El año de Hamsa en el bosque de Berango y la nueva vida en Getxo de Abdila, un expolicía que llegó del Mundial de Catar

Maialen Ferreira

Algorta (Getxo) —
24 de julio de 2024 21:49 h

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Hamsa es uno de los migrantes que llevan meses en un asentamiento en el bosque entre Berango y Getxo. En su caso, este julio ha cumplido un año en el campamento que ha llevado a nueve sitios diferentes de la zona, porque una vez que la Policía les localiza, les desaloja del lugar. Hamsa recuerda perfectamente la fecha en la que salió de su Marruecos natal en busca de una vida mejor: 14 de febrero de 2023. Tampoco olvida los tres días que pasó en una patera hasta llegar a Canarias. Después, en avión hasta Málaga, donde pasó una semana, y de ahí a Almería, donde estuvo trabajando cuatro meses cultivando sandías y tomates. El 1 de julio llegó a Bizkaia y, tras pasar cuatro noches en un albergue, acabó en la calle, donde aún sigue viviendo. “En Marruecos trabajé en la agricultura y como peluquero, pero pensaba que aquí tendría una vida mejor. Vine para mejorar mi vida y ayudar a mi familia. Todos venimos por una vida mejor y trabajaremos para conseguirlo”, reconoce el joven, de 28 años, tras explicar que sus dos hermanos y su hermana, a los que pensaba ayudar con la vida que aquí tuviera, siguen en el pequeño pueblo del que son.

El caso de Hamsa es uno de los más extremos, pero desde la San Nikolas Zabalik, que aglutina toda la labor social y solidaria que se realiza en la parroquia San Nicolás de Bari en Algorta (Getxo), esperan poder ayudarle pronto. La asociación cuenta con un albergue de 10 plazas y dos viviendas en las que pueden vivir hasta 14 personas en total, siete en una y otras siete en otra. Además, gestionan otras nueve plazas con el programa Trapezistak, un proyecto del Gobierno vasco que cuenta con el objetivo de sacar a personas jóvenes de entre 18 y 25 años de la exclusión social, dándoles herramientas y acompañamiento para que puedan desarrollar el inicio de su vida adulta con garantías y dignidad. También tienen lo que se llama “pisos de autonomía”, es decir, personas que alquilan viviendas libres y a las que apoyan a través de educadores sociales y cursos. “En total podemos acoger hasta 35 personas en los distintos recursos municipales. A veces no damos abasto y menos en los últimos meses cuando las llegadas han aumentado, pero hacemos lo que podemos. Lo cierto es que hasta el año pasado por estas fechas con lo que teníamos era suficiente, pero ahora vemos que no”, detalla Javier Garai, impulsor y miembro de San Nikolas Zabalik, mientras enseña a este periódico las instalaciones de uno de los recursos.

Junto a la parroquia de San Nikolas de Bari, en Algorta, los jóvenes se reúnen para la hora de la cena. Están los que viven en el albergue y los que siguen en situación de calle, pero desayunan y cenan todos juntos. Ahora, además, se ofrece merienda porque los voluntarios se daban cuenta de que muchos de los que acudían a los cursos y talleres que ofrecen, se quedaban sin comer nada desde el desayuno hasta la cena. Cuentan, en este caso, con una amplia cocina en la que pueden cocinar ellos mismos, un par de sofás y sillas mirando a un televisor. Cuando terminan de cenar, los que están en la calle, como Hamsa, abandonan el lugar.

Vine para mejorar mi vida y ayudar a mi familia. Todos venimos por una vida mejor y trabajaremos para conseguirlo

Hamsa ha aprovechado su visita al recurso que tiene la asociación junto a la parroquia, donde ofrecen los talleres, para consultar con ayuda de los voluntarios la solicitud para estudiar un curso de peluquería en Bilbao y para recargar un móvil antiguo con la pantalla rota con el que se comunica con su familia y amigos. Según reconoce, su mochila con aquellas cosas que no quiere perder la tiene un amigo, con el que debe reunirse para que se la devuelva. El resto de pertenencias las suele dejar en el monte, en la tienda de campaña que comparte con otro joven migrante.

“Son situaciones muy complicadas que muchas veces no se entienden. Tratamos de evitar que ocurran casos como el de Hamsa, que lleva más de un año en la calle, procuramos que estén como mucho tres meses y después pasen a los distintos recursos, pero depende de a quién se le derive la gestión de cada caso, si al municipio de Getxo o a la mancomunidad de Uribe Kosta”, sostiene Garai.

Quiero aprender un oficio. Me encanta la mecánica y la electrónica y espero estudiarlo el año que viene

El caso de Hamsa lo lleva la mancomunidad de Uribe Kosta y si bien cuenta con recursos para que personas como él no vivan en la calle, el procedimiento es más complicado que en el caso del Ayuntamiento de Getxo con la asociación San Nikolas Zabalik. En lugar de derivarlo a un albergue, a Hamsa se le entrega una ayuda de 300 euros, pero solo se la dan si encuentra una habitación que alquilar, algo que según reconoce, es imposible. “He buscado en todo Bizkaia, pero al no tener contrato de trabajo ni nóminas, no me alquilan ninguna habitación”, lamenta el joven. Otra de las ayudas de las que dispone son 125 euros para sus necesidades básicas, un padrón social y la posibilidad de acudir a comedores sociales de la zona. “Pero lo que necesito es una vivienda”, lamenta el joven.

