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Librerías que se independizan: la doble adaptación a la pandemia y a los tiempos digitales

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Quién le iba a decir a Javier Nevado que cuando empezara a vender sus libros de arquitectura en la recién estrenada librería Anti, explotaría la burbuja inmobiliaria. La librería fue, eso sí, reacia a Lehman Brothers y diecisiete años más tarde sigue en pie en el mismo lugar, al pie de la calle Dos de Mayo, en las faldas del histórico barrio bilbaíno de San Francisco. 

Ahora, los libros de arquitectura conviven con los libros de pensamiento, de diseño y de narrativa, como se puede ver escrito en la cristalera del escaparate. La narrativa es un género que poco a poco ha ido ganándole espacio a las estanterías del local y que, como explica Javier, “actualmente representa más del veinticinco por ciento de nuestras ventas, aunque el ensayo no anda muy desencaminado”. 

A menos de doscientos metros a pie, en el mismo barrio, un escaparate lleno de libros hace esquina entre las calles Lemana y Hernani. Hace tres meses, los hermanos Albarrán abrieron otra librería independiente, la Ilusa, haciendo un juego de palabras que los datos no muestran tan inocente.

Las últimas estadísticas arrojadas por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) en el Mapa de Librerías de 2021 hablan de 3.208 librerías independientes en España, de las que 144, se encuentran en el País Vasco, convirtiéndola en una de las comunidades con más librerías por habitante. Tanto Nevado como los hermanos Albarrán comparten una sonrisa y un optimismo similar con el futuro del libro, pero, sobre todo, comparten como pilar, la independencia en la librería. 

Independencia, ¿en qué?

El concepto de librería independiente es difuso y personal de cada librero. Mientras para libreros como Fernando Tarancón quieren decir único, “no hay más, solo está Joker, está en Bilbao”, para otras librerías como Louise Michel el concepto se extiende hacia el pensamiento y lo político. “Nos interesa también el concepto de librerías políticas, que usen el libro como herramienta de transformación social”, dice Eneko Álvarez.

La independencia significa separarse de las grandes cadenas y manejar volúmenes de libros mucho más pequeños, aunque a cambio la recompensa puede ser muy satisfactoria. Para Sergio Albarrán lo es, porque “significa que seas tú el que puede elegir el catálogo y que no te sientas obligado a elegir” y la posibilidad de armar como librero un catálogo propio. Y tener la posibilidad de recomendar libros. Tal como explica la librera Patricia Millán, de la librería Cámara, “una de las labores más fundamentales es la posibilidad de enseñar libros que se salen del circuito comercial, aunque no renuncies a los libros comerciales porque te dan de comer”. 

Ante la falta de definiciones concretas, ser independiente como librería también es una actitud a la hora de vivir la librería. Javier Nevado explica que también se traduce en la economía de la librería, ya que la independencia es también “la libertad que te da saber que no tienes ese estar atado a un crédito bancario porque has terminado de pagarlo”. 

Un escaparate para editoriales independientes

Patricia mueve un carro de libros de la entrada de la librería. El carro, formado por pequeñas baldas, tiene una fila de libros que reúnen la obra del escritor irlandés James Joyce. De todos los tamaños, ediciones ilustradas, de tapa dura o de bolsillo recuerdan el centenario de la publicación de su 'Ulises'. De cerca, cada edición es diferente, pero destacan algunas, como la edición ilustrada de la editorial independiente Galaxia Gutenberg. Dando una vuelta por la librería es común encontrarlas y una de las secciones tiene un gran cartel, “editoriales independientes” en el que se reúnen multitud de títulos publicados por casas como Impedimenta, Sajalín, Barrett o Dirty Works.

“Dentro de las editoriales independientes las hay que no son tan pequeñas. Ellas se fían mucho de la prescripción del librero”, dice Patricia. Las editoriales independientes han ido poco a poco aumentando su presencia en las librerías, sin necesitar competir con las grandes casas editoriales. Los cauces de distribución son diferentes y la forma de transmitir el conocimiento, coincide en muchas ocasiones con los valores de los libreros independientes. Eneko Álvarez lo sabe de buena mano, y cree que “a las editoriales pequeñas les merece la pena estar las librerías donde se las vea, no merece la pena estar por estar y se mueven bastante mejor”. En este aspecto tienen mucha importancia las empresas de distribución de libros, uno de los eslabones más importantes de la cadena de edición, porque son los que en muchos casos permiten que los libreros empiecen a relacionarse con una nueva editorial. 

