Periodista. Entre rebote y rebote 'cambió' el baloncesto por la actualidad.
Muerte dulce
Fagor Electrodomésticos lleva muchos años sin ser la joya de Mondragón. En 2005 lanzó un órdago al mercado y decidió comerse la francesa Brandt. La operación le ha dado la puntilla por una simple ecuación: incremento de deuda y caída del mercado. La burbuja inmobiliaria española no solo se ha llevado por delante inmobiliarias , constructoras y el ahorro de cientos de familias, también ha afectado a muchas empresas industriales y entre otras a Fagor Electrodomésticos, que pensó que el crecimiento era infinito. Muchos en la corporación hablan de “mala gestión”.
Fagor electrodomésticos lleva más de un año arrastrándose y el riesgo afecta al futuro de pequeños ahorradores, trabajadores cooperativistas, inversores financieros, proveedores y al propio grupo Mondragón que le ha venido sujetando como si fuera una muleta. Hace poco más de seis meses, altos directivos hablaban ya de preparar una “muerte dulce”.
Nadie ha querido profundizar en este periodo en la realidad. Ni los agentes económicos, ni las autoridades ni los medios de comunicación. Todos habían oído hablar del drama, pero cuanto más tarde estallara pues mejor. Mondragón cuenta con grandes empresas en su seno. En la división industrial hay otras que funcionan y bien. La semana pasada supimos que Fagor Industrial ha cambiado de nombre. Ahora se llama Onnera. Llamarse Fagor puede ser un problema pese a que el único vínculo con Fagor Electrodomésticos es pertenecer a Mondragón. Así, viven, entres otras, Fagor Automation o Fagor Arrasate.
Mondragón es mucho más que el electrodoméstico. Sin embargo, para el ciudadano medio puede que no sea así por una cuestión de imagen. Se trata de un producto de consumo final, que llega al gran público. Da igual que en Mondragón vivan grandes empresas como Orona o el Grupo Danobat, la caída de Fagor les va a hacer daño, mucho daño.
A Mondragón nunca le ha gustado el ruido. Siempre ha tenido perfil bajo de comunicación. Su filosofía se reduce a un palabra: “hacer”. La crisis de Fagor Electrodomésticos ha levantado más de una ampolla interna y externa y mucho malestar.
Los proveedores de Fagor hace ya un tiempo que saben que la cosa no está bien. Han visto como les dejan de pagar y nadie responde. Hace ya más de un mes que Caja Laboral, cooperativa del grupo, no descuenta pagarés de Fagor Electrodomésticos. Hay pequeños talleres que están reteniendo pedidos por falta de pago.
Las deudas con proveedores pueden matar a pymes vascas. La falta de dinero puede dejar tirados a los compradores de subordinadas de la empresa, deuda perpetua de pequeños ahorradores. Mondragón ha dado créditos que ve peligrar. La deuda bancaria hará provisionar a la banca. Los trabajadores cooperativistas verán cerrado su futuro profesional.
La salvación parece estar en China, pero, aún si llega, supondrá el final del modelo cooperativo y de la riqueza que otrora generó. Pervivirá la marca pero la empresa, ya reestructurada, no será la misma. La joya es quincalla y la muerte nunca es dulce.
Fagor Electrodomésticos lleva muchos años sin ser la joya de Mondragón. En 2005 lanzó un órdago al mercado y decidió comerse la francesa Brandt. La operación le ha dado la puntilla por una simple ecuación: incremento de deuda y caída del mercado. La burbuja inmobiliaria española no solo se ha llevado por delante inmobiliarias , constructoras y el ahorro de cientos de familias, también ha afectado a muchas empresas industriales y entre otras a Fagor Electrodomésticos, que pensó que el crecimiento era infinito. Muchos en la corporación hablan de “mala gestión”.
Fagor electrodomésticos lleva más de un año arrastrándose y el riesgo afecta al futuro de pequeños ahorradores, trabajadores cooperativistas, inversores financieros, proveedores y al propio grupo Mondragón que le ha venido sujetando como si fuera una muleta. Hace poco más de seis meses, altos directivos hablaban ya de preparar una “muerte dulce”.