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La pancarta de Eddy Merckx

Hay un asunto que, con mucha razón, está produciendo escalofríos a toda la sociedad vasca. La trágica muerte del joven Iñigo Cabacas por la actuación indebida y, cuando menos, poco profesional de la Ertzaintza ha puesto en entredicho tanto la contundencia empleada como el tratamiento que se hace de este asunto por parte de casi todas las fuerzas políticas. El hecho es doloroso y debe encontrar respuesta en la justicia y señalar a sus responsables para que asuman las consecuencias sean las que sean.

Pero hay otro aspecto que es escandaloso en todo este asunto. La postura de los partidos políticos en función de su posición retrata que su gestión es, en ocasiones, más una pose que fruto de la reflexión serena y la búsqueda del bien común. Así, el Partido Nacionalista Vasco pedía en la oposición hace un año cosas como la dimisión de Rodolfo Ares (EITB, 13 de abril de 2012); denuncia de la conducta obstruccionista (Deia, 11 de mayo de 2012); acusación al Gobierno de esconderse (Deia, 12 de mayo de 2012) o el acceso a los datos de la investigación y la depuración de responsabilidades (Deia, 11 de junio de 2012). Pero el mismo partido, cruzado el Rubicón de Ajuria-Enea, parece que ha perdido fuelle y donde ayer decía hoy calla y lo que ayer escandalizaba hoy es silencio o complicidad con la Ertzaintza (Deia, 13 de abril de 2013). Y digo yo, ¿usaron el caso para desgastar al anterior Gobierno o es que, cual Pablo, han caído del caballo? ¿excesiva demagogia antes o exceso de corporativismo ahora? Quizás, por el bien de la denostada clase política, deberían responder.

El PSE-EE, antes en el Gobierno y ahora en la oposición, ha variado menos su discurso, pero tampoco ha acertado. En su etapa al frente de Interior, hoy Seguridad, el consejero Rodolfo Ares no estuvo a la altura de las circunstancias y lejos de esclarecer las circunstancias y aclarar responsabilidades decidió dejar pasar el tiempo a la espera de que terminase la partida. Un Gobierno serio, en una democracia avanzada, no puede permitir que una muerte injusta quede impune y sin explicación. Además, en declaraciones realizadas un año después de los hechos, Ares ha mantenido que es la justicia quien debe esclarecer el caso (Deia, 15 de abril de 2013). Posiblemente tenga razón en el terreno de lo penal pero deja a la ciudadanía sin respuestas en lo político y eso suena a eludir responsabilidades.

Y la tercera pata de estas sinrazones la protagoniza EH Bildu. La coalición abertzale ha vuelto por fin a las instituciones. Y lo hace en un tiempo nuevo en el que lo que cabe es mirar al futuro sin olvidar el pasado. Pero parece que el grupo encabezado por Laura Mintegi mantiene la antigua tradición ‘batasuna’ de ponerse detrás de cualquier pancarta con tal de salir en la foto. Lo hicieron en el pasado, en algunos casos con dolorosos resultados, y lo repiten ahora. Es lícito el trabajo parlamentario de control pero es extraño que detrás de toda reivindicación, sea la que sea y del ámbito que sea, la pancarta acabe guardándose en la sede de Bildu. La coalición soberanista corre el riesgo de que le suceda lo que a Eddy Merckx, el Caníbal belga vencedor de cinco Tours, otros tantos Giros y una Vuelta, de quien se cuenta que en Asturias en una larga recta saltó del pelotón dejando boquiabiertos a todos sus compañeros. El deportista, ansioso de sumar cuantos más triunfos, atisbó a lo lejos una pancarta y decidió esprintar para coronarla el primero. Y lo consiguió. Lo malo para él, y que supuso la burla de todo el pelotón, es que la pancarta era por las fiestas del pueblo y nada tenía que ver con la carrera.

Este caso es lo suficientemente serio y grave como para no especular. La falta de tacto de algunos partidos para ponerse en todas las fotos desacredita su labor y acaba convirtiendo los temas en una jaula de grillos donde nadie entiende nada y, una vez más, la ciudadanía se pierde y abandona cualquier interés por lo que está sucediendo.

Hay un asunto que, con mucha razón, está produciendo escalofríos a toda la sociedad vasca. La trágica muerte del joven Iñigo Cabacas por la actuación indebida y, cuando menos, poco profesional de la Ertzaintza ha puesto en entredicho tanto la contundencia empleada como el tratamiento que se hace de este asunto por parte de casi todas las fuerzas políticas. El hecho es doloroso y debe encontrar respuesta en la justicia y señalar a sus responsables para que asuman las consecuencias sean las que sean.

Pero hay otro aspecto que es escandaloso en todo este asunto. La postura de los partidos políticos en función de su posición retrata que su gestión es, en ocasiones, más una pose que fruto de la reflexión serena y la búsqueda del bien común. Así, el Partido Nacionalista Vasco pedía en la oposición hace un año cosas como la dimisión de Rodolfo Ares (EITB, 13 de abril de 2012); denuncia de la conducta obstruccionista (Deia, 11 de mayo de 2012); acusación al Gobierno de esconderse (Deia, 12 de mayo de 2012) o el acceso a los datos de la investigación y la depuración de responsabilidades (Deia, 11 de junio de 2012). Pero el mismo partido, cruzado el Rubicón de Ajuria-Enea, parece que ha perdido fuelle y donde ayer decía hoy calla y lo que ayer escandalizaba hoy es silencio o complicidad con la Ertzaintza (Deia, 13 de abril de 2013). Y digo yo, ¿usaron el caso para desgastar al anterior Gobierno o es que, cual Pablo, han caído del caballo? ¿excesiva demagogia antes o exceso de corporativismo ahora? Quizás, por el bien de la denostada clase política, deberían responder.