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Las empresas del sector del libro, cada vez más alejadas de la lectura

Txetxu Barandiaran

Mientras los años de vacas gordas duraron, todos, editores, distribuidores y libreros, viajaron contentos bajo el mantra de más lectura más compra de libros, o viceversa, que les servía como argumento autojustificativo ante las distintas instituciones y administraciones culturales de este paisito para conseguir ayudas públicas y demás.

Llegó la crisis, como la plaga bíblica, después de los años de bonanza, y todo empezó a desmoronarse. Camino lleva este proceso de generar situación de derribo en el sector como siga por la senda lastimera y poco solidaria.

Octubre suele ser mes de datos en el sector del libro ya que es cuando se hacen públicas las cifras de comercio interior; las que hemos conocido en estos días sitúan al sector del libro en el 2012 a niveles del 2001 ó 2002 en lo que a facturación se refiere.

Y así, mientras ellos venden menos, los lectores, en ese mismo período de tiempo, parecen aumentar. Si en el 2001 se hablaba de un 54% de población lectora de libros, en el 2012 la cifra sube hasta un 63%.

Parece, por lo tanto, que hábito y consumo no tienen por qué ir siempre de la mano y que los lectores que aumentan pueden seguir disfrutando del libro aunque la industria venda menos.

Ante este proceso el sector en su conjunto ha tenido una clara tendencia al autismo con diversas manifestaciones de negación y rechazo de la realidad.

La primera, y quizás más torpe, ha sido dar la espalda al resto de sectores culturales ante la subida del IVA. El sector del libro ha vivido feliz en su 'nirvana' del 4% sin realizar ninguna muestra de solidaridad más allá de la callada por respuesta ante la subida que han sufrido otros sectores en sus carnes. Eso sí, han seguido desgañitándose por la aplicación del 21% en lo relativo a la comercialización, que no venta, del libro electrónico sin dejar nunca claro ante los lectores que en ese mundo digital ellos nunca venden un contenido sino que graciosamente, al parecer, se lo 'alquilan' al lector. Es también curiosa en esta línea la propia denominación en el Ministerio de la 'Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro' como si el sector del libro se situara ya con claridad fuera de la cultura. Y no falta razón en ello cuando, según las cifras de 2012, la literatura, el libro infantil y el ensayo humanista no suponen ni el 40% de la cifra de negocio.

La segunda torpeza ha sido ante sus propios clientes o lectores que cada vez se mueven con más comodidad en los nuevos entornos digitales. En general, casi todo el sector ha tendido a 'poner puertas al campo' penalizando al lector habitual con sistemas DRM o similares de falsa protección, porque son fáciles de saltar, y que lo que tienden es a provocar es una lastimera experiencia para el lector habitual. Pablo Defendini escribía hace poco que “la mejor manera de combatir la piratería es ofrecer una mejor experiencia de usuario”.

La tercera, que lleva ya tiempo instalada, es el propio autismo interno en la estructura organizacional del sector. En el mundo de la cultura, sobre todo en el libro, la música y el audiovisual, la entrada de lo digital ha hecho que toda la cadena de valor se trastoque, se diluya en gran parte y se convierta en más líquida, provocando además en el sector del libro un cierto mestizaje de funciones y papeles que casi recuerdan a los primeros tiempos posteriores a la imprenta donde en muchas ocasiones librero, impresor y editor eran la misma persona. Ahora, tanto por el fenómeno digital como por las políticas de concentración empresarial, este fenómeno se agudiza. Pensemos, por ejemplo, en Elkar que controla toda la cadena de valor aquí en Euskadi o en el Grupo Planeta en el Estado por poner sólo dos ejemplos. Frente a ello, la estructura sectorial sigue manteniendo estancos a libreros, editores y distribuidores con el añadido de que su estructura asociativa en un mundo global sigue falsamente pegada al terruño más por motivos de subvención que por razones empresariales. ¡Todo un despropósito!

Hay más que abordaremos en próximas ocasiones.

El sector está desnortado y quizás debería hacer caso y ver lo que pasa en otros ámbitos. José María Izquierdo ha afirmado recientemente, refiriéndose al sector de la prensa, que “quizás sería bueno dedicar menos tiempo a hablar del modelo de negocio y más de contenidos” que es lo que buscan los lectores.

El contenido y no la pela es lo que da valor y referencia a un sector en el ámbito de la cultura. En esta línea me atrevo a proponer algunas recetas:

  1. Generar nuevas estructuras sectoriales que pongan su acento en el valor cultural, en el contenido, y que no mezclen churras (editores de libros de texto) con merinas (editores literarios). Que, al mismo tiempo interactúen sobre todo con libreros y otros sectores (¿bibliotecarios?) que apuesten en el mismo sentido.
  2. Trabajar desde lo público y lo privado, como ya se hace en otros países, por modelos de calidad en las librerías donde se valore y se apoye de manera especial a aquéllas que mantienen y proponen un fondo coherente más allá de la 'burbuja de las novedades'.
  3. Ofertar contenidos en digital sin DRM y a precios ajustados atendiendo, además, a algunas de las sugerencias que los bibliotecarios, quizás los más cercanos como mediadores a los lectores, hacen en estos momentos y que pasan entre otras por facilitar la compra, y no el alquiler, de contenidos desde plataformas coherentes y colaborativas y no controladas o bien por los grandes grupos o por agentes externos al sector.

No conviene olvidar lo que Antonio Basanta ya dijo en el Congreso de Libreros del año 2002: “Durante demasiado tiempo el sector del libro en España ha vivido de cara al producto y casi de espaldas al lector”. (Antonio Basanta, Director General de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez; Congreso de Libreros Ourense 2002)

Ahora, además, los datos y la situación parecen confirmarlo.

*Txetxu Barandiaran trabaja como consultor con pequeñas empresas e instituciones en el sector del libro y la cultura y escribe en el blog 'Cambiando de tercio'.

Mientras los años de vacas gordas duraron, todos, editores, distribuidores y libreros, viajaron contentos bajo el mantra de más lectura más compra de libros, o viceversa, que les servía como argumento autojustificativo ante las distintas instituciones y administraciones culturales de este paisito para conseguir ayudas públicas y demás.

Llegó la crisis, como la plaga bíblica, después de los años de bonanza, y todo empezó a desmoronarse. Camino lleva este proceso de generar situación de derribo en el sector como siga por la senda lastimera y poco solidaria.