Un expolicía de Catar en el monte de Berango

Una suerte mejor o al menos diferente es la que tuvo Abdila, de 31 años. Abdila llegó en septiembre de 2023 y, tras pasar las cuatro noches en el albergue de urgencia para personas sin hogar, estuvo cuatro meses en la calle. En enero de este año entró a uno de los albergues que gestiona la asociación San Nikolas Zabalik y desde mayo vive en uno de los pisos que tienen junto a otros chicos en su misma situación. “Si en los tres meses que están en la calle muestran un vínculo con el pueblo, acuden a todos los cursos que se realizan y mantienen el contacto, se puede facilitar el proceso”, reconoce Garai.

A diferencia de muchos de los migrantes que llegan a Euskadi sin recursos, Abdila llegó con visa de turista porque ya contaba con un trabajo: era Policía antidroga. Uno de sus últimos trabajos antes de migrar fue en la Copa Mundial de la FIFA Catar en 2022, donde según reconoce, las condiciones fueron difíciles. “No teníamos horario de trabajo, a cualquier hora debías estar disponible. No fue una mala experiencia, aunque la mayor parte del trabajo ocurría por la noche, así que pasábamos todas las noches sin dormir”, explica el joven. Justificando que contaba con esa experiencia laboral, no tuvo problema en entrar al país, donde esperaba tener mejores oportunidades. “Aquí no quiero ser Policía y menos antidrogas. Quiero aprender un oficio. Me encanta la mecánica y la electrónica y espero estudiarlo el año que viene. Estoy muy agradecido por la oportunidad que me han dado”, confiesa.

Abdila, al igual que Hamsa ha aplicado para estudiar un curso con el que después pueda trabajar. Mientras tanto, ambos acuden a las charlas y talleres que realizan desde la asociación. “Desde castellano, hasta charlas sobre el género e incluso organizar las fiestas del pueblo. No queremos darles solo un recurso para comer y dormir, creemos que el mejor modelo de inclusión es el que consigue una integración social. Para ello es fundamental la participación ciudadana, que los vecinos se sientan partícipes de la integración”, explica Garai.

Son personan en exclusión, en situación de sinhogarismo, y deben de ser atendidas de forma individualizada

En el caso de la asociación San Nikolas Zabalik, los cursos son impartidos por más de 100 voluntarios de Getxo y alrededores, y por ellos, pasan cerca de 200 personas migrantes, muchos de ellos sin hogar. Hamsa y Abdila son algunos de ellos y, en el caso de Abdila, se ha integrado de tal manera que forma parte del comité de las fiestas de Algorta. “Organizamos muchas actividades, como paellas, un concurso de chipirones y hasta herri kirolak”, sostiene el marroquí, ya todo un experto en los deportes rurales vascos.

“Estas actividades son positivas para ellos, pero también para los vecinos. Muchos que miran con recelo lo que hacemos y que no se fían de estos jóvenes, una vez que se han acercado y les han conocido, han cambiado su punto de vista. Antes no los podían ni ver y ahora pasan las tardes ayudándoles a aprender informática, castellano, euskera o vienen a excursiones con ellos. Es muy enriquecedor para todos”, reconoce Garai.

Atención “individual” para cada uno

La noticia de que decenas de migrantes vivían desde hace meses en el monte entre Getxo y Berango saltó a los medios de comunicación la semana pasada. Desde entonces, con el objetivo de buscar una solución,  el director de Migración y Asilo del Gobierno vasco, Xabier Legarreta, la alcaldesa de Berango, Itziar Aginagalde y el director del servicio vasco de integración y convivencia intercultural, Biltzen, Javier Pérez, mantuvieron el pasado viernes una reunión en la que acordaron colaborar para atender “de forma individual” a cada uno de ellos. “Son personan en exclusión, en situación de sinhogarismo, y deben de ser atendidas de forma individualizada”, aseveró Legarreta tras el encuentro.

Pese a recalcar que ante este tipo de situaciones los recursos deben provenir de los servicios sociales de la mancomunidad de Uribe Kosta, integrada por los ayuntamientos de Barrika, Berango, Gorliz, Lemoiz, Plentzia, Sopela y Urduliz, por ser su competencia, Legarreta confirmó que desde el Gobierno vasco se ofrecerá a partir del lunes el servicio Biltzen, un programa de integración y convivencia intercultural.

Este servicio prestará apoyo lingüístico en árabe y francés para facilitar la comunicación con esas personas, y entre esas personas y las autoridades. Además, informará y orientará a las personas acampadas en la localidad en relación con su situación administrativa, los trámites, documentación que necesitan, etc. Tanto en su situación actual como en las previsiones que se manejen. “En el caso de Berango, hemos conectado al Ayuntamiento con el servicio Biltzen para prestar información y orientación a las personas, con apoyo de intérpretes, así como ayudar a confeccionar un diagnóstico de situación, junto con los agentes sociales, estimar con precisión su número y realizar un triaje para valorar distintas respuestas a las personas en función de su situación”, concluyó.

elDiario.es/Euskadi

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