En contraste con las conmemoraciones públicas del Día “D” de Normandía, la isla Mariana de Saipán atrae poca o nula atención institucional o mediática, a pesar de su importancia estratégica en el teatro de operaciones del Océano Pacifico y dado el significado que tuvo en el devenir de la propia guerra. El día 5 de junio de 1944, previo al Día “D” europeo, 71.000 marines y soldados estadounidenses, —casi la mitad de la fuerza americana en Normandía—, salieron de Pearl Harbor, Hawái, rumbo a las Marianas. A pesar del intenso bombardeo aéreo seguido por el de 15 acorazados durante dos días previo a la propia invasión, la resistencia en tierra fue feroz. Más de 3.400 soldados americanos y cerca de 29.000 soldados japoneses murieron. Entre estos últimos se estima que unos 3.000 se lanzaron en diversas cargas suicidas o banzai durante quince horas contra las tropas americanas el 7 de julio. A estas cifras hay que sumarle los 22.000 isleños civiles, Chamorros, que fallecieron a causa de la invasión, víctimas en gran medida de una campaña de suicidios forzosos incitada por los militares nipones que no tenía parangón hasta ese momento en la campaña del Pacífico, que ya conocía horrores de todo tipo a cargo de las fanáticas tropas japonesas. Con casi 10.000 heridos, EEUU había sufrido las mayores pérdidas hasta el momento en el frente del Pacifico. El Día “D” europeo provocó unas 4.400 bajas entre las tropas aliadas, de las cuales unos 2.500 eran estadounidenses. La conquista de Saipán por parte de las fuerzas americanas, entre el 15 de junio y el 9 de julio de 1944, se convirtió en una victoria no solamente militar sino también moral a pesar del alto coste humano.
Entre los líderes militares japoneses que fallecieron en la batalla u optaron por suicidarse se encuentra el general de la armada japonesa y una de las máxima autoridades en Saipán ChÅ«ichi Nagumo quién se suicidó el 6 de julio. Nagumo había supervisado el ataque a Pearl Harbor. Su cuerpo fue encontrado por los marines en una cueva. El emblemático y todopoderoso Primer Ministro, Ministro de Guerra y Jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial Japonés Hideki TÅjÅ fue forzado a dimitir el 18 de julio. TÅjÅ había ordenado el ataque a Pearl Harbor. La victoria final contra las tropas imperiales japonesas parecía posible. Las principales islas de Japón se encontraban a unos 2.100 kilómetros de distancia y las nuevas bases aéreas de Saipán, junto a las de Guam y Tinian (conquistadas a mediados de agosto) permitían a las super fortalezas Boeing “B-29”, con un radio de acción de 5.230 km., atacar las principales ciudades de Japón, incluyendo su capital, como parte de una campaña brutal de bombardeos incendiarios de napalm similares a la de Dresde (Alemania) de febrero de 1945. El ataque aéreo más destructivo de la historia de la humanidad se produciría sobre Tokio el 9 de marzo. Fueron arrasados 40.000 km2 y perecieron más de 90.000 civiles.
En su camino hacia Japón, Iwo Jima se convirtió en otro objetivo estratégico para Estados Unidos. Era necesario conquistar la isla volcánica como punto de abastecimiento y de reparación de los “B-29” en su largo viaje de ida y vuelta entre las principales islas de Japón y las Marianas, y lo que es aun más importante: asegurar la protección de los cazas de escolta. La cruenta batalla por Iwo Jima tuvo lugar entre el 19 de febrero y 26 de marzo de 1945. Se convirtió en la más agresiva, en su conjunto, de toda la historia del Cuerpo de Marines. Más de 6.800 americanos y aproximadamente 20.000 soldados japoneses perecieron en la lucha. Otros 20.000 soldados americanos cayeron heridos, siendo diezmadas la práctica totalidad de las unidades de vanguardia. En ruta hacia la invasión de Japón solo quedaba un obstáculo. Okinawa, —la isla más grande de las Ryukyus y más al sur de las principales de Japón—, era el último bastión de resistencia japonés antes de la eventual invasión del país, y que se encontraba tan solo a 2.100 km. de distancia de Tokio. La invasión de Okinawa se inició el 1 de abril y tras casi tres meses de lucha encarnizada y decenas de miles de soldados y civiles muertos los Aliados obtuvieron una victoria decisiva. Se estima que entre 30.000 y 100.000 civiles de los 300.000 habitantes de Okinawa fallecieron como resultado directo de la invasión, produciéndose de nuevo, pero en una escala mucho mayor, las escenas atroces vividas en Saipán.
