segundo, cultural, derivado de la visita a su casco histórico monumental, adornado por edificios notables tales que la parroquia de San Pedro de Ariznoa, la torre de Olaso y los palacios de Egino-Mallea e Irizar, por no hablar del muy interesante Laboratorium, su Museo de la Ciencia.
Para saber aún más
No son pocas las herramientas de promoción y apoyo con que cuentan quienes se interesen por el pasado y presente de esta vía verde del ferrocarril vasco-navarro (www.viaverdevasconavarro.com)
Gracias a ellas, quien se proponga conocerla podrá hacerse una idea cabal de las bellezas y posibilidades que ofrece este camino natural, merced a las novedosas opciones de conocimiento que ofrece el amplio caudal informativo que brinda una nueva web creada específicamente para ello. En la misma se encuentran diversos videos que muestran la historia del ferrocarril y las distintas posibilidades que ofrece la ruta, así como un amplio archivo fotográfico de la totalidad del recorrido. Las panorámicas cercanas de Street View, con sus imágenes en 360º de movimiento horizontal y 290º de movimiento vertical, permiten igualmente a los usuarios una visualización más exhaustiva de cualquier otro punto de interés. Todo ello puede complementarse aún más recurriendo a la información contenida en una serie de folletos en los que se pormenorizan valiosas informaciones sobre distintos aspectos relacionados con la orografía, kilometrajes, itinerarios, cultura, historia y gastronomía de esta atractiva vía verde.
Más información sobre Euskadi: www.turismo.euskadi.eus/es