Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
Nuestros queridos amigos del Golfo Pérsico
Imaginen la escena. Un político visita a otro político para presentarle a un empresario de su pueblo que aspira a contratos en el pueblo del político anfitrión. A esto lo conocemos como situación resbaladiza en la que sus protagonistas corren el peligro de caer en la sección de villanos de los periódicos. Imaginen ahora que el primer político es un rey español y el segundo, un rey árabe. A esto lo conocemos como diplomacia internacional en el Golfo Pérsico.
Esta semana el rey Juan Carlos acompañado de tres ministros está de viaje oficial en Baréin y Omán. A mediados de abril el rey encabezó otra delegación de un nutrido grupo de empresarios españoles a Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Mandatarios árabes y empresarios españoles se dedicaron a conocerse . Al parecer, ellos no se conocían pero el rey los conoce a todos. Fuentes diplomáticas aseguraron que el objetivo del viaje del rey era intentar dar un “empujón final” a los proyectos a los que optan varias compañías españolas (por cierto, esas fuentes diplomáticas deberían saber que poner en una misma frase 'rey' y 'empujón final' no es muy decoroso que se diga).
Una de las reglas de la diplomacia internacional sostiene que a la hora de entablar relaciones comerciales, y en nombre del pragmatismo, es poco aconsejable entrometerse en el sistema político del apetitoso país que se ambiciona. Y en el Golfo Pérsico no es que estén sobrados de democracia: entre los países de la tournée del rey hay varias monarquías absolutistas, emiratos y sultanatos hereditarios o constituciones que permiten elegir a algunos representantes. Y muchas denuncias por vulneraciones de los derechos humanos.
Cuantas menos preguntas, mejor.
Pero España, siempre dada a los excesos, en vez de limitarse a mirar a otro lado como hacen los demás, ha llevado, en ocasiones, esta regla no escrita a su máxima expresión, a aplaudir con alborozo los regímenes árabes más detestables. A entusiasmo no nos gana nadie. A vergüenza ajena tampoco.
Sin entrar en aspectos personales (¿cómo es posible que el rey tenga tantos amigos íntimos que son capaces de encarcelar a gente por hacer públicas sus críticas?) parece conveniente preguntarse si todo vale en la voraz carrera por cazar contratos. O siendo mucho menos exigente: ¿Por qué apenas se ha hablado de la represión que ejercen los países del Golfo Pérsico a los que abrimos la puerta del coche y encendemos cigarrillos con sonrisa bobalicona? ¿Es inevitable un velo de dólares que nos tape los ojos? ¿Se puede interceder para mejorar la vida en esos países y no sólo para que nuestras empresas hagan su agosto en las rebajas del desierto?
¿Por qué no se habla de la contradicción de la Casa Real en mandar al príncipe a celebrar la Constitución de quienes expulsaron a un dictador en Túnez y poco después enviar al rey a propiciar negocios con quienes han reprimido a sangre y fuego las mismas revueltas en Baréin?
Tras Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Baréin, la excursión por la península arábiga recalará en mayo en Arabia Saudí, y más adelante en Catar. Una gira que ni los Rolling Stones, y con mucho dinero en juego: en el Golfo Pérsico se construye como cuando las playas en España dejaban de ser vírgenes. Y la mano de obra está de saldo. A las constructoras españolas se les ha puesto cuerpo de perro de Pavlov.
Pero, ¿con quién estamos haciendo negocios?
Las mujeres en Arabia Saudí
Las mujeres en Arabia SaudíComo el rey de la canción de Celtas Cortos –que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapo con pez– Abdalá, el rey de Arabia Saudí, ha escrito su propio relato medieval y tiene encerradas en palacio a cuatro de sus hijas desde 2001. La madre de las princesas recluidas –Sahar, Hala, Maha y Jawaher– cree que es un castigo del rey, despechado porque ella no regresó al hogar cuando el monarca se lo pidió. Sahar, con la que ha hablado la periodista Ángeles Espinosa, cuenta que el infierno se desencadenó cuando su hermana Hala descubrió que ingresaban a presos políticos en el área de psiquiatría del Hospital Militar, “donde les administraban alucinógenos”.
Las princesas no pueden abandonar el palacio más que para comprar algunos alimentos cada dos meses. Viven en unas instalaciones destartaladas del palacio de Al Murjan, en Yeddah. Cocinan su propia comida y limpian la casa. Maha y Hala podrían sufrir graves problemas de salud. Es lo más parecido a una prisión de alta seguridad para los miembros de una familia real criada en el lujo y los petrodólares.