Sí en Normandía estimamos que aproximadamente una cincuentena de hombres de origen vasco y navarro participó en el Día “D” bajo el mando de británicos y estadounidenses, a fecha de hoy hemos identificado otros 157 soldados, alistados en los Marines, Fuerza Aérea, Ejército de Tierra y Armada estadounidense, que participaron en el Frente del Pacífico. Teniendo en cuenta que la investigación del “Fighting Basques Project” sigue en marcha, el número final podría ser mucho más elevado. De éstos, al menos unos 60 estuvieron involucrados en las campañas de las Marianas, Iwo Jima y Okinawa.
Entre la flota que apoyó la invasión de Saipán con tripulantes de origen vasco o navarro destacan el crucero pesado USS Indianapolis, dónde sirvieron el radiotelegrafista de primera Ernest Richard Bordagaray y el administrativo de segunda Alfred Arnaud Lapuyade, participando a su vez en la invasión de Tinian; los destructores USS Bell, con el teniente Raphael Antone Goñi a bordo, y que también participó en Guam y Okinawa, y el USS Izard con el teniente Ricardo “Richard” Ydoyaga (Guam, Tinian, Iwo Jima); y los acorazados USS New Jersey (músico de segunda John Louis Facque), que a su vez luchó en Guam, Tinian y Okinawa, el USS Idaho (el artillero de primera Ralph Hirigoyen) (Guam, Iwo Jima y Okinawa), y el USS Tennessee (el artillero de segunda Joseph Thomas Goyeneche), que también estuvo presente en toda la campaña de la Marianas y en las invasiones de Iwo Jima y Okinawa.
De la veintena de Marines que lucharon en el Frente del Pacífico y más concretamente en Saipán destaca el soldado de origen navarro Lawrence “Larry” Michael Erburu, de la 4ª División de Marines quién fue herido de muerte en el transcurso de la batalla. Erburu está enterrado en el Cementerio Nacional Conmemorativo del Pacífico en Honolulu, Hawái. Como hemos comentado anteriormente, tras la ocupación de Guam, los “B-29” ya podían realizar sus misiones sobre los cielos de Japón con un mayor grado de operatividad. Entre ellos, se encontraba el primer teniente Julius Andrew Beterbide, quién estaba en el 30º Escuadrón del Grupo 19º. Con cinco medallas aéreas, el artillero Beterbide, nacido en Lovelock, Nevada en 1917 de padre navarro y madre labortana, sirvió a su vez en el Norte de África e Italia. También voló en los “B-29” el teniente José Luis Beitia (Shoshone, Idaho, 1923), de padres vizcaínos, que ya sabía lo que era amerizar sin escolta de regreso de una misión a su base de Saipán, adonde no pudo llegar, aunque pudo sobrevivir. Menos suerte tuvo el artillero de Nevada Johnny Montero (hijo de navarro y bajonavarra), que se estrelló con su B-29 en el Himalaya (conocido por los aviadores norteamericanos como “The Hump” o “Joroba”) cuando volaba desde su base en China.