En España, junto a las grandes distribuidoras como Elkar o Penguin Random House, existen tres importantes distribuidoras en el panorama independiente, Traficantes de Sueños, Virus y Cambalache. Estas tres distribuidoras se reparten la mayoría de las novedades independientes del país y permiten unas buenas condiciones a las librerías independientes, como la venta a depósito o el pago a plazos, que hacen posible a muchas de ellas que puedan sobrevivir, al menos, hasta poder hacer frente a todos los gastos que requiere la librería.

Lectores más allá de la pandemia

El sector del libro fue uno de los más beneficiados por la pandemia. Al aumento de ventas se le ha sumado una mayor conciencia de los lectores por las librerías independientes, algo que ha ayudado también a fidelizar clientes. En el caso de Joker, Fernando Tarancón ve claro que “aunque no permanezca todo ese público, sí que en un futuro cercano se van a hacer nuevos clientes que van a quedar como clientes habituales”. 

Al temor que suscitó Amazon durante el confinamiento le siguió el desconfinamiento, que remó en favor de las librerías con superficies más pequeñas. En algunos casos, estos locales pudieron abrir semanas antes que las grandes cadenas de libros. “Esto permitió que gente que no nos conocía tomara contacto con nosotros y que, en algunos casos, la relación se haya mantenido hasta ahora”, comenta Patricia. También tuvo que ver a su parecer el comercio de barrio, del que poco a poco se va tomando más conciencia. 

Es algo que también ven en la Ilusa, aunque siguen existiendo compradores que saben lo que quieren. “Cada vez hay más gente que no viene con la idea muy clara de qué es lo que quiere encontrar, sino que vienen más a descubrir que es lo que podemos ofrecerle”, comenta Sergio Albarrán. Los géneros que más se han vendido también han cambiado y acorde a las circunstancias, la narrativa ha salido ganando. En Louise Michel se ha vendido menos ensayo, según Eneko, “porque la gente no tenía la cabeza como para eso”. 

Gajes del oficio

Ante la imagen idílica del librero concentrado en su lectura, la realidad está más cercana al dolor lumbar y las contracturas en la espalda. La gente piensa que estamos ahí leyendo, cuando en realidad estamos todo el día haciendo números, moviendo cajas; no conozco a un solo librero que no acabe en el fisio por alguna razón”, comenta Patricia, con humor.

El trabajo de librero es ajetreado y la demanda demasiado grande. Cuando se realizó la entrevista para este reportaje, la librería Anti llevaba abierta menos de media hora y la entrevista paró tres veces, mientras el teléfono de la librería sonaba sin parar y clientes preguntaban por libros descatalogados o paseaban echando un ojo a las novedades, además de un repartidor que traía nuevos pedidos de libros. Muchos libreros se ven obligados a seguir trabajando fuera de su horario de la librería, para poder conocer mejor su fondo. “Es la gran frustración”, dice Albarrán. “Tienes siempre mil cosas que hacer y mil libros que ir mirando, cada semana hay cien libros nuevos”.

La gente piensa que estamos ahí leyendo, cuando en realidad estamos todo el día haciendo números, moviendo cajas; no conozco a un solo librero que no acabe en el fisio por alguna razón

En Louise Michel empezaron confiados, pensando que sabían mucho sobre los libros que vendían. El tiempo les ha hecho darse cuenta de que no tienen suficiente capacidad para llegar a todo lo que se edita. Para ellos ese esfuerzo de lectura es necesario, porque los libros son su herramienta de trabajo y es importante tener ese poso de leer para saber qué es lo que estás vendiendo. En eso se diferencian también de ser vendedores de libros. Son, como dicen en la librería Cámara, prescriptores de libros: “Si me ha gustado mucho un libro, voy a ir a muerte a por él, lo voy a tener en un espacio preferente y a cada cliente habitual se lo voy a recomendar. No sé si ese trabajo se hace en cualquier superficie” concluye Patricia.

Quién le iba a decir a Javier Nevado que cuando empezara a vender sus libros de arquitectura en la recién estrenada librería Anti, explotaría la burbuja inmobiliaria. La librería fue, eso sí, reacia a Lehman Brothers y diecisiete años más tarde sigue en pie en el mismo lugar, al pie de la calle Dos de Mayo, en las faldas del histórico barrio bilbaíno de San Francisco. 

Ahora, los libros de arquitectura conviven con los libros de pensamiento, de diseño y de narrativa, como se puede ver escrito en la cristalera del escaparate. La narrativa es un género que poco a poco ha ido ganándole espacio a las estanterías del local y que, como explica Javier, “actualmente representa más del veinticinco por ciento de nuestras ventas, aunque el ensayo no anda muy desencaminado”.