Según los ancestrales códigos que rigen las monarquías de todo el mundo, lo que ocurre dentro de palacio, se queda dentro de palacio, salvo que la prensa ponga sobre aviso, pero ni siquiera en este caso ha servido para algo. La madre y las hijas denunciaron el encierro en la prensa británica el pasado mes de marzo y su situación no ha variado.
Nuestros queridos amigos de Arabia Saudí han permitido que las mujeres voten pero, todavía hoy, no pueden estudiar o trabajar sin el permiso de sus maridos, padres o hermanos. No pueden operarse de urgencia sin la aprobación de un hombre. Ni conducir. “Si una mujer comete un crimen y al terminar su sentencia su guardián legal no se presenta a recogerla, ésta es inmediatamente conducida a un centro de detención semejante a la misma cárcel”, denuncia Aziza Yousef, activista de derechos humanos.
Arabia Saudí es uno de los principales exportadores de petróleo del mundo y un estado policial alimentado por los arrumacos de la sociedad internacional. España es uno de sus principales agentes de peloteo. El precio: las obras de infraestructuras en las que las empresas españolas luchan por conseguir contratos. En eso consisten básicamente las visitas a Arabia Saudí y al Golfo Pérsico en general. En cerrar los ojos, nosotros, y en esperar a que echen la mano a la cartera, ellos.
El rey –el nuestro– siempre ha hecho buenas migas con la monarquía saudí, en especial con Salman Bin Abdulaziz Al-Saud, heredero del actual rey Abdalá, al que ya le han buscado un viceheredero. El tal Salman tiene 78 años y no ha podido heredar el trono (los nervios del príncipe Felipe son comprensibles), y cuentan que cuando fondeaba su yate frente a Puerto Banús recibía la visita de Juan Carlos.
En Marbella el heredero de Arabia Saudí desayuna zumo con churros. Es un detalle que no tiene ninguna relevancia, pero es más fácil que te enteres de esto leyendo la prensa española que de todo lo que hemos comentado hasta ahora.
Baréin o la Primavera Árabe que no importa
Baréin o la Primavera Árabe que no importaEn marzo de 2011, una delegación del Senado español viajó a Arabia Saudí con el objetivo, entre otros, de defender la propuesta española para construir el AVE entre Medina Y La Meca (al final, las empresas españolas consiguieron el contrato y ya está en obras).
Los políticos españoles llegaron al país apenas una semana después de que Arabia Saudí enviara 1.200 militares a Baréin para sofocar las protestas sociales que reclamaban pan y libertad (Emiratos Árabes Unidos mandó 500 policías). Pese a la sangrienta represión que se vivía en Baréin con la ayuda de agentes saudís, la delegación española –formada por senadores de PSOE, PP y CIU– evitó aplazar la cita. El entonces presidente del Senado, Javier Rojo, declaró desde el Golfo que “España y Arabia Saudí comparten posiciones en los aspectos fundamentales de emplear el diálogo para solventar conflictos y es fundamental la defensa de los ciudadanos frente a la violencia”.
Cuando los políticos españoles subrayaban las maravillas dialogantes de Arabia Saudí frente a la violencia, era público que militares de Arabia Saudí estaban ayudando a Baréin a aplastar con violencia su Primavera Árabe. Las organizaciones de derechos humanos denunciaron arrestos ilegales, desapariciones, muertes y torturas.
En febrero de 2011, Ayat al-Qarmezi fue detenido por leer un poema en la plaza de la Perla de Manama (“Somos el pueblo que acabará con la humillación y aniquilará la miseria. ¿No oye su llanto? ¿No oye sus gritos?”). Según el relato recogido por Olga Rodríguez en su libro ‘Yo muero hoy’, Ayat recibió palizas, descargas eléctricas y amenazas de violación. Fadhila Mubarak fue sacada a golpes de su coche por escuchar música que “llamaba a la caída del régimen”. Más palizas. Fatima Hajji, reumatóloga de treinta y tres años, fue detenida por atender a manifestantes heridos. También fue torturada. Hay decenas y decenas de testimonios parecidos. Cárcel, muerte y represión.
Las protestas continúan en Baréin. Los premios de Fórmula 1 se siguen celebrando.
Y, de propina, el Gobierno de Rajoy aprobó el viernes la firma de un acuerdo sobre defensa con Baréin porque “el establecimiento de un marco de relación más amplio entre ambos países facilitará los intercambios comerciales de carácter bilateral”.