En los preparativos a las invasiones de Iwo Jima y Okinawa, identificamos al encargado administrativo John Elordi a bordo del acorazado USS Wisconsin, al cocinero de segunda clase Emile J. Iratçabal en el destructor USS Taussig y al especialista de armamento de aviación de segunda clase Donald Dale Jauregui en el portaaviones USS Hancock. En Okinawa se les unió el acorazado USS Mississippi, dónde se encontraba el marinero de primera clase Edward Valentine Barrenechea, y los portaaviones de escolta USS Shipple Bay y USS Makassar Strait, dónde navegaban, respectivamente, el teniente de aviación Raymond Jay Garteiz y el marinero Peter Paul Parisena. También voló desde un portaaviones (el USS Yorktown) en la zona de Okinawa y frente a las costas japonesas Genty “Santi” Louis Harriet, piloto del caza embarcado F-6 “Hellcat”.
En el combate por Iwo Jima, el soldado de la 5ª División del Cuerpo de Marines Albert Philip “Al” Pagoaga resultó gravemente herido, perdiendo una pierna. Pagoaga, de padres guipuzcoanos, nació en 1925 en Boise, Idaho. Solo 32 de los 200 hombres de la compañía de Pagoaga, la Easy Company del 27º Regimiento de Marines, salieron con vida de la isla. Llevando marines hacia las playas de Iwo Jima y Okinawa estuvo Ramón Isidoro Oyarbide (de padres vizcaínos), un universitario de Battle Mountain (Nevada) que sirvió en el lanchón de desembarco de infantería USS LCI (L) 632. En Okinawa fallecieron en combate el soldado del 17º Regimiento de Infantería Dominique Laxague (de padres bajo navarros) y el marine de la 1ª División Lawrence Amoriza (de padres vizcaínos), mientras que el cabo Felix François “Red” Ordoquihandy (de origen suletino—valle de Baretous), también de la 1ª División de Marines, murió en un accidente fortuito tras sobrevivir a dos de las más cruentas guerras del Pacífico, Peleliu y Okinawa. Rudolph Iglesias, de padres vizcaínos, obtuvo la preciada Estrella de Plata en Okinawa como jefe de pelotón de la 1ª de Marines en Okinawa.
En Filipinas, donde había una gran colonia vasca, ganó otra Estrella de Plata un ovejero procedente de Bedarona (Bizkaia) llamado Julián Aramburu Goicoechea, de la 33ª División de Infantería, mientras que Higinio Uriarte Zamacona, miembro de una de las familias vascas de la isla de Negros, se convirtió en un destacado líder de la resistencia local. La batalla de Manila (3 de febrero—3 de marzo de 1945), supuso la total devastación intramuros de la esplendorosa ciudad colonial, siendo masacrada la comunidad española. Las misas celebradas en las comunidades vascas del Oeste de los EEUU en memoria de sus parientes asesinados en Manila por los ocupantes japoneses son la única pista de muchas historias aun por investigar, como la del carro de combate “Fighting Basques” que vio allí el propio Higinio Uriarte.
La guerra concluía en Europa el 8 de mayo de 1945 con la rendición de Alemania. Tras un mes de ocupación de la isla de Okinawa, los Aliados solicitaron a Japón su rendición incondicional el 26 de julio. El 6 y 9 de agosto Estados Unidos detonó dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, respectivamente. Japón se rindió a los Aliados el 15 de agosto de 1945. Los bombarderos “B-29” desde dónde se lanzaron las bombas atómicas habían despegado de la isla de Tinian. El 2 de septiembre se firmaron los términos de la rendición a bordo del USS Missouri en la Bahía de Tokio, finalizando “oficialmente” la Segunda Guerra Mundial. Barrenechea (de padre guipuzcoano y madre navarra) e Hirigoyen (de origen bajo navarro), a bordo del USS Mississippi e Idaho, respectivamente, fueron testigos históricos de la capitulación. Hirigoyen continuó su carrera militar y participó en la Guerra de Corea.