Catar y la esclavitud moderna
Catar y la esclavitud moderna¿Cómo es la esclavitud en el siglo XXI? Probablemente como lo es en Catar para los trabajadores extranjeros que están levantando el país y las infraestructuras para la Copa del Mundo de fútbol de 2022: al 90 por ciento de ellos (más de un millón de personas) les retienen sus pasaportes y más de la mitad no disponen de tarjeta sanitaria. En muchos casos, trabajan siete días a la semana en jornadas de 10 horas o más. Algunos mendigan cuando, con la obra ya terminada, los empresarios los dejan tirados sin el sueldo prometido. Los que protestan corren el riesgo de ser maltratados.
Los trabajadores extranjeros no pueden abandonar el país sin permiso de sus empleadores. “Para mí, éste es el peor momento de mi vida. Mi padre falleció mientras yo pasaba apuros aquí; no pude salir para ir a verle por última vez, aunque lloré y se lo supliqué de rodillas (al Ministerio del Interior)”, relata un trabajador indio de 31 años.
Según datos oficiales ya han muerto 500 trabajadores indios desde 2012 y otros 400 nepalíes desde que Catar consiguió la sede del Mundial. Cerca de 4.000 trabajadores podrían morir de aquí a que se lance el primer córner de la competición, avisa la Confederación Sindical Internacional.
La FIFA se preocupa lo justo para no preocuparse demasiado y tira del argumento de cualquier concejal de Urbanismo que tiene a trabajadores explotados en sus subcontratas: “Tenemos alguna responsabilidad pero no podemos interferir en los derechos de los trabajadores”.
Amnistía Internacional ha investigado las deplorables condiciones en las que viven los trabajadores de PCSI, una subcontrata de la constructora española OHL (la del 'imputado' Villar Mir) en las obras del Centro Médico e Investigación Sidra. La empresa española mostró su preocupación y contestó a Amnistía Internacional que no pudieron acceder a los campos de trabajo de PCSI porque su relación con la subcontrata había vencido. Sobre sus propios campos, OHR afirma que cumplen con las leyes y que las condiciones de vida de sus trabajadores son “adecuadas”.
Detalle: los campos de trabajo donde viven los trabajadores los levantan las propias empresas y, por lo visto, ellas deciden quién puede entrar y quién no.
La venta de armas es otro gran negocio
La venta de armas es otro gran negocioSi en algo puede estar España en la Champions de la economía (Zapatero dixit) es en la venta de armas. Según los últimos datos de los que se disponen, las exportaciones de armamento español crecieron un ¡194%! en los primeros seis meses del pasado año.
En estas cifras aparece otro de nuestros queridos amigos del Golfo: Emiratos Árabes Unidos, el segundo mejor cliente de la industria militar española con 426 millones de euros (le hemos vendido seis aviones de reabastecimiento en vuelo). El tercero en la lista es Arabia Saudí que se llevó en la cesta de la compra dos aviones y munición de artillería, entre otros productos. También aparecen Baréin y Omán, los dos países que visita el rey esta semana.
Por armas no será. Y si hace falta, Corinna echa una mano.
Varias ONGs, entre ellas Amnistía Internacional e Intermón Oxfam, denunciaron en su día que España siguió vendiendo a armas a Baréin y Arabia Saudí en plena represión de las revueltas de 2011. Moraleja: que la vulneración de derechos humanos no te chafe una buena operación comercial de venta de armas. Ni una gira, como la de estos días, por el Golfo Pérsico.
Imaginen la escena. Un político visita a otro político para presentarle a un empresario de su pueblo que aspira a contratos en el pueblo del político anfitrión. A esto lo conocemos como situación resbaladiza en la que sus protagonistas corren el peligro de caer en la sección de villanos de los periódicos. Imaginen ahora que el primer político es un rey español y el segundo, un rey árabe. A esto lo conocemos como diplomacia internacional en el Golfo Pérsico.
Esta semana el rey Juan Carlos acompañado de tres ministros está de viaje oficial en Baréin y Omán. A mediados de abril el rey encabezó otra delegación de un nutrido grupo de empresarios españoles a Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. Mandatarios árabes y empresarios españoles se dedicaron a conocerse . Al parecer, ellos no se conocían pero el rey los conoce a todos. Fuentes diplomáticas aseguraron que el objetivo del viaje del rey era intentar dar un “empujón final” a los proyectos a los que optan varias compañías españolas (por cierto, esas fuentes diplomáticas deberían saber que poner en una misma frase 'rey' y 'empujón final' no es muy decoroso que se diga).