Con solo nueve días de diferencia, tanto el Desembarco de Normandía como la Batalla de Saipán supusieron un antes y un después en la Segunda Guerra Mundial. Setenta y cinco años después Saipán y el Frente del Pacífico se han visto relegados a un muy segundo plano sin ningún protagonismo político ni repercusión mediática que pueda rivalizar con su homóloga francesa. Saipán ha pasado a la historia como la batalla decisiva de la ofensiva del Pacifico, pero el paso del tiempo no ha sido para nada amable ni para con esta batalla ni para los hombres que la protagonizaron. Se ha visto injustamente eclipsada por los eventos conmemorativos del aniversario de Normandía atendiendo a políticas públicas de memoria que sirven más a los intereses del presente que al recuerdo del pasado. Sin líderes mundiales, sin los medios globales de comunicación Saipán sigue irremediablemente desvaneciéndose en el olvido, quizás en un esfuerzo por parte de las potencias occidentales, y más concretamente de EEUU, por alejarse de un frente militar que los lleva obligatoriamente a confrontar las consecuencias del uso de las armas nucleares por primera vez en la historia de la humanidad.
En contraste con las conmemoraciones públicas del Día “D” de Normandía, la isla Mariana de Saipán atrae poca o nula atención institucional o mediática, a pesar de su importancia estratégica en el teatro de operaciones del Océano Pacifico y dado el significado que tuvo en el devenir de la propia guerra. El día 5 de junio de 1944, previo al Día “D” europeo, 71.000 marines y soldados estadounidenses, —casi la mitad de la fuerza americana en Normandía—, salieron de Pearl Harbor, Hawái, rumbo a las Marianas. A pesar del intenso bombardeo aéreo seguido por el de 15 acorazados durante dos días previo a la propia invasión, la resistencia en tierra fue feroz. Más de 3.400 soldados americanos y cerca de 29.000 soldados japoneses murieron. Entre estos últimos se estima que unos 3.000 se lanzaron en diversas cargas suicidas o banzai durante quince horas contra las tropas americanas el 7 de julio. A estas cifras hay que sumarle los 22.000 isleños civiles, Chamorros, que fallecieron a causa de la invasión, víctimas en gran medida de una campaña de suicidios forzosos incitada por los militares nipones que no tenía parangón hasta ese momento en la campaña del Pacífico, que ya conocía horrores de todo tipo a cargo de las fanáticas tropas japonesas. Con casi 10.000 heridos, EEUU había sufrido las mayores pérdidas hasta el momento en el frente del Pacifico. El Día “D” europeo provocó unas 4.400 bajas entre las tropas aliadas, de las cuales unos 2.500 eran estadounidenses. La conquista de Saipán por parte de las fuerzas americanas, entre el 15 de junio y el 9 de julio de 1944, se convirtió en una victoria no solamente militar sino también moral a pesar del alto coste humano.
Entre los líderes militares japoneses que fallecieron en la batalla u optaron por suicidarse se encuentra el general de la armada japonesa y una de las máxima autoridades en Saipán ChÅ«ichi Nagumo quién se suicidó el 6 de julio. Nagumo había supervisado el ataque a Pearl Harbor. Su cuerpo fue encontrado por los marines en una cueva. El emblemático y todopoderoso Primer Ministro, Ministro de Guerra y Jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial Japonés Hideki TÅjÅ fue forzado a dimitir el 18 de julio. TÅjÅ había ordenado el ataque a Pearl Harbor. La victoria final contra las tropas imperiales japonesas parecía posible. Las principales islas de Japón se encontraban a unos 2.100 kilómetros de distancia y las nuevas bases aéreas de Saipán, junto a las de Guam y Tinian (conquistadas a mediados de agosto) permitían a las super fortalezas Boeing “B-29”, con un radio de acción de 5.230 km., atacar las principales ciudades de Japón, incluyendo su capital, como parte de una campaña brutal de bombardeos incendiarios de napalm similares a la de Dresde (Alemania) de febrero de 1945. El ataque aéreo más destructivo de la historia de la humanidad se produciría sobre Tokio el 9 de marzo. Fueron arrasados 40.000 km2 y perecieron más de 90.000 civiles.